El dolor forja al hombre, dice el axioma. Y pareciera que el divino Escultor forja a golpes su más querida obra: el Hombre. Porque es la vida la dulce escuela del dolor. “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, madruga a castigarlo” dice el libro de Proverbios. Así, el verdadero hombre de la escultura de la Creación, tendría que ser -además de suaves formas- forjado por el divino golpe del mazo creador. Según los médicos la insensibilidad al dolor es mortal pues éste nos alerta sobre una enfermedad o mal que amenace nuestra vida y salud. El dolor de Natura y la humanidad es una alerta de sanar o perecer. Menester pues para el ser humano aceptar la rosa de la vida con su espina de dolor por que éste como la forma que nos impulsa a sobrevivir ante las diversas adversidades de la existencia.
Ese dolor de la vida, en lo espiritual, también está hecho, pues, para sanarnos. Así, precoces escolares de dolor, vamos aprendiendo la sublime lección del dolor y la felicidad. Un rato con lágrimas, otro trecho con alegría. Es la dulce escuela del dolor. Donde volvemos -como cuando éramos niños- a escribir nuestros sueños rotos en la verde pizarra del salón de clases…
La dulce escuela del dolor y la felicidad
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