Sí, compartamos esa alegría con las demás personas, transmitámoselas con afecto y entusiasmo, con una sonrisa franca y espontánea, y de esa manera les estaremos demostrando una sincera amistad.
Alegrémonos con lo poco que tenemos, con lo que nos basta para vivir modestamente, porque la ambición pervierte. Alegrémonos porque tenemos un trabajo decente que nos proporciona un salario. Alegrémonos porque somos personas sanas de cuerpo y espíritu. Alegrémonos, en fin, porque Dios nos ha dado vida y salud, que son el mayores tesoros del mundo.
Porque alegría es entusiasmo, felicidad, contento, amistad, regocijo, euforia, animación, exaltación, gozo, alborozo, júbilo y todo lo demás que nos haga sentir bien.
Y hasta hay conjuntos musicales que tienen que ver con el nombre ‘alegría’, por ejemplo, “Los Alegres de Terán”, de México, que con sus alegres canciones nos regocijan el espíritu y nos alegran el alma.
Y aquí en el país recordamos a personajes alegres, contentos, como el bien recordado poeta, músico y escritor, doctor César Augusto Calderón, de carácter suave y alma buena, siempre se le vio contento, y quien fuera rector de la Universidad Alberto Masferrer, en su libro “Palabras II” escribió: “No ambiciono morir. Pero si muero, aún sin aceptarlo, lo prefiero, a continuar esta vida ya vivida, a sabiendas de que es sólo pasajera”.
Veamos lo que pensadores famosos escribieron acerca de la almas; la alegría :
Rubén Darío: “La alegría destierra el estado morboso de las almas; la alegría riente, expresiva, de sonoras alas, se mueve en un ambiente sano y vivificador. Su trueno jovial, su carcajada, es como las descargas eléctricas que purifican la atmósfera”. René Descartes: “La alegría es una agradable emoción que goza de un bien que cree propio”. Sócrates: “La alegría del alma forma los bellos días de la vida, en cualquier época que sea”. Ippolito Nievo: “La juventud es el paraíso de la vida; la alegría es la juventud eterna del espíritu”.
Seamos, pues, siempre alegres. Porque la tristeza deprime, y el deprimido hasta puede atentar contra su propia vida. ¡Sí, señor!