“Dime, Mago de todo lo invisible, ¿qué precio tengo que pagar para irme con el circo y conquistar los aires?”, preguntó Talismán al adivino Azar. “Puedo ser tu sierva, tu fiel asistente del espectáculo”, agregó.” “No puedes venir conmigo –respondió el hado–. De hacerlo, te convertirías en un fantasma como yo. Además no es tiempo de irte con el Circo del Aire. Al fin éste volverá -como de costumbre- a esfumarse con sus carpas, payasos y leones”. “Insisto -repuso la joven- ¿Cuál es tu precio, fantástico mercader? Estoy dispuesta a pagarlo”. El Azar respondió: “El costo es muy alto: tu vida. El día que emprendas vuelo como ella -la mujer que tanto amé- has de morir tarde o temprano bajo las luces de la pista. Ese es el precio que los dioses de la antigüedad dieron a tu felicidad”.
Entonces Talismán -que ignoraba por su edad lo que era la Vida y la Muerte- no supo aceptar el trato. Así, el mago se fue nuevamente con su circo trashumante. Al irse, también se llevó el deseo más amado de la bailarina, que no le volvió a encontrar en la penumbra del salón de baile sino en sus recuerdos. “Mañana -cantaba- volaré tan alto. ¡Como danzan las mariposas frágiles y vanidosas!” ¡Qué cosas quería alcanzar! Y en el arco de mil colores volaron sus ilusiones. (VI) <palabrasbalaguer@gmail.com>