“En medio de una siniestra escena de ciudades destruidas, se encontraban unos cuerpos humanoides entre las cenizas del futuro, aún con signos de ´vida´. Su piel -similar a la humana- lucía herida, golpeada y con quemaduras. Un mecanismo interior de inteligencia artificial de circuitos ´electro-nerviosos´ latía bajo su piel de látex. Algunos androides agonizantes se aferraban a la ´vida´. ´¿Cuál es tu nombre?´ -preguntó a uno de ellos un expedicionario de la relatividad del tiempo. ´¡Amor!´ -respondió el humanoide. ´¡Busco el amor!´ -terminó diciendo- entre lágrimas de silicón. Otros agonizantes cuerpos robóticos preguntaban: ¿Dónde está la vida? ¿Dónde está la paz? ¿Dónde la victoria? ¿Dónde está el Hombre? ¿Dónde Dios?” Después de un tiempo sus mecanismos vivientes colapsaron por la alta radioactividad del aire. Su programa emocional ´machine learning´ de inteligencia artificial (IA) para la guerra, no encontró la respuesta que siempre buscó el ser humano en la historia natural.” (De mi leyenda de ficción-realidad: “Auge, Caída y Esplendor del Homo Deus”). El tiempo -como la misma historia humana- se tornan ficción, mitad real, mitad ilusión. Precisamente vivida por el “homo illudere” u “hombre ilusión” que -al final de todo- vive el sueño de sí mismo y de su “gloria”. La literatura de ciencia-ficción profetizó el futuro, a partir de Julio Verne, Isaac Asimov, H. G. Wells… En el culmen de su evolución- la Humanidad torna al llamado “Homo Deus” al creerse un dios, emulando a la creación universal -ya en una máquina- o en su propio espejismo existencial, creador y destructor de sí mismo.
Androides entre las cenizas del futuro
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