Al borde de una última y macabra guerra mundial -entre imperios y potencias mundiales disputándose el dominio político y económico planetario- la Humanidad exige su divino e inalienable derecho a la paz, la vida y el progreso. El libreto y ejecución del armagedón está en marcha -cubierta o abiertamente- con el patrocinio de la industria de guerra. El riesgo mayor es el armamento nuclear diseminado en bases militares del planeta, lo cual no sólo traería consecuencias catastróficas en los campos de guerra, sino en la biosfera, el resto del mundo y de la Humanidad. Aún con las manos atadas ante genuflexos poderes mundiales, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas deberá enfrentar su papel ante la Historia y descifrar el fatal acertijo de la mitológica esfinge que amenaza no sólo la paz mundial sino la supervivencia de la civilización del nuevo milenio y del futuro. Es tiempo que el Hombre de la Guerra -“Vir Bellator”- se despoje de sus máscaras de sórdido carnaval y se realice un pacto de paz entre los polos beligerantes del mapa geopolítico internacional. Finalmente, recordemos la frase del beato peruano Fray Martín: “Donde hay fe hay amor. Donde hay amor hay paz. Donde hay paz está Dios. Y donde está Dios no falta nada.” Tiempo es que las Naciones del Orbe y sus líderes alcen la mirada a la divinidad del amor y la paz que yace en nuestros corazones.
El mundo exige la paz al Consejo de Seguridad de la ONU
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