Entre más caminaba Antares en el sendero del tiempo, más avanzaba en el yermo la inmensa oscuridad de sí mismo. Aquella desconcertante penumbra de hombre-montaña. “Pensar que al final de la historia vuelvo a ser sombra y sueño, como todo en el mundo” dijo Giri Krs, la “oscuridad del monte.” Los gigantes ya nunca volverían. Tan sólo la niebla del altozano quedaría eternamente enclavada en lo profundo del reino de Surya Dvïpa. Los sumos sacerdotes interpretaron la profecía de la esfinge. Descifrando su axioma fatal lograron concluir que una vez más se había salvado el austro de su raza. Giri Krs señaló hacia las distantes cumbres. “Mañana hemos de ir hasta allá a reconquistar la memoria de Rhuna, la montaña que soñó ser hombre. Si volviera a renacer la trágica cantora, para entonces los hijos del sol ya habrían resuelto su enigma. La vida nuevamente volvería a triunfar. El mundo de todos volvería a amanecer allá en las apartadas cimas. Se dice que aquella antigua civilización cinceló su memoria, dejando grabada la huella de su presencia en el tiempo mediante mapas y petroglifos. Gracias a ello la leyenda de Rhuna sobrevivió a los siglos. Hubo muchos sueños grandiosos como aquel que contaran los ancestros sobre la sombra de una ilusión. La misma que al final del camino encontraríamos tú y yo. En ese viaje largo y glorioso a las cumbres olvidadas de ti mismo. (CI) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>
Las cumbres olvidadas de ti mismo
Por Carlos Balaguer | Ene 09, 2023 - 06:48