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El desconocido Estado de Derecho

Leyes para subir impuestos, ocultar el uso del dinero, aumentar el tamaño del Estado, poner multas expropiatorias a faltas de tránsito, que el mismo presidente y sus 17 camionetas de protección violan descarada e impunemente, no abonan a un Estado de Derecho, sino a un Estado parasitario, corrupto, tiránico y déspota

Por Jorge Tobar
psicólogo

El martes 28 de marzo recién pasado apareció ante mis ojos atónitos, un espeluznante dato: el 94.2% de los salvadoreños encuestados por el IUDOP desconocen totalmente lo que significa Estado de Derecho, algo así como necesitar 10 respiraciones por minuto para vivir, sin saber qué es la respiración. Este dato de por sí debería hacer sonar las alarmas de toda la academia y de las ONG´s vinculadas a aspectos de la democracia republicana del país. Esto es inaudito. Significa que no hay una “Sociedad Salvadoreña” como tal, sino masas humanas amontonadas en 21,000 km² y luchando por sobrevivir como puedan. Las sociedades están compuestas por ciudadanos, y éstos son aquellos conscientes de sus obligaciones y sus derechos cívicos y con la capacidad de cuestionar y exigir cuentas al gobierno acerca del uso de su dinero. Ese 94.2% no lo cumple. No pude evitar escribir algo.


Todas las sociedades del mundo se organizan y viven el entorno político, en algún punto entre dos extremos: la “ley de la selva” en estado puro y el Estado de Derecho Ideal. La “ley de la selva” en realidad no es “ley” como tal sino ausencia de leyes reguladoras de la conducta de quienes viven en ella. Nada impide a un león matar una gacela si quiere hacerlo; sölo la velocidad y astucia de la gacela, para escapar de aquél; así, nada impide a una manada de hienas quitarle la gacela cazada, a dicho león. Intentando alguna forma de encuadrar la regla que rige lo que llamamos “ley de la selva”, sería algo como: “si quieres hacer algo y puedes hacerlo, hazlo que nada te lo impide”, “la Ley del que puede cuando quiere y/o quiere cuando puede”, algo así como cuando George W. Bush quiso atacar Irak, podía hacerlo y lo hizo y nada ni nadie se lo impidió. Un león puede asesinar crías de otros depredadores y/o de su misma especie, con absoluta libertad e impunidad. Una marabunta de 25 millones de hormigas arrasa con todo insecto o animal pequeño que encuentre a su paso; lo devoran y siguen su camino como si nada.


En el otro extremo tenemos el Estado de Derecho Ideal, utópico e irrealizable, pero es válido definirlo, como referencia para saber qué tan lejos estamos de nuestros Derechos. Las leyes que componen la estructura de autoridad que rige una sociedad, llámese Constitución, deben tener su origen en el “Derecho Natural”, es decir, en las características propias de la naturaleza humana, no pueden ser antojadizas.

Nuestra naturaleza básica nos induce a luchar por conservar la vida: nace el Derecho a la Vida; nos impulsa a explorar, curiosear, buscar entender y comprender las cosas: nace el Derecho a la Libertad; nos empuja a luchar por nuestras metas a buscar obtener en el futuro, aquello que anhelamos: nace el Derecho a la Propiedad, por lo que, necesariamente, toda ley, sin excepción, debe estar orientada a proteger la integridad física, moral, intelectual y de propiedad de todos y cada uno de los ciudadanos que habitan un Estado, sin importar diferencias de clase, color, religión, edad, nacionalidad, ni ningún prejuicio.


Por otro lado, un Estado de Derecho cubre, obligadamente, bajo el manto de la Ley a gobernantes y gobernados. Nadie puede estar por encima de la Ley, porque al estarlo, el Estado de Derecho se debilita y la ley de la selva se fortalece; pero cuando lo que está encima de la Ley es el mismo gobierno, no solo se debilita, sino, se destruye y pasamos a ser una tribu o una manada humana conviviendo bajo la regla “si quieres hacer algo y puedes hacerlo, hazlo, que nada te lo impide”. La ley de los fusiles.


Cuando el Estado de Derecho se ha destruido, en automático, nadie es dueño de absolutamente nada. Su propia vida, casa, auto, terreno, y cualquier cosa, pasa a tenerla en calidad de “prestado”. Nada ni nadie puede evitar que, en un momento determinado, quienes tienen el poder de los fusiles le arrebaten lo que quieran de él o ella, porque sí, porque les dio la gana hacerlo.


Un Estado de Derecho no es solamente que haya leyes y se cumplan; también las leyes deben cumplir estrictamente los requisitos antes mencionados, para que mejore la pureza del Estado de Derecho. Leyes para subir impuestos, ocultar el uso del dinero, aumentar el tamaño del Estado, poner multas expropiatorias a faltas de tránsito, que el mismo presidente y sus 17 camionetas de protección violan descarada e impunemente, no abonan a un Estado de Derecho, sino a un Estado parasitario, corrupto, tiránico y déspota, pero al 94.2% no le importa, porque no sabe. ¡Hora de empezar a enseñar Filosofía Política!

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