Hace unos días salió la noticia de una epidemia de dislexia a nivel mundial causada por la pandemia. Tristemente, este tema se ha vuelto un tema de positivismo, dinero y hasta poder, mientras los padres luchan porque sus hijos superen los estragos y vacíos académicos. El problema es ¿por qué los profesionales no recomendamos buscar volver a los juegos de niños? ¿Será porque son gratis?
Permítanme contarles una experiencia.
YO (hace unos meses): “Señores______ su hijo (a) tiene dislexia. Está confundiendo las letras b, p, d, y además tiene problemas con las líneas de texto intermedias, las cuales el percibe unidas. Recomendaría una evaluación psicológica, y la visita a un oculista”.
Empecé a trabajar con mi alumno/a por tres semanas con métodos “viejos”: plastilina, unir puntos, usar una regla para leer, hojas para discriminar las letras. Entonces me entregan una evaluación psicológica dónde este niño “no se controla”, “no ha formado su carácter”, “tiene Trastorno de Déficit Atencional” y otras astralidades. Ah si, al final “demuestra una leve dislexia”.
YO (tratando de sonreír): “Vi la evaluación de la psicóloga y la psicóloga no ha presentado una Conner (escala para medir el déficit atencional) ni un WISC-V (escala de coeficiente e inteligencias múltiples), ni otra prueba psicométrica. ¿Cómo ha definido que el niño tiene Déficit Atencional?”.
El Déficit Atencional no necesariamente va unido a la dislexia. Un niño inquieto no necesariamente tiene Déficit Atencional. Pero, parece, que todos los niños ahora lo tienen.
Para estas alturas me he dado cuenta (por el niño o niña) de que el maestro va atrasado en el plan de lecciones y que pues todo es culpa de él o ella. El niño está frustrado, y la psicóloga no va a dar su brazo a torcer que no quiso comprar las pruebas y que no puso el niño a leer para verificar si tenía o no dislexia.
YO (tratando de ser dulce): “Una de las mejores terapias para la dislexia son los juegos que involucran el ojo y la mano. Por ejemplo, si el niño tiene una pelota pequeña la puede tirar contra la pared y “cacharla”.
La tarde que dije eso venía entristecida al pensar que me preguntaron si no eran mejor las ondas electromagnéticas que la psicóloga “x” les había recomendado.
Los problemas de aprendizaje no son culpa de los niños ni de los maestros. Aprender a leer es un proceso que parece sencillo, pero es sumamente complicado. Tanto así que hay una creencia que un niño está listo para aprender a leer cuando se le caen sus “dientes de leche”. Sin embargo, en mis años de educadora, he visto con horror como el “mi ma-ma me mi-ma” ha pasado de ser un fenómeno de primer grado a uno de maternal 4. He visto como a niños de cinco años se les obliga a hacer letra de carta. Y he visto como el celular ha reemplazado todos aquellos juegos que fortalecían la motricidad fina y gruesa.
Es de pensar si todo lo que ponemos a los niños a hacer hoy intensifica los problemas de aprendizaje, y las que somos profesionales no siempre somos acuciosas en manejarlos. Por ejemplo, juegos como los jacks, el bingo, las canicas, el hule, la peregrina, el yoyo y el capirucho son casi desconocidos por los niños en la actualidad. Y estos juegos de niños eran lo que ayudaba a desarrollar la motricidad fina y gruesa, y la coordinación ojo-mano.
Del mismo modo juegos como la “mica” (fruta o no) y escondelero, ayudaban no sólo a la socialización sino a desarrollar estrategias y mapas mentales. Y, como todos estos juegos incluían versos o rondas (”¿zapa- tito cochi-nito…se acuerdan?), se estimulaba la memorización. Lo mismo ocurría cuando se andaba en bicicleta, en patines, en patineta.
Si, habían muchos menos problemas de aprendizaje cuando una piñata era del sol, otra de una vaca y uno no tenía fiestas temáticas, pero los papás leían a sus hijos aunque fuera los muñequitos del diario, por no decir aquellos que tuvimos la ventura de dormirnos mientras nos leían un libro de cuentos.
Los problemas de aprendizaje se agudizaron cuando dejamos que los niños dejaran de ser niños, les dimos un celular y una tablet, y el exceso de energía se convirtió en Déficit Atencional. Cuando comenzamos a medir la “calidad” académica por cuán pronto leían o cuán pronto escribían en letra de carta; cuando la música de moda sustituyó las rondas y los versos. Un niño que vive así en estos tiempos se considera raro.
No me mal entiendan, existen los problemas de aprendizaje y deben ser tratados, pero enseñando al niño a compensar, lo cual puede tomar años. No hay arte de magia ni para la dislexia, ni la disgrafia, ni la discalculia más que trabajar estrategias. Nada va a hacer que un niño con Síndrome de Asperger deje de tenerlo, sólo se le puede enseñar a socializar. Y un niño con Déficit Atencional debe ser medicado con todo cuidado , sin dejar de enseñarle a controlarse.
Pero los juegos de niños necesitan volver. Yo sé que ya aquellos felices años (aún en medio de la guerra) en que podíamos salir a la calle de la colonia ya no existen, pero, al menos en el seno de la familia intentemos revivirlos como una de las mejores terapias educativas de nuestros hijos.
Educadora, especialista en Mercadeo con Estudios de Políticas Públicas.