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Cuando la persona se convierte en dios de sí misma…

El beneficioso camino de la ciencia, la técnica y las tecnologías han desplegado un proceso sigue abierto y evolucionando; y con un conocimiento cada vez más exigente, ha presionado a las humanidades y a la filosofía misma a constatar sus teorías con más rigor y con nuevos datos, y a la vez se han desarrollado nuevas corrientes empiristas y neoempiristas como influjos del pensamiento filosófico.

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Por Oscar Picardo Joao
Publicado el 20 de febrero de 2022


Hurgando en la obra de Ignacio Ellacuría SJ, encontré unos apuntes mecanografiados titulado “Mentalidad científica y trascendencia”, fechados a mano 14 al 29 de noviembre de 1964; se trata de un texto fundamental para comprender la cultura occidental y el quehacer universitario.

El texto parte de la crisis del Renacimiento, cuando la filosofía primera -y también la teología- ceden su lugar de predominancia a las ciencias físicas naturales, y en dónde se redefine qué es y qué no es lo científico; este cambio, si bien es importante, a la vez reduce o limita el conocimiento científico a un ámbito de la realidad y limita ciertas posibilidades humanas.

De lo anterior, y sobre la base normativa y metodológica se deriva que: a) No hay más que una forma perfecta de hacer ciencia; y b) ciencia e inteligencia se fusionan en un lenguaje unilateral; configurando una cosmovisión aceptada por la academia.

En este contexto, la ciencia comienza a “desmitologizar” el mundo y ha presentado una cadena de hechos naturales explicativos para entender de dónde venimos y hacia dónde vamos; así, los poderes míticos, mágicos y religiosos -que ya habían sido tratados por los filósofos griegos-, vuelven a ser depurados -luego de la cosmovisión medieval- en un segundo momento de cientificidad sobre la base de evidencias.

Pese al avance de las ciencias aún no se ha cerrado el camino de la religiosidad y trascendencia humana; aún persiste en la condición humana un enfrentamiento sutil entre cientificidad y racionalidad religiosa. A juicio de Ellacuría (como creatura creyente), es erróneo pasar de la exageración medieval a la exageración cientificista que mutila la realidad; y afirma: “El hombre se ha convertido en un dios para el hombre”.

El beneficioso camino de la ciencia, la técnica y las tecnologías han desplegado un proceso sigue abierto y evolucionando; y con un conocimiento cada vez más exigente, ha presionado a las humanidades y a la filosofía misma a constatar sus teorías con más rigor y con nuevos datos, y a la vez se han desarrollado nuevas corrientes empiristas y neoempiristas como influjos del pensamiento filosófico.

Las ideas de Descartes y Kant fue tan fenoménico como matemático, adaptándose al empirismo e intentando extender el alcance de las ciencias con nuevas metafísicas basadas en reglas y “métodos” (Razón pura). Luego sigue la gran restauración, el “Novum Organum” de Francis Bacon y el positivismo de Augusto Comte; y así la metafísica y la lógica deductiva aristotélica comienzan a ser desplazadas buscando una filosofía científica.

Pero al final, hasta las proposiciones de las matemáticas son rigurosamente analíticas y tautológicas… y existen principios apodícticos en la historia de las ideas; así Ellacuría llega al punto medular en la apertura intelectual: el diálogo entre Ciencia y Filosofía; el debate es amplio y profundo.

Los fallos del lenguaje, las cosmovisiones, las conductas colectivas, la literatura, el arte, las emociones, entre otros fenómenos dejan abierta la discusión epistemológica sobre los modos de conocer y los tipos de conocimiento; también las neurociencias han abierto el abanico de las diversidades de inteligencias (Goleman, Gardner, Levine).Las leyes científicas del cómo, cuándo y dónde se enfrentan constantemente a los cuestionamientos últimos y totales del por qué y del para qué de las cosas y de la realidad; hasta la misma física como modo de saber ha evolucionado en la historia y, con ella también sus símbolos, magnitudes y ecuaciones, entre el determinismo clásico y las estadísticas modernas, entre la matemática de la naturaleza física y la matemática pura de talante cósmico.

En resumen -anota Ellacuría citando a Zubiri- “Para Aristóteles, la naturaleza es un sistema de cosas (sustancias materiales) que llegan a ser por sus causas; para Galileo, naturaleza es determinación matemática de fenómenos (acontecimientos) que varían; para la nueva física, Naturaleza es distribución de observables. Para Aristóteles, física es etiología de la naturaleza; para Galileo, medida matemática de fenómenos; para la nueva física, es cálculo probable de mediciones entre observables”.

El escrito cierra más o menos así: Debemos concluir, no porque el tema se haya acabado, sino porque resulta inagotable (…) Las ciencias, sólo trascendiendo de sus límites, pueden responder preguntas complejas, y esa trascendencia es la filosofía…

 

Investigador Educativo/opicardo@asu.edu

TAGS:  Educación | Filosofía | Opinión

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