No una, sino varias veces, he escuchado de padres de familia que tienen hijos que están por salir de las aulas de la educación media y pasar a la educación superior, que éstos no quieren estudiar una carrera universitaria ni técnica, sino que quieren dedicarse a influencers o a youtubers (la primera, un anglicismo que significa persona que ejerce inlfuencia, la segunda un neologismo que relaciona a las personas que transmiten mensajes, todo a través de plataformas de internet).
Me parece, en lo personal, que con la llegada de la revolución tecnológica debemos abrir nuestras mentes al aparecimiento de múltiples ocupaciones, que ciertamente no existían hace apenas un par de décadas, dentro de las cuales sin lugar a dudas se encuentra las antes mencionadas; siendo que dentro de ellas hay un número creciente de personas que se dedican a dichas actividades no como mero entretenimiento, sino de manera profesional y a tiempo completo, logrando no solo subsistir de las ganancias que esto les genera, sino que alcanzando ingresos que ya quisiera cualquier profesional promedio de nuestra latitud tener. Debido principalmente a que las plataformas de internet se han convertido en valiosas formas de promoción de productos y servicios, de las más diversas marcas; lo cual hace que las personas que se dedican a influencers o a youtubers, alcanzando seguidores en número de 6, 7 y hasta más cifras, obtengan significativas utilidades por promocionar dentro de sus seguidores diferentes productos y servicios.
Dicho lo anterior no cabe la menor duda de que nada tiene de descabellado que un joven actual, que siente que con una carrera profesional en nuestro país lo que le espera por un trabajo promedio de 8 horas diarias será un promedio de 600 dólares, tome la decisión de aprovechar la muy baja barrera de ingreso que presenta el poder dedicarse a una de estas actividades (con tener un dispositivo inteligente y acceso a internet) y tocar ese mundo de oportunidades económicas que puede realizar desde su casa o desde cualquier lugar en el que se encuentre, con conexión a internet claro está.
Pero allí es donde, en medio de ese verde valle de oportunidades, yace una trampa de arenas movedizas. Porque cualquiera puede ponerse frente a su propio celular y grabarse mientras baila, modela, comenta de lo que se le venga en gana y, posteriormente o en tiempo real, suba dicho contenido a las redes sociales, esperando recibir decenas de miles de vistas, generar por miles los seguidores y de allí a gozar de la vida. Pero no cualquiera lo logra, de hecho son muy pocos en comparación con la inimaginable (pero si calculable) cantidad de personas que lo intentan, de todas las edades, aunque primordialmente jóvenes.
El tema básico reside en la capacidad de generar contenidos que atraigan a las audiencias. Hay influencers que abordan una amplia gama de temas, logrando con cada una de sus presentaciones vistas por decenas de millones; mientras otros, denominados microinfluencers, se dedican a temas muy específicos, sin que esto signifique que no lograrán miles, decenas de miles o cientos de miles de seguidores y por supuesto, con ello la fama que les vuelve “embajadores” de marcas y productos, con las consiguientes ganancias.
Para ejemplificar el punto al que pretendo llegar, vamos a poner el caso de Felix Arvid Ulf Kjellberg, un sueco de 33 años, más conocido por su nombre como youtuber: PEWDIEPIE; quien cuenta a la fecha con un canal en dicha plataforma, con más de 111 MILLONES de suscriptores, siendo el canal más grande a la fecha, que pertenece a una persona y el cuarto en el mundo (contando a los canales que pertenecen a empresas multinacionales). Dedicado en casi su totalidad a temas sobre juegos electrónicos, este millennial hizo cuatro años de economía industrial y gestión de la tecnología en la Universidad Tecnológica de Chalmers en Suecia y, aunque no terminó la carrera, él mismo ha declarado públicamente en 2015 a The Daily Mail: “abandonar los estudios para perseguir una carrera en YouTube sería estúpido”.
Pero porque ir hasta las gélidas tierras nórdicas (aunque PEWDIEPIE hoy vive en Japón), cuando podemos poner un ejemplo en Latinoamérica, específicamente en México, donde reside José Manuel Chumel Torres Morales; un ingeniero de 40 años que trabajó ocho de ellos en una multinacional de tecnología médica y luego con otros dos compañeros profesionales se dedicaron a poner un canal de youtube dedicado a la sátira política, sobre todo. Esto lo describe en su libro ¡Sálvese quien pueda!, Andrés Oppenheimer, quien comenta que en 2014 cuando Chumel Torres lo entrevistó por su libro “Innovar o morir”, “ya lo había leído de punta a punta, cosa que periodistas profesionales que me entrevistaron, no habían hecho” y además comentó sobre la entrevista que “me hizo varias preguntas divertidas pero nada superficiales sobre mi libro”, alcanzando dicha entrevista la bicoca de 400,000 reproducciones.
Y hablando de Oppenheimer, otra cosa que resalta en este libro de ¡Sálvese quien pueda! es que detrás de estas lucrativas carreras de los influencers y youtubers exitosos, subyace una necesidad de analizar data sobre tendencias, estadísticas del flujo de visitas en los diferentes programas, conocimiento de diversos temas, en fin, no es solo de “soplar y hacer botellas” o solamente de poner videos de gatitos tocando el piano, hace falta conocimiento de matemáticas, estadísticas, tecnología, lectura, en fin, hay que estudiar, aunque no necesariamente para ser youtuber y mucho menos, dejar de estudiar para dedicarse a “intentar” serlo.
Y para concluir hay que decir que, de cara a los cambios vertiginosos, estas nuevas ocupaciones son reales opciones, pero no para el mediocre, ignorante y vulgar, como definió Ortega y Gasette al hombre masa. Así que como país, para aprovechar este nuevo rubro de retos y oportunidades, hay que promover una educación de calidad para la nueva era tecnológica, donde el tener un dispositivo inteligente es apenas un paso incipiente, lo demás es lo que vale y que aún no tenemos.
Médico Nutriólogo y Abogado de la República.