“Viaje al centro de la Tierra” , escrito por el increíble Julio Verne, es el título de uno de los primeros libros que mi padre me regaló como preadolescente para estimular el hábito de la lectura. Recuerdo que me era difícil despegarme del libro, me atrapó tanto -para que me entiendan los milenials- como una buena seria de Netflix.
Mi padre no lo sabía aún, pero al inculcarme el hábito de la lectura me estaba vacunando contra lo que los científicos sociales llaman hoy en día a una de las taras que afectan a vastos segmentos poblacionales: la “infoxicación”. Se le llama así a ese estado de atención breve, variable, multitarea, que produce falta de atención y concentración sobre una tarea o actividad en específico; de tal forma que parece que en esta hiperacelerada y tecnificada sociedad en que vivimos, la atención promedio de una persona no dura más allá de ocho segundos (de hecho, esa es la capacidad de atención que tiene ese simpático y dorado pez llamado gold fish, que tienes en tu pecera).
Estar alerta en todo momento y cambiando de tema constantemente puede resultar útil para sobrevivir al ajetreo contemporáneo en una sociedad que no se detiene, pero definitivamente no es apto para desarrollar tareas más reposadas que para desarrollarse, exigen la eliminación de los estímulos innecesarios que te aturden y bloquean tu capacidad de análisis. Tan es así, que en estos días hasta mantener una conversación reposada y profunda es una tarea difícil de desarrollar en grupos sociales de más de cuatro personas.
Me he dado cuenta de que interrumpen la conversación mientras otra expone una idea, no se concentran, no continúan el hilo de una idea recién expuesta o, simplemente, ignoran a otra persona cuando expone un argumento. Eso es precisamente lo que pasa cuando sostienes una conversación en grupos de WhatsApp… cada uno, preocupado de exponer su propia idea, pocos se toman la molestia de contestar, muchos se limitan a ignorar el mensaje. Parece un mundo de personas que hablan consigo mismas.
Pero eso no aplica solo respecto a trivial conversación social ¿Le has preguntado a alguien -a cualquiera- por que apoya al político por el que vota? ¿Por qué cree en la religión que profesa? Lamentablemente, muchas de las respuestas serán terriblemente superficiales, incoherentes o contradictorias. Parece que el hábito de reflexionar sobre aspectos relevantes y trascendentales de la vida, una actividad que exige paz, interiorización, buscar y leer información objetiva y veraz, ha sido en parte suprimida de los procesos mentales de los individuos -especialmente de los más jóvenes- y sustituida por la música de Bad Bunny o por las infinitas series de los canales streaming.
Como me vacunaron contra la infoxicación en mi infancia, conservé el hábito de leer. La isla del tesoro, Los tres Mosqueteros, El jinete que surgió del frío… y por encima de todos estos clásicos, las obras de Julio Verne a las que pude tener acceso, algunas compradas con mi magro presupuesto para lectura juvenil, otras prestadas de la biblioteca del Liceo Salvadoreño (eso sí, firmaba una ficha con oscuro leguaje legal, supongo que dejaba en prenda mis carritos Matel por si caía en mora respecto a su devolución). Lo increíble es que esas obras, a pesar de ser novelas escritas en el siglo XIX fueron sorprendentemente proféticas desde la perspectiva tecnológica por su inquietante visión de futuro respecto a lo que la humanidad iba lograr descubrir y las hazañas que iba a realizar.
En Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), se describió con asombroso detalle el Nautilus, que era un anticipo de lo que llegarían a ser los modernos submarinos. En Robur el Conquistador (1886), predice al helicóptero al describir la nave Albatros que vuela impulsado por hélices.
En los libros gemelos De la Tierra a la Luna (1865) y Alrededor de la Luna (1870), detalla la llegada del hombre a nuestro satélite, hazaña que solo se pudo lograr casi un siglo después, en 1969, con el Apolo XI, prediciendo asombrosamente el grosor de las paredes de la nave, su precio, las horas de vuelo que iba a requerir y el lugar desde donde iniciaría el portentoso viaje: el Estado de La Florida en Estados Unidos.
¿Te sientes infoxicado? A lo mejor es hora de que dejes tu celular en alguna gaveta de tu casa, apagues la tele, silencies el reguetón y te compres algunos de los clásicos de la literatura universal: Verne, Asimov, Huxley, Orwell, Wells. De la mano de ellos viajarás a mundos que no te imaginas, mientras tu mente y tu espíritu se desintoxica de tanta basura que se lee en Twitter. Amén.
Abogado, Master en leyes/@MaxMojica