La tormenta Julia ha sido sólo un eslabón en la cadena larguísima de problemas y males que sufre nuestro martirizado país. Por enésima vez nuestra gente más desvalida sale perjudicada, despertando nuestro sentir solidario. Pero hablemos claro: ni la sincera caridad ciudadana ni la interesada ayuda gubernamental, son una solución. La respuesta –el ingeniero Pedro Roque lo repite desde hace años– es la prevención. Y para ello, como para todo lo demás, se requiere de EDUCACIÓN.
Ya el gobierno está cacareando su reforma educativa, que sin duda la publicitarán como la mejor y más avanzada del mundo mundial, tal como hicieron con el Chivo-wallet y la Bitcoin City, cuyos gigantescos y ejemplares éxitos (como los de tantos otros espejismos que nos han planteado) estamos esperando todavía.
Pero, ojo, estemos muy alertas. Una reforma educativa no es un asunto de “chiveárselo” como han hecho con el erario. Es algo muy serio, vital, porque se trata de la formación de la mente y del carácter (el ethos) de nuestros niños. Ojalá que, en este asunto, los asesores del Confeso Dictador sean expertos en el tema y no sus publicistas ni sus ideólogos. Es necesario que haya catedráticos de bien que reconozcan la seriedad del tema y actúen en consecuencia.
Sin ser experta en educación, pero por mi sentir y vivir como madre, abuela y bisabuela, considero que un sistema educativo debe priorizar el lenguaje, a través de la lectura comprensiva y la escritura. Ya lo dice Melendo: el leer y el escribir son básicos para el pensar, y éste es indispensable para la solución de los problemas. Además, deberá procurarse hacer de las matemáticas un tema central y atractivo. Así, con esos conocimientos adecuados a cada edad, desde muy pequeños los alumnos pueden ir aplicándolos a la vida diaria, analizando el costo/beneficio de cada decisión, sabiendo cuáles serán las consecuencias y, por consiguiente, conociendo el riesgo que afrontarán y la responsabilidad adquirida en cada caso.
Es decir, el lenguaje y las matemáticas, ambos con sus reglas y procesos, van induciéndonos a que todo debe tener un orden, y que la limpieza es necesaria para una escritura legible y para la solución de los problemas matemáticos. Poco a poco, vamos acostumbrándonos a ver más allá. En una palabra: se irá formando una cultura de prevención. Un niño, por pequeño que sea, puede y debe aprender las consecuencias del desorden y de la falta de limpieza. Ejemplo: el anteriormente bello lago Suchitlán convertido hoy en un inmundo basurero. Sin duda un irresponsable comenzó a botar allí basura y bastó para que muchos más lo hicieran. Igualmente puede aprender que la falta de seguridad vial puede causar, incluso, la muerte. Y que todo eso puede evitarse, simplemente, siendo responsables. No botar basura. Seguir las leyes de tránsito. Cuidar y dar mantenimiento a los vehículos. Prevención.
Al ir adquiriéndola como una cultura, la prevención se aplicará a cada situación, contribuyendo al buen vivir general, hará de nosotros mejores ciudadanos en todos los rubros en que nos desempeñemos: como padres, como maestros, como jefes, como empleados, como gobernantes y como gobernados. Nos hará personas RESPONSABLES.
Nuestro sistema educativo debería buscar hacer de cada alumno alguien que sepa prevenir y resolver. Un ser humano RESPONSABLE de sí mismo y de los suyos. Entonces, ninguna “Julia” nos dañará.
Empresaria.