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Las iglesias y la inserción social

En una casa de acogida en Lourdes fueron capturados todos los que allí se albergaban incluyendo al pastor, quien nunca fue parte de ninguna estructura delictiva. Solo es un buen hombre esforzándose por emular la misericordia que Jesús mostró hacia los desahuciados.

Por Mario Vega

Casi todos los miembros de pandillas son muy religiosos. Más del 95% de ellos afirma que su relación con Dios es muy importante y lo expresan con su devoción para asistir a los servicios cristianos, un promedio de 15 veces por mes. Una frecuencia mucho más alta que la del común de los creyentes. Estos datos se desprenden del estudio «La nueva cara de las pandillas» que fue dado a conocer por la Universidad de la Florida y FUNDE en 2017. Por supuesto que esa devoción es externa, no cala en su estilo de vida ni cambia sus hábitos violentos. Es una religiosidad más supersticiosa y tradicionalista que vivencia sincera de los valores cristianos.

Las iglesias nacieron y crecieron con las comunidades y asentamientos empobrecidos. Han sido parte del entorno de niños y jóvenes marginados desde su nacimiento. En condiciones donde el desarraigo niega el sentido de pertenencia, las iglesias se convierten en el lugar donde los jóvenes encuentran una identidad colectiva. De esa manera, crecen familiarizados con la Biblia, los cantos y las prácticas de los creyentes. Pero, existe otro actor que se disputa su sentido de pertenencia y son las pandillas. Muchos ingresan a ellas en busca de autoestima, pero se llevan con ellos su costumbre de asistir a la iglesia. Es así como, en una sola vida, se juntan los extremos de la religiosidad y la violencia.

No obstante, cuando con los años se ven en crisis vivenciales, su primer instinto es el de volver a la iglesia con sinceridad. No ajenos al fenómeno del arrepentimiento y la redención, los cabecillas continúan aceptando la conversión sincera al evangelio como una razón válida para retirarse de la pandilla sin consecuencias. Eso coloca a las iglesias en una posición privilegiada para iniciar una tarea de inserción. El solo hecho de que a un paria se le dé la bienvenida en la comunidad cristiana y se le llame «hermano», es suficiente para desarrollar en ellos un sentido de pertenencia y aceptación. Las iglesias les ofrecen la posibilidad de ascender en las escalas de servicio y adquirir respeto de manera pacífica y servicial. Eso les abre las puertas para convertirse en ujieres, diáconos o pastores. Las iglesias cumplen así una labor de inserción con muy bajos índices de reincidencia. Cuando los esfuerzos de las iglesias son complementados con el apoyo de empresarios sensibles que les facilitan una plaza laboral, la inserción es más integral y sostenible.

Esas son las razones por las que hay muchos exmiembros de pandillas en las iglesias. La mayor parte de ellos han demostrado un cambio de valores radical. En muchos casos llevan en ello décadas, han formado sus hogares y se han convertido en padres. Pero todos esos logros reciben un duro golpe cuando quienes se esfuerzan por insertarse socialmente son capturados y encarcelados sin una razón justa. El trabajo y esfuerzo de años que las iglesias han hecho se vienen abajo en cuestión de minutos y las personas que habían encontrado un camino de esperanza se ven de nuevo estigmatizadas y rechazadas.

Esto es lo que ocurrió en una iglesia capitalina con un enfoque especial en la inserción de miembros retirados de pandillas. Con una tradición de trabajo tan exitosa que incluso recibía apoyo gubernamental. Pero hoy, todos sus miembros se encuentran en prisión. Lo mismo ocurrió con una casa de acogida en Lourdes, en donde fueron capturados todos los que allí se albergaban incluyendo al pastor, quien nunca fue parte de ninguna estructura delictiva. Solo es un buen hombre esforzándose por emular la misericordia que Jesús mostró hacia los desahuciados.

Hoy por hoy, las iglesias han mostrado ser el plan más amplio, permanente y exitoso en materia de rehabilitación. Los últimos cinco gobiernos han reconocido su papel en la inserción social, aunque ninguno de ellos apoyó ni acompañó esos esfuerzos. Pero, al menos, permitieron el espacio para que los creyentes llegaran adonde a casi nadie le gusta llegar. Con solo ese espacio que se les permita, las iglesias pueden continuar su esfuerzo. Mucho ayuda quien no estorba. No es difícil reconocer sus locales, las iglesias están claramente identificadas. Solo precisan de un poco de respeto a su labor.

 

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Editoriales Iglesias Pandillas Política Reinserción De Presos

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