No es un secreto que las mujeres tenemos diferentes desventajas en múltiples ámbitos por el hecho de ser mujeres: acceso a la salud, derechos humanos y de la mujer, etc. Una de estas desventajas es el impuesto rosado, fenómeno que desde hace décadas afecta el día a día de las mujeres y que ahora tiene un nombre. Por tanto, es momento de que más consumidoras sepan lo que compran, por qué y la importancia de su precio.
Primero, ¿qué es el impuesto rosado? Es un aumento en los precios de productos genéricos para mujeres que no se puede adjudicar al costo de producción del mismo; o, en pocas palabras, un tributo o impuesto oculto que se cobra solo porque el bien es para mujeres. Un ejemplo puede ser una rasuradora, las diferencias entre las de hombres y mujeres se reducen a su color, y su función es la misma: quitar vello. Pero, por alguna razón extraña (discriminación), la rasuradora “femenina” es más cara.
Esto, aunque resulte increíble, sucede. Tanto así, que un informe del Congreso Nacional de Argentina de 2018 detalló los precios en 512 tiendas de todo su país sobre 5 tipologías de productos, y se notó cómo el enfoque de género del producto influye en su precio. Ámbito, una revista argentina, hace un resumen claro y completo del estudio en su publicación “Impuesto rosa: ellas pagan hasta un 30% más por un mismo producto”. El resultado de la investigación señala la inmensa diferencia entre productos para mujeres, cuyo impuesto es entre 5 % y 10 % mayor que el de los productos masculinos o genéricos.
Entre estos, se mostraban productos que ni siquiera deberían estar ligados a una separación del género del consumidor. Por ejemplo, las mochilas escolares para niños y niñas tienen diferente precio; la masculina costaba 299 pesos argentinos y la femenina 599, lo que supone una diferencia del 100% en su precio. Sorprendentemente, el ibuprofeno también ha sido dirigido hacia los consumidores según su género. Las mujeres solemos tomar ibuprofeno cuando tenemos dolores menstruales, pero ahora hay “ibuprofeno femenino”, que es exactamente el mismo medicamento, que funciona igual para hombres y mujeres, con la diferencia que los dirigidos a nosotras son un 5 % más caros. Pagamos 47 % más por rasuradoras, 8.8 % más por desodorantes y este mismo patrón en productos que cumplen la misma función tanto para hombres como mujeres.
El US Government Accountability Office (GAO) también presentó un informe de este fenómeno en Estados Unidos, dirigido por Alicia Puente Cockley, en agosto del 2018. Hicieron el estudio en productos de cuidado personal, y en 10 categorías se encontró que los que son para mujeres tienen “una diferencia significativa” en su precio en comparación con el de hombres. Ella mencionó en el podcast de GAO que en algunos había ciertas diferencias como el olor, ingredientes, etc. Pero la función entre los productos es la misma.
Esto nos lleva a otra de las implicaciones de esta problemática. La diferencia de los componentes entre algunas de las rasuradoras femeninas y masculinas, por ejemplo, es que la primera puede llevar una lámina humectante y la segunda no. ¿Por qué? ¿Es que acaso los hombres no pueden proteger su piel? Una lámina humectante puede ser objeto de amenaza contra la masculinidad de un hombre porque “los hombres no tienen por qué querer una piel suave”. Si hiciéramos caso omiso a lo que nuestro rol de género nos dicta, obviamente teniendo la posibilidad, todos compraríamos la humectante porque es mejor y no lastima tanto, pero nuestra cultura tiene mucho que ver.
Finalmente, Alicia Puente nos da un tip a todos los consumidores sobre este fenómeno, y es considerar los precios y compararlos para ver qué es lo que cumple más nuestras necesidades y si es necesario o no un aumento del mismo. La economía sigue moviéndose y se acopla a la cultura de la sociedad a la que vende. Es necesario cambiar internamente para que nuestro entorno cambie con nosotros y que más empresas puedan considerar esto en su producción.
Estudiante de Ciencias Jurídicas
Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)