Tomo la palabra, el día de hoy, en nombre de más de 177 presos políticos y más de 350 personas que han perdido la vida en mi país desde el año 2028. Tomo la palabra en nombre de los miles de servidores públicos de todos los niveles, civiles y militares, que hoy son obligados por el régimen de Nicaragua a fingir, a llenar plazas y a repetir consignas, porque si no lo hacen, pierden su empleo.
Denunciar la dictadura de mi país no es fácil, pero seguir guardando silencio y defender lo indefendible es imposible.
Tengo que hablar, señor presidente, aunque tenga miedo; tengo que hablar, aunque mi futuro y el de mi familia sean inciertos; tengo que hablar, porque si no lo hago, las piedras mismas van a hablar por mí.
Días antes de anunciar nuestro retiro de la OEA, tuvimos una reunión en cancillería con un equipo de asesores presidenciales. En este encuentro, yo sugerí que se liberara por lo menos unos 20 presos políticos de la tercera edad y a otros 20 presos comunes cuya salud merecía y merece esta consideración. Esto sería, les dije, algo humanitario y políticamente inteligente, ya que nadie debe morir en la cárcel y menos siendo inocente o por falta de atención médica adecuada, o no tener atención médica del todo.
Nadie me hizo caso, señor presidente. En este momento se me dijo: “No vamos a tomar nota de este comentario. Vos sabés lo que puede pasar, y acordá que la derecha, entre más se le da, más quiere. Esto es lo que se me dijo en este momento. En el gobierno, nadie, nadie escucha -y nadie habla. Intenté varias veces, durante varios meses, pero todas las puertas se me cerraron.
Como ex-miembro del cuerpo de paz de Noruega, siempre creí que el diálogo, la diplomacia no eran tan importantes en tiempos de paz y democracias robustas. La diplomacia es necesaria en momento difíciles, en momentos complejos de crisis democráticas, como en mi país; sin embargo, lo que me he encontrado en estos meses, lo que pasa en mi país, supera mis pocas capacidades diplomáticas.
Desde 2018, Nicaragua se convirtió en el único país en Centroamérica, y probablemente en América Latina... Nicaragua se convirtió en el único país de Centroamérica donde no hay periódicos impresos, no hay libertad de publicar un simple tuit de un comentario en las redes sociales, no hay un organismo de Derechos Humanos, ni uno solo, no existe, todos fueron cerrados, expulsados o clausurados. No hay partidos políticos independientes, no hay elecciones creíbles, no hay separación de poderes, sino poderes fácticos. Este año se ha comenzado a confiscar las universidades privadas y se ha cancelado 137 ONGs -católicos, evangélicos, ecologistas... ¡Operación Sonrisa!, señor presidente... y la lista sigue creciendo.
170 mil nicaragüenses han huido del país y otros están huyendo, mientras que yo estoy hablando en este momento.
Señor presidente, para terminar quiero decir: Aunque pareciera que todo está perdido y que el panorama está nublado este día de hoy, yo creo firmemente, como le he dicho al secretario Almagro, que hay esperanza. Lo que dicho a mucha gente: Creo que hay esperanza.
Quiero decirles que la gente de adentro del gobierno y la gente de afuera está cansada, cansada de la dictadura y sus acciones. Y cada vez van a ser más los que digan ¡basta!, porque la luz, la luz siempre puede más que las tinieblas; porque el amor es más fuerte que el odio; porque se puede engañar a la gente por un tiempo, pero no todo el tiempo. Dios a veces tarda, pero nunca, señor presidente, Dios nunca olvida...
Muchas gracias.