Cada 25 de noviembre se hacen diferentes acciones para recordarle a la sociedad salvadoreña que las mujeres y niñas seguimos siendo víctimas de violencia por ser mujeres. Se ha tratado de vendernos la idea de que ahora las mujeres y niñas estamos “más seguras”, una seguridad que no existe para las mujeres y que, por el contrario, nos pone en riesgo con los cuerpos uniformados.
Los datos de la violencia contra las mujeres demuestran que no es cierto que estemos viviendo en uno de los países más seguros del mundo, como han dicho los y las tomadoras de decisión en el país: 3,351 es la cifra de denuncias de violencia sexual que presentaron organizaciones que trabajan con niñez y adolescencia. De este informe lo que más llama la atención son las 1,475 denuncias por delitos sexuales en contra de niñas, niños y adolescentes que fueron archivadas por la Fiscalía General de la República en el 2021. La cultura de violencia sexual en El Salvador es una constante y hasta una norma en algunas comunidades.
Para nadie es un secreto que las niñas y adolescentes no solo corren riesgo de violencia sexual; también se les impone llevar a cabo una maternidad forzada. Según el MINSAL en los últimos 5 años se han atendido 36,771 niñas y adolescentes con un embarazo. Ya se ha dicho que el embarazo en niñas y adolescentes es tortura de parte del Estado salvadoreño y un retroceso como sociedad. La inversión que pudo hacer el Estado en esa niña en educación, por ejemplo, queda tirada. El Estado condena a las niñas a continuar en círculos de pobreza y violencia, lo que nos hace seguir cultivando pobreza en lugar de mujeres con autonomía económica.
Desde el 2014, cuando se empezó a contabilizar el delito de feminicidio, hasta octubre se han contabilizado 2,672 muertes de mujeres y desde el 2011 hasta el 2022 se han contabilizado 42 trans-feminicidios. En medio del régimen de excepción, el 9 de agosto, mi compañera Esmeralda Mejía fue víctima de feminicidio. Hasta la fecha la FGR no se ha pronunciado sobre el proceso de investigación. Este es solo uno de los 43 casos que se han registrado mediante un monitoreo de medios, porque al parecer la transparencia es molesta hasta cuando se trata de encontrar justicia para las mujeres y niñas.
Este 25 de noviembre no es igual que los anteriores. Este año no solo nos duele porque ahora nos tenemos que cuidar del cuerpo de seguridad que en teoría nos debería de brindar seguridad, bajo la investidura de un régimen de excepción los cuerpos de seguridad son personas a las que les tenemos miedo. Nos duelen las 10,144 mujeres, siendo el gobierno de turno el que registra los índices más altos de desapariciones de las últimas tres administraciones. Pero también es el año que prestamos nuestras voces para las que ya no están, porque la memoria es lo que nos ayuda a continuar exigiendo que paren de matarnos, violarnos, desaparecernos. Queremos caminar sin miedo, libres y seguras por las calles de El Salvador, no queremos continuar diciendo que vivimos en El Salvador feminicida.
Hago el llamado para que este 25 de noviembre enciendas una velita por la esperanza de una sociedad feminista, justa y libre de violencia. Hago un llamado a las mujeres obreras, feministas, campesinas, trabajadoras sexuales, lesbianas, trans, bisexuales, jóvenes, ecologistas, defensoras de derechos humanos, periodistas, estudiantes, artistas, adultas mayores, niñas, adolescentes, indígenas y afrodescendientes a levantar nuestras voces para no olvidar a todas las víctimas de feminicidio y trans-feminicidio, y a las víctimas del sistema patriarcal que nos violenta.
Activista Social