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Con el salvavidas al cuello

Los proyectos ambiciosos como The Bitcoin City parecen fantasías para opacar los verdaderos problemas. Si no se llegan a cumplir las expectativas de su crecimiento, la inversión millonaria podría terminar de arruinar financieramente al país y, sumado al poco apoyo internacional por la situación política, no se contaría con la ayuda del FMI

Por Miguel Barreto

Los medios, los posts en redes sociales, los comentarios y conversaciones del día a día trataban de lo mismo: la caída del precio del Bitcoin. La criptomoneda, escogida para saldar la deuda que vence a principios del 2023 y atraer inversión al país, que ahora es el mayor campo de experimentación del Bitcoin, no ha dejado de perder valor desde finales del año pasado. La semana anterior, la criptodivisa regresó al punto en el que estaba a mediados del 2021 y muchos medios alertan que una burbuja está a punto de estallar; así, desde su adopción como moneda de curso legal, ha venido en declive, generando únicamente pérdidas al país.

Frente a esta situación, los tuits del presidente siguen cargados de optimismo, estimando la valoración hasta cien mil dólares y ridiculizando los mensajes de sus detractores. El mundo de las inversiones indudablemente es muy incierto, pero —sin importar quien tenga la razón respecto a sus predicciones a futuro— el efecto del Bitcoin incide directamente en cada salvadoreño. Lo cierto es que lo invertido por el gobierno en más de mil criptomonedas ha generado pérdidas hasta el punto que el FMI solicita su retiro como condición para el préstamo negociado desde el año pasado.

 

La valorización del Bitcoin ha iniciado el año de la peor manera. Entre las múltiples conmociones que le han afectado, las más importantes son la imposibilidad de su minería en grandes productores tales como China, Rusia y Kazajistán, y la inflación que se sufre a nivel global, junto a las medidas que gobiernos han impulsado para frenarla. Y, en contra de los ideales de independencia que presume la criptomoneda, las perturbaciones económicas han movido a muchos inversores a ir por otros activos que, como resultado, empujan a la reducción de la demanda del Bitcoin y al abandono de esos $70,000 a los que llegó a costar el año pasado. Con este panorama parece difícil que pronto vuelva a recuperar el precio o superarlo.

De esta manera, el país ha estado perdiendo dinero público desde finales del año pasado, pues sus corredores han comprado criptomonedas a un supuesto aproximado de $40,000 que por ahora, iniciando febrero, han bajado $5,000; es decir, el bitcoin ha generado pérdidas de más de diez millones de dólares. Por otra parte, el FMI, organismo con el cual se sigue negociando un préstamo de 1,300 millones de dólares, pide a modo de condición el retiro de la circulación de la criptodivisa, pues su uso implica un riesgo financiero, daño a la integridad del mercado, estabilidad financiera y protección del consumidor, debido a su caída de precio y las pérdidas que sufre el estado tratando de controlarlo para asegurar su circulación. Ante estas advertencias, se hace caso omiso, pues el gobierno sigue invirtiendo pese a su volatilidad, el desplome de sus acciones y su desaprobación por la ciudadanía y múltiples organismos internacionales.

En vista del curso que sigue la criptomoneda durante la crisis actual, los proyectos ambiciosos como The Bitcoin city parecen fantasías para opacar los verdaderos problemas. Si no se llegan a cumplir las expectativas de su crecimiento, la inversión millonaria podría terminar de arruinar financieramente al país y, sumado al poco apoyo internacional por la situación política, no se contaría con la ayuda del FMI; asimismo, para el 2023 El Salvador debe pagar $800 millones en Eurobonos, por lo que se deberá reducir gasto público o usar el presupuestado de otros sectores. Así, el salvavidas que se decidió tomar durante este tiempo de turbulencia, propagado como la mejor inversión, está pasando factura y lastimosamente todos estamos sujetos a su valor a pesar de que se use o no. Es así que, solo queda esperar que esta baja no se prolongue. Actualmente, solo una persona dicta qué se hará y, si sus pasos fracasan, es un coste que cada salvadoreño pagará caro, pues ahora ya estamos todos en juego y no pocos se van a quebrar si se naufraga, sino que todos vamos a terminar hundidos.

Estudiante de Ingeniería de Negocios

Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)

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Bitcoin Deuda Pública Opinión

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