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Desalojos urbanos debieran ser cosa del pasado

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Por Gerardo C. Tobar |

Revitalización, dinamización, renovación, así se le ha llamado a las transformaciones del centro histórico de San Salvador. Pero ¿estuvo el centro abandonado, desolado, estático, pasado de moda? Si esto es cierto, organicémonos todos y ¡vamos al rescate! movilicemos todos los recursos posibles y apartemos todos los escombros que se pongan en nuestro camino, para así recuperar nuestro querido centro histórico de San Salvador de una vez por todas - o como le decimos ahora, el downtown.


Pero lo cierto es que más de un millón de personas transitan diariamente por esas 250 cuadras en el corazón de la capital, desde siempre. Así que ni abandonado ni desolado, quizá pasado de moda, pero eso lo podemos hablar luego.
Cabe preguntarse entonces por qué pensamos que estuvo abandonado. O más bien, quiénes son los que decimos que el centro estuvo abandonado y con qué propósito. Si preguntamos a cualquier transeúnte o comerciante de ahí si cree que el centro estuvo desolado, seguramente ni siquiera nos entienda la pregunta, le parecería absurda.


Los términos de abandono y revitalización generan una narrativa que invisibiliza a las personas que nunca se fueron del centro histórico y que hicieron sus vidas ahí, ya sea comerciando u organizándose en cooperativas de vivienda para desafiar la especulación inmobiliaria y la exclusión económica.


Esta narrativa también invisibiliza a los grandes ganadores de estos procesos de desarrollo urbano a costa de sus habitantes: las grandes urbanizadoras y franquicias comerciales. En esta dinámica conocida como gentrificación es el mismo Estado el que desplaza a los más excluidos que se valieron de la rebusca para sobrevivir, para luego entregar esas cuadras al mejor postor: el gran capital.

Ni unos, ni otros, el centro es de todos. ¿Que si es posible que convivan peatones, pequeños comercios y empresas más establecidas en el mismo espacio? Pues sobran los ejemplos de ciudades que se han convertido en espacios más seguros y saludables sin necesidad de desplazar a los usuarios y habitantes más vulnerables, al contrario, se les ha incluido en estos procesos de desarrollo urbano.


El caso del centro histórico de San Salvador todavía puede ser distinto. Muchas cuadras lucen igual que hace 50 años y esa es una oportunidad. El proceso de desarrollo urbano en esas zonas aún puede ser diseñado con un enfoque de derecho a la ciudad donde lo central sean las personas y no el dinero. ¿Que si es factible? No hay gobierno en Latinoamérica más poderoso y popular que el de El Salvador; de que hay capacidad, la hay. La pregunta es si tendrá la voluntad de priorizar a las personas en este proceso.


¿Hay algún plan de desarrollo urbano participativo? ¿Hay mesas de trabajo entre técnicos de la OPAMSS, urbanistas, alcaldía, usuarios, comerciantes y habitantes del centro histórico? O algo más básico, ¿se les ha preguntado a las personas que han trabajado o habitado ahí por años cómo les gustaría contribuir a mejorar su propio entorno? Si no, todavía es tiempo. Desalojarles con engaños y violencia, como en ocasiones pasadas, es atropellar sus derechos ciudadanos, es arrebatarle sus lugares de trabajo y el sostén del día a día para sus familias. Esta práctica de verdad debiera quedar en el pasado, ni siquiera debiera ser una opción.


Lo que está sucediendo en el ex-Cine Metro, a una cuadra del Teatro Nacional de San Salvador, demuestra que sí se pueden hacer las cosas diferente.

Desde hace casi tres años este ex-cine construido en los 70s lo habita la Asociación Cultural Azoro (ACA) y otras colectivas artistas, que se propusieron darle una nueva vida después haber pasado varios años sin uso. Ahí fundaron el proyecto cultural “Nave Cine Metro”.


La primera decisión que tomaron fue ser sensatas y asumirse como las nuevas habitantes de la cuadra y respetar el legado de todos sus vecinos comerciantes. Así, abrieron a la comunidad sus talleres artísticos y espectáculos culturales.
Uno de estos chicos participantes de talleres nos contó que la Nave Cine Metro es como su casa: “Llegamos, tenemos que ayudar como en nuestra casa; también hay espacios de juego, a todas las maestras las queremos y cada vez vamos aprendiendo más”.


Otro nos cuenta que lo más importante para él de “la Nave”, como le llaman, son las clases de teatro y de arte circense. Una madre cuenta que lleva 20 años vendiendo ropa y zapatos en esa cuadra, que ahí ha criado a su hija, y ahora agradece que tengan un espacio seguro donde ser libres y expresarse.


La Nave es un ejemplo tangible de que las personas sí se pueden poner al centro en los procesos de desarrollo. Ojalá la Nave, que está en el corazón de estas cuadras llenas de memoria, inspire la nueva etapa de desarrollo urbano que se avecina para el Centro Histórico.

Ingeniero de la Universidad Don Bosco, politólogo y apasionado de la gestión cultural.

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