Desde hace un tiempo nos hemos habituado a las olas de calor extremo, pero, según los expertos, éstas cada vez son más frecuentes y con temperaturas que escalan el termómetro de manera alarmante.
En el sur de Europa el bochorno se prolonga hasta la llegada de la noche, cuando los veraneantes al fin sienten el alivio de la brisa y el descanso de un sol implacable. Es un sofoco al que los ingleses no están acostumbrados ni en plena canícula. Sin embargo, este año Londres ha experimentado temperaturas inusuales, con el pavimento en el aeropuerto de Heathrow literalmente derritiéndose en las pistas donde aterrizan y despegan los aviones. Los londinenses, cuyos veranos suelen ser nublados y hasta algo lluviosos, se han visto obligados a guarecerse en sus casas para evitar la deshidratación o males peores.
En España y Portugal, donde el estío es más fuerte, los incendios forestales arrasan los campos y desde los trenes rápidos se han vivido momentos de pánico al sentir los viajeros la peligrosa cercanía de las llamas que avanzan en un paisaje con imágenes apocalípticas. Los barrenderos en Madrid sufren golpes de calor mientras limpian en las calles reblandecidas por los destellos del sol. Tanto es el calor que algunos sufren desmayos y hasta corren peligro de morir. Las autoridades le piden a la población que extremen las precauciones, sobre todo en el cuidado de los niños y personas mayores.
Europa arde, pero los efectos del cambio climático también se sienten en Estados Unidos y otras partes del mundo como la India, donde la temporada de monzones se ha adelantado. En un artículo publicado en The Atlantic se cita a un científico de la Universidad de Columbia, en Nueva York, quien da por sentado que este fenómeno inducido por el hombre se acelerado. Según el académico Kai Kornhuber, desde los Años Setenta las olas de calor han aumentado seis veces más en el hemisferio Norte y, añade, el cambio climático podría estar modificando el modo en que los sistemas climatológicos se mueven en el mundo.
Bajo la administración del ex presidente Donald Trump el “negacionismo” del cambio climático fue uno de los credos de los republicanos que culminó con la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París. Trump dio portazo a cualquier alianza, llegando a afirmar que no le daba credibilidad a un informe de más 1,500 páginas que detallaba el impacto negativo del cambio climático en la salud, el medioambiente y la economía. Hoy en día, ante las indiscutibles evidencias, en las filas republicanas se ha pasado del “negacionismo” a hacer la vista gorda ante el calentamiento global.
Por su parte, el presidente Joe Biden, quien se ha referido al cambio climático como una “amenaza existencial” para el planeta, no ha conseguido avanzar lo suficiente en esta batalla a pesar de que insertó nuevamente a Estados Unidos en el ámbito de los Acuerdos de París. Biden se ha tropezado una y otra vez con la inacción del Congreso y el rechazo en particular del senador demócrata por Virginia Occidental Joe Manchin, quien antepone los intereses que tiene en la industria del carbón a la línea de su partido. Ante el revés legislativo, Biden ha anunciado una serie de acciones ejecutivas pero sin llegar a declarar una “emergencia climática”. Para los grupos que defienden el medioambiente una vez más las promesas se han quedado a medio camino.
Los científicos dicen que en el futuro, cuando estos embates de calor sofocante sean la norma en gran parte del planeta como parte de las consecuencias del cambio climático, recordaremos este verano como uno de los más fríos. Habrá quien viva para contarlo y asombrar a las generaciones venideras. [©FIRMAS PRESS]
Escritora y periodista/Twitter: ginamontaner