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Descuidar la caficultura es retroceder en sostenibilidad

El cultivo del café puso en los mapas a El Salvador en el Siglo XX, además de formarse como parte de la imagen de la marca País, y por supuesto como cultivo por excelencia que daba la bonanza económica nacional, llevando nuestro café a los mejores lugares de Estados Unidos y Europa y Asia. Formando parte de las grandes ligas de producción a nivel mundial.

Por Carlos F. Imendia |

El cultivo del café, desde su introducción en el Siglo XIX en nuestro país, algunos se lo atribuyen el impulso de este hito agrícola como una visión de país presidencialista del General Gerardo Barrios y Espinoza en Cacahuatique, hoy ciudad Barrios y cuna de San Oscar Arnulfo Romero. En esas montañas del oriente del país se comenzó a tecnificar la siembra del café, dando resultados positivos y de gran calidad y exquisitez, reconociéndose su cultivo en montañas fértiles por los suelos volcánicos, con agua pura y filtrada de clima perfecto.


Luego se extendió su cultivo a lo largo y ancho del país principalmente en la zona montañosa del oriente de El Salvador, cadena Volcánica, en San Miguel, Jucuapa y Chinameca. Tuve la oportunidad, cierta vez, de visitar el dormido Volcán Tecapa, la famosa Laguna de Alegría y las fértiles haciendas cafetaleras, entre ellas la de la Familia Meardi, fundada por don Mauricio Meardi Scafinni, un inmigrante italiano que invirtió su fortuna y amasó una gran cantidad de tierra para el cultivo y exportación de café de óptima calidad.


Pese al ensañamiento de la guerrilla con la caficultura y sus representantes durante el conflicto armado, el sabotaje al Beneficio de mis amigos Meardi y la quema de su hacienda y otras situaciones lamentables en ese período, el cultivo de café aún se conserva y es asombroso como la bondad de ese terreno volcánico y geotérmico sigue dando plantas fuertes y frutos de óptima calidad, café muy reconocido a nivel internacional.

El cultivo del café siguió extendiéndose por la zona de la Cordillera del Bálsamo, laderas cercanas a Santa Tecla, Huizúcar, el volcán de San Salvador, posteriormente a Jayaque o la Cumbre , donde hay excelente café de altura, tuve la oportunidad de conocer cerros cafetaleros que fueron propiedad de mi familia materna, y una casita de lámina europea , finos acabados y balcones hermosamente decorados propiedad de la familia que era ocupada en tiempos de corta de café en esas coloridas cumbres del departamento de La Libertad. La silueta de dicha cordillera se aprecia desde el mítico Atehuán, que fue parte del itinerario de conquista hace 500 años y donde llegó el legendario Tonatiuh (Pedro de Alvarado).


El cultivo del café siguió expandiéndose por tierra por toda la cordillera de la Sierra Apaneca-Ilamatepec-Tecpán, convirtiendo la zona en un auténtico polo de riqueza y desarrollo, pese a la asechanzas, el pillaje, al sabotaje y a la destrucción de las ideologías provenientes de tierras lejanas que buscaban dividir, desestabilizar y atizar el odio entre hermanos bajo la premisa dibujada por una hoz y un martillo. Dejó mucha estela de muerte injusta y rencor patrón y trabajador, y que ideológicamente sigue usándose en la actualidad como memoria de matanzas mediante la manipulación de la historia.


El cultivo del café puso en los mapas a El Salvador en el Siglo XX, además de formarse como parte de la imagen de la marca País, y por supuesto como cultivo por excelencia que daba la bonanza económica nacional, llevando nuestro café a los mejores lugares de Estados Unidos y Europa y Asia. Formando parte de las grandes ligas de producción a nivel mundial.

Pero después de estar en su punto más alto, en producción y exportación, por medio de factores externos, la situación del café tuvo un giro dramático O CAÍDA dramática y así también los productores, sus haciendas, beneficios, etc. Según un informe de la CEPAL- SERIE apunta: “Se partía (1999- 2000) de la premisa de que las reducciones esperadas de las cosechas brasileña y colombiana (ocasionadas por efectos climáticos) no serían compensadas por los aumentos previstos en algunos países como Vietnam, Cõte d’Ivoire e India”. Eso golpeaba enormemente la producción salvadoreña.


Pero, sin duda, el cambio climático es el peor enemigo de la caficultura nacional. Fenómenos como el de la Niña afectan poderosamente los cultivos y la producción, exceso de lluvias, así como prologadas sequias. Esta situación produce hongos como la roya causantes de una grave crisis en 2012 en los cultivos centroamericanos.
Los cafetales forman parte de auténticos sumideros de carbono, cobijan variedad de biodiversidad, se dice que una de las especies que más se proliferan en el bosque cafetalero son las abejas y producen una excelente miel. Además el bosque cafetalero fomenta el óptimo cuidado del suelo, las reservas de agua, en fin un gran equilibrio ambiental que beneficia al país y a la comunidad, su vulneración o descuido es un retroceso para la sostenibilidad en el país, promovamos y cuidemos la caficultura que es parte de nuestra identidad nacional.

Ambientalista y publicista.

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