En artículos anteriores hemos visto cómo el Bitcoin y su blockchain, buscando sustituir el papel de los bancos en las transferencias y la tenencia de dinero con un mecanismo que se auto controlara, resultó creando un sistema que carece de sentido común.
Lo hicieron creando una cadena de bloques electrónicos (blockchain) y poniendo en ellos la información de las transferencias que se realizan. Después de poner un bloque se pone otro, y se va formando una cadena con todas las transacciones, como en la contabilidad de un banco.
¿Quién pone estos bloques en su lugar, sustituyendo al que apunta las transacciones en el banco? Son los así llamados mineros. Lo hacen para ganarse una recompensa.
Cada minero busca en el sistema las transacciones que quieren realizarse y las apunta en su proyecto de bloque. Luego compite con sus colegas para determinar quién pone el bloque, tirando lo que puede describirse como unos dados electrónicos. El sistema premia al primero que tira un número específico con ellos. El que tire primero ese número pone el bloque, realiza la transferencia y la certifica, y recibe Bitcoins en recompensa. Es caro. Tirar esos dados gasta más energía que toda España.
Así, el sistema de Bitcoin hace transferencias a través de un grupo de tahúres jugando en un casino, usando unos dados que es carísimo tirar.
¿Y a quién le interesa gastar tanta electricidad para que su dinero no pase por bancos? Son dos grupos.
Primero, criminales, desde narcotraficantes hasta terroristas, que no quieren dejar el rastro que las transacciones bancarias dejan. Segundo, libertarios que no quieren que el gobierno sepa lo que hacen con sus recursos o pueda robarles dinero a través de la inflación.
Que piensen así es sorprendente porque ignoran la espantosa inflación que sufre lo denominado en Bitcoins cada vez que el precio de éstos cae. Por ejemplo, un carro que el 8 de noviembre de 2021 valía $68,000, igual a un Bitcoin en ese momento, ahora sigue valiendo lo mismo en dólares, pero en Bitcoins vale 1.80 Bitcoins (80% de inflación en tres meses, 320% anual, tasa jamás alcanzada por el dólar, el euro, o la libra esterlina, que en promedio han tenido 2% de inflación anual en los últimos 30 años).
También, temiendo los robos, ignoran los perpetrados por personas que manejan cuentas de otros, obtienen los códigos de sus cuentas y desaparecen con el dinero de éstos sin posibilidad de recuperarlo. Peor, ignoran un problema fundamental de diseño, la posibilidad de lo que los bitcoineros llaman el “ataque del 51%”, que está ligada a la ventaja que tiene en el blockchain el tahúr que tiene más dados.
Es bien fácil darse cuenta de que el que tiene más dados tiene la ventaja en una competencia en la que gana el primero que tira un número específico. Si usted tiene 10 dados, por ejemplo, la probabilidad de que le salga un cuatro en una primera tirada es mucho más alta que la que tiene alguien que tiene sólo un dado.
Esta ventaja funciona independientemente de qué porcentaje controla usted de los dados, siempre que sea más que cada uno de los demás, como si usted tiene 20% y los otros tienen solo el 1% cada uno. Pero se vuelve decisiva si usted tiene más de la mitad. De acuerdo con la estructura interna del blockchain, si usted tiene el 51% usted puede hacer y certificar todo mientras más veces se tiren los dados.
Puede revertir operaciones, usar sus Bitcoins repetidas veces, robarles a unos y regalarles a otros. Se realizaron robos así con varias criptomonedas similares a Bitcoin en 2017, 2018 y 2020. En julio de 2014, un grupo de mineros, gHash.IO, sobrepasó el 50% del mercado de Bitcoin. Confrontado con una reacción muy negativa de sus competidores el grupo se comprometió a bajar su participación en el mercado a menos de 40%, una ventaja todavía aplastante. Pero el cumplimiento de promesas de este tipo no puede comprobarse porque cualquiera puede tener más de una cuenta —una con 40% y otra con 11%, por ejemplo—y las cuentas son secretas.
Esto se resolvería exigiendo que cada quién registre lo que tiene, pero eso establecería un control centralizado (como el de los bancos) y el Bitcoin quiere ser anónimo y descentralizado.
Y es sólo por eso que necesita a los carísimos tahúres. El problema no puede resolverse sin destruir el propósito del Bitcoin. Y el negocio.
Actualmente, el 0.1% de las cuentas de Bitcoin controla la mitad de los dados. (https://fortune.com/2021/10/26/bitcoin-mining-capacity-ownership-concentration-top- investors-nber-study/). Si un día ese 0.1% se pone de acuerdo puede acabarse a todos los demás (99.9%). Y entonces, los libertarios pueden descubrir que no solo los bancos centrales y los gobiernos pueden desplumar a la gente.
Máster en Economía
Northwestern University