Todo un espectáculo la inauguración de la biblioteca donada por los chinos, BINAES, sin que nadie sepa por qué se cambió el nombre de Francisco Gavidia, una de las más ilustres figuras de las letras salvadoreñas. Se han escuchado comentarios comparándola con un parque de diversiones, y una de las voces más respetadas, la del historiador Carlos Cañas Dinarte la califica como “una biblioteca infantil, una biblioteca escolar, pero nunca una biblioteca nacional, ni de lejos”.
En el recorrido realizado en su inauguración y en información relacionada con los 7 pisos que constituyen el nuevo edificio, aparece la distribución de los diferentes niveles: 1. Lobby, recibidor y auditorio. 2. Lectura niñez 0 a 7 años. 3. Niñez y adolescencia 8 a 12 años. Zona de juego. 4. Jóvenes, salas de lectura. 5. Colección general BINAES. Estantería abierta. Novela, poesía, ciencias. 6. Área formato digital con 9 millones de libros, revistas y documentos históricos. 7. Auditorio, terraza, restaurante, sala de exposiciones. Total un paraíso con todas las novedades que la tecnología permite para estimular el hábito de la lectura, lo que es encomiable.
Sin embargo, en la Biblioteca Nacional Francisco Gavidia inaugurada en 1870 por el Presidente Francisco Dueñas, había áreas que parecen no tener cabida en la BINAES. Colección Iberoamericana, Colección General de Libros Antiguos (Lambruschini) Hemeroteca Nacional. Colección Nacional. Departamento de Medios Visuales. Disertaciones y tesis. Sección revistas. Colección Braille. Si no recordamos mal, cuando se demolió el antiguo edificio, no se dijo en qué lugar se resguardaría este patrimonio nacional, que contenía valiosos tesoros.
Tal vez el más importante es la Colección Lambruschini, llamada así porque perteneció al Cardenal Lambruschini, Secretario del Papa Gregorio XVI, y que fue comprada por decisión del Presidente Dueñas en 1870 para la nueva biblioteca. Constaba de 6,000 volúmenes, de los cuales en 2021 según datos del MINED existían 3,519. ¿Qué se hizo el resto? ¿Queda algo todavía de esa cantidad? ¿Dónde se encuentra? Curiosamente, en la lista de países que tienen el orgullo de tener libros incunables, se dice que en El Salvador hay “por lo menos uno, de la Colección Lambruschini.” Tal vez don Manlio Argueta, exdirector de la Biblioteca Nacional, pueda dar alguna información al respecto.
Vale la pena recordar que se consideran “incunables” los libros impresos entre 1454 y 1500, es decir “en la cuna” y que presentan características especiales: No tienen título en hoja separada, sin letras mayúsculas, sin párrafos, ni separación de capítulos, ni signos de puntuación, ni páginas numeradas, y los párrafos carecen de sangría. Y según la lista de países que tienen esos tesoros, en primer lugar Alemania con 18,550 incunables. Londres 12,500. Francia 12,000. El Vaticano 8,900. Austria 8,000. Rusia 7,000. Biblioteca del Congreso USA 5,600. Harvard 3,600. España 3,300. Salamanca 2,800. México 169. Brasil 150. Colombia 50. Chle 29. Argentina 21. Monterrey, México 7. Y el único país de Centroamérica, El Salvador, por lo menos 1 de la Colección Lambruschini.
¿Dónde está nuestro único incunable? En países donde se aprecia la cultura, los libros valiosos están resguardados en libreras debidamente cerradas, a temperaturas especiales y con grandes medidas de seguridad. En la flamante BINAES únicamente en el 6° nivel aparecen documentos históricos como único lugar que podría albergar las colecciones existentes en la Biblioteca Nacional Francisco Gavidia. No sabemos si los encargados del nuevo edificio tienen la suficiente instrucción como para entender el valor de las antiguas colecciones. Y aunque se espera que las nuevas instalaciones ayuden a mejorar la capacidad de lectura de nuestro pueblo, es importante rescatar esa parte tan importante de nuestro acervo cultural. Decía Jorge Luis Borges que “él concebía el Paraíso como una enorme biblioteca”.
Maestra