Volvió a pasar. El candidato del mainstream mediático perdió. Como Hillary Clinton, como el Brexit en Inglaterra, como Massa en Argentina. Por más que le endilgaron a Milei el sambenito de ser de extrema derecha, loco y excéntrico (y por lo tanto “peligroso), la gente votó por él.
Aunque, para decirlo todo, ganó con el llamado “voto de castigo”. Volvió a pasar que muchos, la mayoría de argentinos, no votaron directamente por Milei y sus ideas, sino “en contra” de la clase política argentina enquistada en un peronismo rancio, que ha llevado a Argentina a un 145% de inflación en 2023.
Volvió a pasar que alguien capitalizó el enorme descontento popular con la gestión del actual gobierno, y con quienes heredan ideológicamente como continuadores de las políticas populacheras (que no populistas, eso es más serio de como suena) del kirchenismo.
En una democracia de estrechos márgenes Milei ganó por 11 puntos porcentuales: una paliza. Demasiado para hablar de casualidades o coyunturas.
Como sea, volvió a pasar. Y no porque se haya castigado la mala gestión del gobierno actual (para muestra la obscena tasa de inflación que ha sufrido Argentina los últimos meses), sino porque Milei representaba -principalmente para los jóvenes- no solo una cara nueva (bastante pintoresca, por cierto), sino la ruptura con la política como hasta ahora se conocía en ese país.
Pedro Castillo, Guillermo Lasso, Gustavo Petro, Gabriel Boric, Bolsonaro y por supuesto Donald Trump, se montaron en el mismo carro que Milei: líderes extraños al establishment que se hacen con el poder. Los dos primeros duraron poco, pues al cabo de menos de dos años de haber asumido el poder se vieron forzados a renunciar, debido a su incapacidad para jinetear el potro de la ingobernabilidad. Los siguientes (excepto Trump y Bolsonaro) no han dimitido… pero su popularidad se ve francamente a la baja.
Milei tiene un reto enorme: gobernar un país bastante complicado (políticamente hablando) como es Argentina, con menos del 15% de representantes de su partido en la Cámara de Diputados, y 10% de Senadores en el Congreso… Se apoya, sí, en la alianza con Macri y Bulrich, pero una cosa es una entente en tiempos electorales y otra cuando ya se está gobernando. A ver.
Habrá que esperar qué va a hacer Milei. Con sus primeras decisiones y disposiciones de gobierno hará ver a los argentinos qué tan libertario es al fin y al cabo. Pues, ya se sabe… una cosa es aparecer en los mítines con una motosierra para ilustrar que va a cortar de raíz el exceso de gobierno: dolarizar, cerrar el Banco Central, recortar drásticamente el déficit fiscal, abandonarse sin más al libre merado como regulador económico; y otra ponerse manos a la obra.
Milei y el mismo concepto del Estado parecen estar divorciados. Pero… a ver qué hace ahora “desde el Estado” para poner en práctica sus furibundas consignas de campaña y sus balandronadas de mitin populachero.
Como sea… volvió a pasar. El humor social demostró ser taaan manipulable y el poder de la comunicación directa (redes sociales, mítines, debates, etc.) taaan efectivo, que por más que todos los medios nacionales e internacionales “alineados” y disciplinados con la progresía liberal se opusieron frontalmente a Milei, éste logró dejar en la mente y en el sentimiento de los electores algo que ya no sorprende: el miedo a lo desconocido fue superado al rencor contra los políticos de azadón: esos que solo jalan para su provecho y se sirven con la cuchara grande mientras saborean las mieles del poder; creyendo, ingenuamente, que su situación durará para siempre.
A fin de cuentas, Milei logró identificar a Massa (su principal rival) como la continuidad el kirchenismo, e hizo que la gente lo viera a él como el necesario cambio. Quizá ahora ya no sorprende. Pero, como sea, volvió a pasar.
Ingeniero/@carlosmayorare