Se define la calumnia de la siguiente manera: Acusación o imputación falsa hecha contra alguien con la intención de causarle daño o de perjudicarle. Imputación falsa de un delito de los que dan lugar a procedimiento de oficio.
Y se define desde el punto de vista bíblico: difamar a una persona con un objetivo malicioso. Esto se puede hacer de manera verbal o escrita.
La finalidad del comentario es mal poner a la víctima delante de otros. Incluso si la acusación se hace ante un gobernante, éste podía mandarlo a prisión o causarle la muerte.
En el país se respira un ambiente tenso, se podría escuchar la caída de una hoja ante el silencio de la sociedad que, de una u otra forma se le puede declarar tan culpable como el calumniador por ser cómplices por omisión.
Se prefiere callar y no denunciar lo que vivimos.
Pocas veces la sociedad salvadoreña ha estado tan dividida como ahora; por un lado tenemos a una sociedad violenta como pocas hay en el mundo y no basta con la violencia física que se ejerce sino que estamos ante una forma que supera a ésta como es la calumnia que, en su peor forma, se practica ocasionando daños graves e irreparables a las personas afectadas.
Tristemente el calumniado no puede resarcir en su alma esa amarga derrota. Nadie mueve un dedo para reintegrar el honor del afectado. El golpe artero ha sido efectivo, derrumbó la ética, la moral en una sociedad que parece que tales valores no existieran.
Nada qué hacer, todo se debe dirimir en un tribunal y, mientras, quien practica la calumnia goza de la perversidad que implica tal bajeza y será ese pírrico triunfo el tema que se conversará en la sobremesa.
No parece que lo antes descrito suceda en la vida real y que esos sean los nuevos valores que nuestros hijos deban aprender y ejercer en su vida. Es una realidad que da tristeza. Nadie gana, todos pierden, pues deberá el calumniador arrastrar toda su vida con el gozo pútrido de una mentira que daña la integridad de una persona, de su prójimo que está atado de manos, que es lanzado a la arena para ser devorado por las fieras.
El país se estanca, no avanza y todo se debe solucionar de la forma más violenta posible. Hemos perdido el poco tejido social que había. Ahora todos somos de un bando o de otro pero eso es imperdonable. Se debe atacar a quien sea si eso provoca algún gozo. Ese sentimiento de triunfo, de victoria, cuando es el calumniador quien tarde o temprano sacará la peor parte, pues sin duda alguna esta vil persona debe pagar el daño que ocasionó, sea en esta vida o en la otra.
Sin duda alguna habremos personas que preferiremos se nos calumnie antes que ser nosotros los que causaremos un daño irreparable a otro sea por el simple acto de maldad o de revanchismo.
Aparentamos ser una sociedad religiosa; sin embargo; más creo que practicamos ritos externos mientras nuestra alma apenas goza de una pureza pasajera, sabedores de que nuestros actos no agradan a Dios, solo el regocijo temporal con esa pérdida de valores y seguiremos pariendo hijos que ven al hostil padre o madre como personas anti héroes, antivalores.
Un país lleno de odio no avanza, nunca el dolor físico ni el dolor moral serán el revulsivo para dejar una sociedad más justa, más fraterna si lo que menos hacemos es “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos”.
No hay alternativa. Debemos ser fieles garantes de ejercer el amor y no el odio, el respeto y no el irrespeto, el cultivo de valores y no practicar anti valores y jamás detenernos ni por un segundo si se trata en hacer el bien al otro, en ser unos verdaderos agentes de cambio donde la calumnia no tenga cabida, que sea la verdad la que derrote tantas veces sea necesario a la mentira y así, todo un país gana, y caminar con la frente en alto ante la mugre, ante el descrédito, ante la calumnia.
Médico.