Después de dos semanas de fiesta por Navidad, Año Nuevo y los Reyes Magos, que aquí no los celebramos, pero en España es la fiesta del año para los niños, pues son los Reyes Magos quienes traen los juguetes y en todas las ciudades se espera con alegría su gran cabalgata la noche del cinco de enero.
Pasadas las fiestas y de regreso a la realidad de cada uno, surgen en la mente en estos primeros días de enero, los buenos propósitos para el 2023.
Lo míos y más importantes son tres. El primero, cuidar y dedicar tiempo y recursos a mi salud física y mental para mantenerme en forma. El segundo, armonizar la paz intrafamiliar y ayudar a que cada uno consiga sus objetivos personales y profesionales, y el tercero, mantener la atención en las buenas relaciones entre la casa y la empresa, aplicando el sentido común para encontrar soluciones útiles que garanticen la sostenibilidad y la continuidad. Son tres propósitos, cada uno con sus objetivos, en los ámbitos que puedo actuar porque están a mi alcance y en mi campo de acción.
En las cosas nacionales e internacionales, en manos de los responsables de las grandes decisiones, de las que dependen nuestro futuro a medio y largo plazo, les deseo que encuentren pronto soluciones de sentido común para garantizar la paz y la convivencia nacional e internacional y logren controlar los conflictos bélicos y sus consecuencias para todos, como la escalada en la subida de precios y la inflación.
Si de algo sirve, en las peticiones que se hacen en todas las iglesias por los millones de feligreses que participan en los actos religiosos, se pide a Dios que los gobernantes tengan la visión de dirigir este mundo por y hacia la paz.
Pero con los pies sobre la tierra y por si le es útil para sus propósitos de este año, le digo que es muy importante, si de verdad los quiere realizar, que los defina cuidadosamente y se marque sus objetivos tanto en su dimensión como en los recursos, el tiempo que les dedicará y el plazo para conseguirlo, que fije una fecha para empezar y no la posponga. La experiencia me ha enseñado que todo lo que se pospone corre el riesgo que no se haga, y si se vuelve a posponer, termina por no hacerse.
Si su propósito es bajar de peso, escriba cuántas libras, en cuánto tiempo, cuándo empezará, qué hará para conseguirlo, cómo hará el seguimiento diario y qué premio se otorgará cuando lo haya conseguido.
Los propósitos que al principio son ilusiones y buenos deseos, la única forma de convertirlos en realidades es la fuerza de voluntad para saltar del letargo a la acción y luego el entusiasmo para seguir y avanzar.
En nuestro entorno es más fácil encontrar justificaciones dudosas para posponer el comienzo, que encontrar razones para empezar.
Procrastinación, se llama la manía de posponer y volver a posponer las cosas importantes y entretenerse en irrelevantes que no aportan nada pero que gusta hacer, como la continua conexión a las redes sociales o supuestos malestares de salud que pospone el inicio.
Cuide que sus propósitos sean cautos y alcanzables. Ponerse objetivos muy exigentes que desde el principio sabe que no será posible alcanzarlos por el tiempo o los recursos que requieren, le desanimarán desde el principio y ni siquiera empezará.
En todo caso, el sentido común y el autoconocimiento, son básicos para definir los propósitos y aprender sistemas para realizarlos. Solo alrededor del 20% de las personas consiguen sus propósitos tal como se los plantearon y los superaron. Nada es fácil. Sea uno más y de buen ejemplo. La clave es la fuerza de voluntad.
Ingeniero/Pedroroque.net