Hace unos días escuchaba por la radio a un líder religioso que hablaba sobre el carácter de las apuestas y la importancia de mantenerse alejado de estas. Su mensaje fue que apostar por algo (cualquier cosa) no es de personas que aman a Cristo, porque el fundamento de la apuesta es la codicia y el dinero fácil. También reiteraba que los que tienen dinero y apuestan son tontos porque lo pierden, y el que gana con la apuesta es un envidioso ladrón, porque recolecta en menoscabo del trabajo esforzado y digno.
Desde nuestro punto de vista estratégico, lo primero que nos cuestionamos es ¿qué es una apuesta? El verbo apostar significa arriesgar. Es puro riesgo con un proceso de tres pasos en la toma de decisiones: el primer paso es poner en peligro cierta cantidad de dinero en mecanismos de apuestas. Cualquier apuesta busca mecanismos de pasatiempo, solaz, y entre estos podemos mencionar principalmente a los juegos de azar, juegos de naipes, monopolio, damas chinas, lotería, deportes, carreras de caballos, peleas de perros o de gallos, aplicaciones de e-gambling en los Smartphones, y todas las criptomonedas. El segundo paso es adjudicar un monto, una cantidad con la apuesta que podría tener tal o cual resultado. El tercer y último paso es verificar la ganancia o la pérdida ante tal resultado. Si se pierde la apuesta, la cantidad de dinero que se apostó es cobrada por el ganador y se ha esfumado para la eternidad. Ese dinero que nunca volverá. Si se gana la apuesta, se recupera lo que se apostó y se aumenta el lucro a expensas de las personas que han perdido. Si analizamos estos tres pasos, la aventura de la apuesta implica una adicción que entretiene con adrenalina extrema a los que participan de ella. Además, muestra un concepto de “enriquecimiento ilícito” con base en la mala suerte de los perdedores. Por último, aquellos que participan y no tienen cómo pagar acuden a usureros corruptos o grupos de mafiosos que le prestan el dinero a cambio de su futura ruina. Hay miles de historias de personas que al entrar en el afán de la apuesta se enredan con el crimen organizado, con narcotraficantes, crímenes violentos, persecuciones, exilios, suicidios, divorcios, expropiación de bienes, quiebras económicas y hasta la muerte de personas inocentes.
La ambición por el dinero fácil se ha amalgamado con el concepto de entretenimiento desde hace muchos siglos. Con este modelo de negocios se ha apostado con la mujer, con gladiadores, con tierras, con los coliseos y hasta con imperios. Con el advenimiento de las tecnologías disruptivas y la inteligencia artificial se dejó atrás el bingo para colectar donaciones; y ahora desde cualquier smartphone, usando playstore, vea cuánta aplicación digital de apuestas se le ocurra. Después de la pandemia, tristemente esto aplica a todas las disciplinas. Ya no se necesita ir a Las Vegas para apostar y hacer dinero fácil a expensas de otros.
Las plataformas de negocio de las apuestas de este siglo se llaman criptomonedas como engranajes putrefactos de levantamiento de capital. Acá en el país, desde el año pasado, todos hemos visto al Bitcoin en acción. Sin embargo, son miles de criptomonedas con modelos de negocios corruptos, lleno de usura y miseria para los más vulnerables que arriesgan lo que no tienen. ¡Es vicio adictivo que, jugando a apuestas compulsivas, también nos muestran una cadena de corrupción de empresas asociadas que, cobrando cada uno su comisión, buscan hacer dinero a expensas de la ignorancia de los más pobres!
Eleonora Escalante.
CEO-Founder
Eleonora Escalante Strategy Studio
Corporate Strategy Reflections, Arts & Publishing