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Carta a los opositores: Si no es hoy, ¿cuándo?

Yo entiendo que los candidatos sienten que no es el momento de hacer promesas y de anunciar medidas que van a tomar al llegar al poder. No hace falta. Que digan lo que cualquier gobierno que llegue tiene que hacer para combatir la pobreza y para garantizarle a la gente seguridad, pero sin quitarles sus derechos. No es hora de programas de gobierno, es hora de decir con claridad lo que está mal, quiénes son los culpables.

Por Paolo Luers
Periodista

El hecho que a esta altura, faltando sólo 2 meses para las elecciones del 4 de febrero, ninguna candidatura opositora haya despegado, es incomprensible. No me vengan a decir que no hay potencial opositor. No es cierto que todo el mundo está de acuerdo con el rumbo del país. Las encuestas, si las leemos bien, nos indican que en diferentes campos de la política, entre 25 y 40 porciento de los salvadoreños expresan descontento. Hay gente seriamente afectada por la falta de políticas fiscales y económicas. Ha crecido la extrema pobreza. Y hay víctimas de la política que busca construir seguridad a costa de derechos civiles. Hay el desempleo de siempre, el histórico, más los miles de despidos arbitrarios de este gobierno en el sector público. Hay cientos de miles de personas que ven con angustia existencial la situación de las pensiones. 

Estamos hablando de varios cientos de miles de salvadoreños que se sienten abandonados,  maltratados y afectados por el gobierno actual –y que seguramente no están interesados en que este régimen se siga consolidando en las próximas elecciones. Esperan que alguien los represente.

Entonces, ¿cómo entender que ninguno de los partidos opositores y tampoco ninguno de sus candidatos presidenciales ha logrado conectar con estos sectores, sus problemas y sus necesidades?

La primera respuesta que me viene en mente es: Los candidatos no hablan con la gente más afectada por el sistema Bukele. Ni en persona, buscándolos en sus barrios y pueblos, ni tampoco mediante los medios de comunicación y las redes sociales. No están hablando fuerte y no están hablando claro. El que más está tratando de hacerlo, el abogado y exmilitar Luis Parada, tampoco logra hacerlo de manera permanente, insistente y con un discurso que conecte con la gente. La falta de recursos agrava todo esto, pero no lo explica del todo. Hablar claro no cuesta dinero. Usar las redes sociales agresivamente no cuesta dinero. Ir a Soyapango, San Martín, Mejicanos no cuesta dinero. Que no lleven regalos ni banderitas, sólo un mensaje claro. Que no alquilen buses para acarrear gente, que vayan solos y hablen.

Los movimientos sociales y ciudadanos no sólo han fracasado a unificarse ante el reto electoral, ni siquiera lo han intentado en serio. Están apagados en el momento que más se necesita que se muevan y manifiesten. ¿Por qué precisamente ahora los veteranos de guerra, siempre tan activos, no están en la calle? ¿Por qué los sindicatos de salud, que están articulando reivindicaciones válidas y urgentes en cuanto al deterioro del sistema de salud, no detectan que es ahora, en la coyuntura electoral, que el régimen es más vulnerable? No hace falta que agarren las banderas de los partidos y candidatos opositores. Pero sí urge que sus problemas, sus demandas, sus protestas sean visibles – en la calles, en los medios.

Yo entiendo que los candidatos sienten que no es el momento de hacer promesas y de anunciar medidas que van a tomar al llegar al poder. No hace falta. Que digan lo que cualquier gobierno que llegue tiene que hacer para combatir la pobreza y para garantizarle a la gente seguridad, pero sin quitarles sus derechos. No es hora de programas de gobierno, es hora de decir con claridad lo que está mal, quiénes son los culpables.

Urge. Porque los dos meses que quedan en el calendario, en la realidad se reducen a uno, tomando en cuenta las vacaciones, la navidad, el fin del año. Enero tiene que ser el mes de la oposición, de la resistencia, del despertar. Si no, no habrá oposición articulada luego de la reelección, con la cual Bukele consolidará su dictadura.

No les deseo felices vacaciones, porque no hay tiempo para descansar.

Saludos,

Paolo Lüers

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