Amigos:
Casi todas la reacciones al triunfo de Javier Milei en Argentina caen en el viejo esquema izquierda-derecha. Los que son de izquierda, rechazan a Milei o están paralizados del miedo; los que son de derecha celebran su triunfo y dicen: “Viva la Libertad!” – como si hubiera ganado un luchador por la democracia y los derechos Humanos.
No lo es. Es un hombre de ultraderecha – otro Mesías, que quiere salvar a su país y, para hacerlo, promete destruir el Estado y sus instituciones. Una de sus frases preferidas: “Entre la mafia y el Estado prefiero a la mafia. La mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente, la mafia compite.” Y toma serio esta locura: Quiere abolir el Banco Central, como en Argentina se llama el Banco de Reserva. Quiere abolir los ministerios de Salud y Educación, porque los considera inventos comunistas.
Pero por otra parte quiere un Estado fuerte, que usa mano dura contra la delincuencia, controla a los sindicatos y prohíbe las huelgas. Niega que el Estado, en tiempo de la dictadura militar, haya cometido crímenes de lesa humanidad. “Tal vez unos excesos.”
Está en favor de liberalizar el mercado de armas, y también el mercado de órganos humanos. Arremete contra su paisano, el papa Francisco: “El papa es el representante del Maligno en la tierra”.
Parece que estamos de regreso en los tiempos de la guerra fría, donde las izquierdas se vieron obligados a hacer causa común con la izquierda dictatorial; y la derecha liberal y moderada con la derecha más rancia y reaccionaria. Así es ahora, cuando tanto Bukele y Arena, o en España el Partido Popular y Vox celebran el triunfo de Milei. Personajes normalmente racionales de la derecha salvadoreña argumentan que en Argentina “la libertad venció la dictadura.”
En una escala entre democrático y autoritario -que es la verdadera para medir movimientos y gobiernos- el discurso de Milei está mucho más cerca del polo autoritario que su enemigo principal, el peronismo. Los gobiernos peronistas de los Kirchner y de Fernández han sido democracias deficientes, incluso fallidas, pero no dictaduras. El Mesías Milei promete dictadura.
¿Por que personajes de la derecha de El Salvador, que son testigos cómo un movimiento populista y autoritario, encabezado por otro Mesías, ha desplazado y despedazado a una democracia débil y en muchos aspectos fallida (la de los 10 años del FMLN), no logran ver que el dilema de Argentina no es entre izquierda y derecha – sino entre democracia y autoritarismo. Sólo con la trágica particularidad argentina que al final, en la segunda ronda, ya no hubo una opción democrática. La derecha ‘moderada’ ya no estaba en la carrera y además había optado por una especie de Frente Nacional de derecha en apoyo al loco que andaba en sus actos una la motosierra como símbolo de cómo va a acabar con ‘la casta’ y ‘el sistema’.
No le importó a la centroderecha argentina que Milei es el favorito de Trump, de Bolsonaro, de Bukele, de Abascal y Kast, los líderes de la ultraderecha en España y Chile. Los presidentes democráticos de América Latina mostraron buena educación, felicitando al presidente electo de Argentina – pero sin celebrarlo. Menos uno, el colombiano Gustavo Petri, quien atacó a Milei de frente. A lo que su colega Bukele respondió con la expresión machista preferida de sus propios ejércitos de troles: “Ahora dilo sin llorar.” Sólo le faltaba mencionar la gata de Angora…
Un amigo me preguntó: “Y vos te ponés del lado de los peronistas, que tienen hecho pedazos la economía de Argentina?” No. Siempre he detestado el populismo de los peronistas. Pero no por su discurso de izquierda -para mi, los peronistas nunca han sido de izquierda- sino por su vocación a la corrupción y al autoritarismo. Pero para vencer el
populismo no tiene sentido abrazar otro populismo. La democracia se defiende con más democracia - y el populismo se derrota con políticas racionales, no con teorías de conspiración y con un discurso de antipolítica.
Con una fuerte oposición democrática, la centroderecha argentino hubiera podido bloquear las locuras populistas de un nuevo gobierno peronista. Hubiera podido garantizar que el peronismo no logre desmontar la institucionalidad. Otro gobierno peronista hubiera significado otros años más con una democracia débil – pero no con una dictadura. El único que tiene la ambición de destruir el sistema y gobernar sobre una ola de agresiva antipolítica, se llama Javier Milei. Y en El Salvador ya sabemos adónde lleva esto…
Que las derechas conservadras y liberales no entiendan esto, demuestra qué mal está este centro político. Parece aterrorizado por la “ola roja”, que piensan que va a arrasar cn América Latina. Esto cega a la derecha y no la deja ver que las dictaduras de izquierda históricas en Cuba, Venezuela y Nicaragua son aisladas y agonizantes y ya no entusiasman a nadie. Los únicos que amenazan la democracia en nuestra región son las derechas fuera del control, derechas populistas y autoritarias. Veamos nuestra vecindario: En Guatemala y El Salvador la democracia no corre peligro de ser destruida por la izquierda, sino por la ultraderecha. Igual en Argentina y en Chile.
Para Trump y Bukele el triunfo de Milei es buena noticia. ¿Pero cómo pueden opositores a Bukele celebrar el triunfo de este hombre? No sé.
Saludos, Paolo Luers