Estimados amigos:
Todavía a 50 años de del golpe de Estado chileno, a algunos les cuesta condenarlo sin rodeos. Necesitan primero resaltar el peligro comunista, que supuestamente constituía el gobierno socialista de Salvador Allende, antes de medio condenar el golpe militar de Pinochet, la persecución sangrienta de los seguidores de Allende y el establecimiento de una dictadura de 17 años.
Hablan de que los chilenos recordaron “con sentimientos encontrados el golpe de Augusto Pinochet”.
No es así. No es que cada chileno tenga dos sentimientos encontrados en su pecho: uno que justifica el golpe de Estado –y otro que lo condena. La mayoría de los chilenos condena sin ambigüedad el golpe de Estado. Y una minoría lo justifica. Esto es el estado de polarización en Chile: no entre izquierda y derecha, sino entre autoritarios y demócratas.
Esto se plasmó en este 50 aniversario del golpe en un hecho político de gran trascendencia: los 4 expresidentes vivos de Chile, que representan la izquierda democrática, el centro democrático y la derecha democrática, firmaron junto con el actual presidente de izquierda democrática, Gabriel Boric, un manifiesto de condena al golpe y de compromiso con la democracia:
COMPROMISO POR LA DEMOCRACIA, SIEMPRE
Nuestro país gozó durante más de 140 años, casi sin interrupción, de una democracia en continua evolución, de un orden constitucional estable, y también de respetables y sólidas instituciones republicanas, que eran objeto de admiración y prestigio en el mundo entero.
Al cumplirse 50 años del quiebre violento de la democracia en Chile, que le costó la vida, la dignidad y la libertad a tantas personas chilenas y de otros países, queremos, más allá de nuestras legitimas diferencias, comprometernos en conjunto a:
- Cuidar y defender la democracia, respetar la Constitución, las leyes y el Estado de Derecho. Queremos preservar y proteger esos principios civilizatorios de las amenazas autoritarias de la intolerancia y del menosprecio por la opinión del otro.
- Enfrentar los desafíos de la democracia con más democracia, nunca con meno;, condenar la violencia y fomentar el diálogo y la solución pacífica de las diferencias, con el bienestar ciudadano en el horizonte.
- Hacer de la defensa y promoción de los derechos humanos un valor compartido por toda nuestra comunidad política y social, sin anteponer ideología alguna a su respeto incondicional.
- Fortalecer los espacios de colaboración entre Estados a través de un multilateralismo maduro y respetuoso de las diferencias, que establezca y persiga los objetivos comunes necesarios para el desarrollo sustentable de nuestras sociedades.
Cuidemos la memoria, porque es el ancla del futuro democrático que demandan nuestros pueblos.
Adhieren a este compromiso:
Expresidente de la República de Chile, su Excelencia Sr. Eduardo Frei Ruiz Tagle
Expresidente de la República de Chile, su Excelencia Sr. Ricardo Lagos Escobar
Expresidente de la República de Chile, su Excelencia Sra. Michelle Bachelet Jeria
Expresidente de la República de Chile, su Excelencia Sr. Sebastián Piñera Echeñique
Presidente de la República de Chile, su Excelencia Sr. Gabriel Boric Font
El otro Chile -la derecha autoritaria, la que aún sueña con el orden y la moral conservadora que sabe imponer una dictadura- obviamente no asume este compromiso con la democracia. El Partido Republicano del líder de la derecha autoritaria José Antonio Karst tomó la posición contraria y en vez de condenar el golpe de Estado, condenó al gobierno derrocado de Allende. La coalición de la derecha tradicional, Chile Vamos, no se atrevió a apoyar el manifiesto Compromiso por la Democracia - por miedo a sus competidores de la extrema derecha. Pero ojo: su líder, el expresidente Sebastián Piñera, firmó la carta junto con Gabriel Boric, a quien la derecha odia casi como odiaba a Allende.
Así que en Chile siguen enfrentándose demócratas y autoritarios. Ninguno de los dos campos tiene una posición ambivalente de “sentimientos encontrados”. Boric ha derrotado a los autoritarios de izquierda, que siguen apoyando a las dictaduras en Nicaragua, Venezuela y Cuba. Falta un liderazgo demócrata de derecha que derrote a los herederos del general Pinochet.
También aquí en El Salvador -más bien: sobre todo aquí en El Salvador- cada uno tiene que decidir si apoya la democracia o la autocracia. Medias tintas no se valen.
Saludos,
Paolo Lüers