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Carta a la memoria histórica: Hay que entender lo malo que pasó en el 2022 para prevenir lo peor que preparan para el 2023

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Por Paolo Luers
Periodista
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Mis colegas en todos los medios harán el usual resumen del año. Yo voy a tratar de resumir la esencia de lo que pasó. Porque el año, que ahora estamos despidiendo, tiene reservado un lugar clave en nuestra memoria.

El 2022 fue el año en que permitimos que un enfermo del poder pudiera anunciar en cadena nacional que va a cometer el delito más grave que señala nuestra Carta Magna: el delito contra la alternancia democrática, que es la base de nuestra República. Dijo que en el 2024 buscará la reelección, y no hubo una tormenta de rechazo y protesta. Tratando de explicarlo, en una cena prenavideña, a unos amigos de Costa Rica y México, me di cuenta que es inexplicable y que me da vergüenza. No el presidente, él me da rabia. Me dan vergüenza los que no defienden la República.

El 2022 también fue el año en que el régimen tomó el control social. El año pasado, el 2021, se dedicó a usurpar el poder sobre las instituciones, que por mandato constitucional tienen que ser independientes y ejercer control sobre el Ejecutivo. Hoy le están subordinadas. El poder es total y centralizado en manos de un solo hombre.

Pero este año 2022, armado con los instrumentos que le da el control sobre las Fuerzas Armadas, la PNC, las Fiscalía y las Cortes, el presidente fue a la conquista del control social. Lo vende como guerra contra las pandillas, pero esta guerra, a esta altura, ya es un pretexto para otros propósitos: Los permanentes estados de excepción con su suspensión de los derechos civiles; las reformas restrictivas a las leyes penales, que paralelamente aprobaron y comenzaron a aplicar; la militarización normalizada; el despliegue permanente de las fuerzas militares y policiales en todas los territorios de los sectores más pobres y marginados del país; las detenciones de 70 mil personas de estos territorios… Todo esto está siendo presentado como plan de seguridad. Pero en el fondo es un plan de control social.

Nayib Bukele puede estar muy convencido de su atractivo como líder, pero no es tan loco como para no saber que con el tiempo -y sobre todo con la crisis fiscal, económica y social que va a resultar de sus políticas improvisadas- el apoyo popular, hoy mayoritario, va a revertirse. Habrá desencanto con el hombre que prometió tanto. Habrá tensiones sociales y habrá protestas. Sabiendo esto, cualquier dictador se arma a tiempo de mecanismos de control institucional y de control social sobre la población.

Lo que hemos observado, y lamentablemente permitido, en el 2022 es un proceso radical de tomar el control social por la presencia militar, por las detenciones arbitrarias, por la ilusión de seguridad, pero al mismo tiempo con la siembra de miedo.

Cuando la gente en las comunidades se dé cuenta que el control y asedio por las pandillas ha sido sustituido por el control y el cerco permanente de los militares, el responsable de todo esto planea haber logrado perpetuarse en el poder para quedarse encima de cualquier rendición de cuentas o cualquier investigación del carácter corrupto de su ejercicio del poder.

La memoria histórica tiene que registrar todo esto, para uso de las futuras generaciones, pero igualmente para las presentes. Porque todavía, si tomamos conciencia de lo que está en juego, existe la posibilidad de que el 2023 no sea solamente el año que Bukele proceda a concluir la construcción de la dictadura, sino el año en que comencemos a despertarnos, movernos y oponernos.

Cuando les deseo a todos un feliz año 2023, me refiero a lo hermoso que sería que el Año Nuevo fuera el despertar de una nueva oposición. Acuérdense: la Constitución exige la insurrección si el presidente intenta su reelección. Una insurrección pacífica sería, al fin, un capítulo digno de nuestra memoria.

Saludos, Paolo Luers

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