En versos de amor entre penumbras el viajero escribió sus dulces ilusiones que el silencio leyó. Sin que nadie más le viera se fue una madrugada. Diciendo “Al que madruga le ayuda el porvenir”. Fugaz como una estrella sin noche se largó. No de aquellas lumbreras que en su esplendor nocturno quedan brillando en toda la vasta eternidad. Sino de los fugaces astros que una noche huyen al universo de algún nunca jamás. Sólo un desvelo de amor -de farra y de trasnoche- les mira o el artista que admira su esplendor. Igual que las gaviotas del mar de algún naufragio se van esos cantores reescribiendo la vida. Allá en la multitud aquellos tras de sí sólo dejan su sombra, su huella y despedida. Igual pasa en el cielo como también en la vida y en los cuentos felices que nos lee el destino. Sin que nadie le viera la azul locomotora se perdió en el oriente. Sólo en días nublados de invierno o de verano, vuelve a sonar su viaje entre cielos de carbón. Igual que una leyenda que arrastra el vendaval; breves como las rosas del verso de un rosal, parten esos viajeros. Se van y ya no vuelven más. (XIX) (“Leyenda del Hombre y la Locomotora” C. Balaguer)