Luego de publicar el libro “La economía salvadoreña después de la Independencia. Por qué estamos como estamos”, el doctor en economía y escritor William Pleites ha tenido claro que el no priorizar el gasto en la educación, en la salud y en la nutrición desde edades tempranas ha impedido a El Salvador alcanzar el desarrollo de su gente.
Sumado a eso, desde la independencia hasta el 2019 los gobiernos le dieron prioridad a los gastos militares y a pagar la deuda pública que, a criterio del escritor, “muchas veces incrementó de manera irresponsable”. Por ende, el Producto Interno Bruto (PIB), que es el indicador más importante del crecimiento o decrecimiento de la economía, parece cada vez más lejos de reflejar niveles necesarios.
Todo ello hace a los economistas preguntarse dos cosas: ¿Cuáles son las consecuencias de esas decisiones del pasado? ¿Hay señales de corregirse ahora?
Para cualquier ciudadano que no consigue un empleo o que tiene uno, pero la remuneración mínima no supera los $365 es palpable la consecuencia de las decisiones en materia económica y social pasado. Para otros cuya educación solo es posible hasta nivel secundario, también.
Ahora que, responder a si las decisiones en el pasado se han corregido, la respuesta es: la mayoría no y otras a medias. Hay cuatro aspectos de la economía a revisarse para precisarlo: la inversión en educación, el porcentaje de desempleos, el incremento o no de la deuda pública y el crecimiento o no del PIB.
Dado que el libro de Pleites analiza la economía desde la independencia hasta el 2019, El Diario de Hoy muestra los datos desde 2019 hasta abril de 2022, a tres años y un mes del gobierno de Nayib Bukele.
En el caso de la inversión en educación, el gobierno ha dado muestras de querer aumentarla.
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Más inversión en educación, pero aún es insuficiente
A inicios de 2014, la inversión en educación respecto al PIB era del 3.9 %. Este 2022, se proyecta 5.1 %.
“La educación es una de las mejores herramientas para reducir y poner fin a las desigualdades económicas y sociales que se dan entre hombres y mujeres, entre habitantes urbanos y rurales o entre descendientes de diferentes etnias. En El Salvador, sin embargo, la información recabada indica que, salvo en pequeños períodos, a la educación no se le ha asignado la prioridad que merece”, explicó Pleites.
De acuerdo al Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), una propuesta para encaminarse por la ruta del desarrollo social sería que la inversión en educación respecto al PIB suba 1.4 % más. Es decir, que no se inviertan 5.1 % como sucede actuamente sino 6.5 % al menos.
Esta inversión, reduciría la desigualdad más que otros apoyos gubernamentales como subsidios o transferencias directas, según ICEFI.
Pero la inversión en educación debe enfocarse en áreas tecnológicas y de conocimiento, de acuerdo al escritor de “Por qué estamos como estamos”.
Actualmente, el gobierno asegura entregar computadoras a todos los niños y jóvenes que cursan desde primer grado hasta bachillerato en los centros públicos, pero docentes afirman que esta entrega no ha ido acompañada de un entrenamiento en tecnología e innovación.
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Desempleo, el más alto en diez años
“La baja tasa de inversión también determina bajas tasas de crecimiento económico y de empleo”. Esta es la postura de Pleites en torno a la oportunidad de empleo como parte del motor del desarrollo.
Ahora mismo, el porcentaje de desempleo en El Salvador es el más alto en diez años.
De acuerdo a datos del Banco Mundial, el porcentaje de desempleo de la población activa total en El Salvador es del 5.9 % hasta 2021. Un número superior al 4.3 % reflejado en 2011, es decir hace diez años.
Desde el presidente Francisco Flores hasta Bukele, el tema parece no resolverse.
Pleites plantea en su libro que una de las principales expectativas de Flores era que el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos generaría más de 100,000 empleos, sobre todo de jóvenes. Algo que compartía Antonio Saca. Mauricio Funes, por su parte, ofreció un programa llamado “Fábrica de empleos”, con el que prometió generar al menos 250,000 nuevos empleos, pero nunca se materializó como tal. Luego, Salvador Sánchez Cerén prometió incrementar la seguridad social en un 5 %, pero los resultados no se acercaron a lo necesario.
Los empleos generados en la presidencia de Saca fueron 80,055. En el periodo de Funes 73,615 y en la presidencia de Cerén 62,962. En el caso de Bukele, de acuerdo a la titular del Ministerio de Economía (MINEC), María Luisa Hayem, “se han creado más de 54,000 empleos”, una declaración dada a inicios de junio de este año.
No obstante, la tasa de desempleo, de acuerdo a datos del Banco Mundial es ahora más alta que en los últimos diez años.
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La deuda pública se disparó
Antes de que Bukele asumiera la presidencia, la deuda pública rondaba los $18,900 millones. En su mandato, esta se disparó a $24,501 millones hasta abril.
El ritmo de crecimiento de la deuda pública entre 2014 y 2018 fue, en promedio, del 5 %. Una vez Bukele asume la presidencia, el crecimiento de la deuda total pública se elevó al 14 %. Y aunque luego bajó al 8 % en 2021, los porcentajes de incrementos no volvieron a ser los de antes.
Bukele no solo ha hecho crecer la deuda abruptamente, sino que además las decisiones que ha tomado, como adoptar el Bitcoin como segunda moneda legal, ha provocado que los inversionistas extranjeros o las multilaterales no quieran prestarle dinero a El Salvador, por el riesgo de impago que corre el país.
La respuesta del gobierno a eso es que, a falta de préstamos afuera, Bukele ha decidio aumentar la deuda interna, y a una tasa de interés mayor que la de años anteriores.
A criterio del economista Rafael Lemus, la inestabilidad en las decisiones fiscales del país “mina la confianza (de los inversionistas) y eso conlleva a que se desconfíe de la capacidad de pago”.
Lo nuevo en cuanto a la deuda pública es el porcentaje de crecimiento. Pero, Pleites plantea que, desde los años 2000 hasta ahora los gobiernos han recurrido a la deuda pública en exceso y “muchas veces de manera irresponsable”. Todo, “para poder financiar los niveles crecientes de gasto público requeridos para las reformas en el sistema de pensiones, el aumento en los subsidios o los diversos programas impulsados para atender la pobreza y la inseguridad”.
Se señala que la deuda pública aumentó en el periodo de Bukele debido a la diversidad de medidas que adoptó en torno a la pandemia del COVID-19.
Los gobiernos han recurrido a la deuda porque el gasto sigue siendo mayor de lo lo que entra en dinero al Estado y como consecuencia de ello el déficit fiscal (dinero que le falta al gobierno para cumplir sus compromisos) es cada vez mayor. Entre 2004 y 2018 la media del déficit era de 4%. En el 2022, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió que el déficit fiscal este 2022 crecerá un 5% del Producto Interno Bruto.