Una mujer pregunta a otra: “¿Para cuándo le dejaron la consulta?”. Ellas están a un lado de las ventanillas para sacar cita en la primera planta del hospital Policlínico Zacamil del Seguro Social. Parece una competencia para ver quién consigue la fecha más cercana, como si eso fuera un signo de buena fortuna. Ambas obtuvieron cita para octubre con una semana de diferencia. “Menos mal que no es nada grave”, se dicen como consuelo.
Para nadie son un secreto las largas esperas y la paciencia que hay que tener como cotizante o beneficiario del ISSS. Cuando uno entra, siempre se encuentra con filas para todas las ventanillas: para agendar cita en el laboratorio o con un especialista; para recibir medicamentos; para pesarse o toma de presión; para conseguir los sellos en las boletas (contraseñas); para reprogramar, etc. El cotizante se hace la idea de que su día se irá en eso más que en la consulta en sí.
El jueves 18 de agosto llegué al Policlínico de Zacamil con la intensión de pasar consulta ginecológica. Era mi primera vez en el Seguro sin que fuera una emergencia. Me dijeron, de entrada, que no existía la posibilidad de pasar con la especialista directamente sin antes pasar con un médico general que me diera una referencia. Eran las 9:40 de la mañana. Desde que entré todo el personal me atendió con amabilidad cuando buscaba los pisos o salas de espera. Incluso el vigilante.
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El Policlínico, en la populosa colonia Zacamil de Mejicanos, fue inaugurado en abril de 2013 por el expresidente Mauricio Funes con el objetivo de descongestionar otros hospitales del ISSS y disminuir las consultas del Médico Quirúrgico. Se esperaba que estuviera terminado en 2007, pero tardó ocho años en ser construido debido a prórrogas y litigios legales entre el ISSS y la empresa constructora Castaneda Ingenieros.
En una sala de espera del cuarto piso había no menos de 25 personas. En su mayoría eran mujeres que esperaban su turno en unas sillas de colores. Una de ellas acababa de salir y un tanto malhumorada dijo que su cita con un especialista era para el 28 de enero de 2023. Intentó hablar con el joven encargado y le explicó rápidamente: “Las citas dependen de la agenda del doctor. Tenemos que entender que a todos nos toca esperar”. No tuvo más que resignarse.
A las 10:25 se acercaba mi turno. Me dieron la cita con la internista para dentro de siete días. Bajo mi percepción, era como pedir permiso para hablar con un especialista y para mi suerte no era algo que necesitara de inmediato por tratarse de algo rutinario.
Seguras filas
Siete días después llegué con 45 minutos de anticipación. La cita era a las 12:30 p.m. Hice fila junto a otras 29 personas para confirmar la llegada. La enfermera y el resto de personal que nos atendió fueron amables y dedicados con cada persona. Una vez confirmados, todos los presentes hicimos otra fila para que una enfermera midiera nuestra altura y peso, luego otra para que nos tomaran la presión y luego otra para saber dónde nos tocaba pasar la consulta.
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Los 30 de la fila fuimos desperdigados hacia diferentes salas donde nos dispondíamos también a esperar. Una enfermera delgada y con cabello lacio los expedientes de una pila, unos eran más robustos que otros. El reloj marcaba la 1:00 p.m. y me quedé esperando con otras 15 personas. Dieron la 1:25 p.m. y seguíamos en la espera.
Cada paciente estaba en lo suyo cuando una anciana exclamó en voz alta que ya estaba cansada de esperar. “¡Ya me duelen las nalgas de estar esperando y de estar sentada todo el día!”, confesó mientras se lanzaba una carcajada. Esto fue detonante para que otros pacientes, todos ancianos, la acompañaran en la queja. Los más jóvenes se reían, pero sin hacer comentarios.
“Aquí es de venir todo el día, ya sabe cómo esto”, le contestó otra mujer que estaba con su esposo en silla de ruedas. “Es que me han perdido el expediente y dicen que no lo encuentran”, replicó consternada. Ella dijo que llegó a las 6:00 de la mañana para pasar consulta general y, sin explicación alguna, no tenían sus documentos. Contó que venía desde las cercanías del centro penal “La Esperanza”, en Cuscatancingo.
Al fin logré pasar con la doctora. De manera muy amable me preguntó el motivo de mi consulta y le dije que por una referencia. Ella me respondió: “No sé por qué, pero muchos pacientes saben lo que necesitan. Nosotros (los internistas) siempre los vamos a referir. Los hacen perder el tiempo”. La espera de dos horas fue para una consulta que duró 10 minutos. Tras esto, bajé hasta la primera planta donde hice otra fila para sacar citas para el laboratorio y la especialidad. Me las dieron para el 3 y 10 de octubre respectivamente. Me fue bien.
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Otra alternativa para los pacientes
Las clínicas comunales del Seguro Social se vuelven una alternativa para los cotizantes que quieren evitar los hospitales para pedir una referencia para las especialidades médicas. En estas casas de habitación transformadas pequeños hospitales se atiende consultas generales y es probable que la espera sea más corta.
Los que quieren probar suerte van a los “cupos a condición”, que son aquellos espacios que son asignados a quienes no tienen fecha ni hora agendada para ser atendidos. Esta es una medida que en algunos casos los médicos recomiendan, pero para asegurar algún espacio se tiene que llegar a las 6:00 de la maña na y estar consciente de que la prioridad la tienen quienes tienen cita. Se requiere de mucha paciencia y de disponibilidad de tiempo. Ver el celular solo hace la espera más estresante. Es mejor llevar un libro para matar el tiempo y leer para no desesperarse.