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“(Nayib Bukele) No se pone a pensar que nos hace daño”, dicen familiares de detenidos, sin dinero para costear encierro

A 18 días de haberse instalado el régimen de excepción, a solicitud de Nayib Bukele, decenas de familias de personas detenidas llegan a las afueras de los centros de detención a pedir información sobre ellos. La mayor parte sostiene que las detenciones fueron injustas y arbitrarias. Al golpe anímico se suma la carga económica que significa solventar las necesidades de un familiar en prisión.

Por Graciela Barrera | Abr 13, 2022- 21:22

Esposa de detenido cuenta que los policías se llevaron a su pareja injustamente y las implicaciones económicas que deben enfrentar como familia. Vídeo EDH / Graciela Barrera

Todas las mañanas, desde hace más de 15 días, los centros de detención de San Salvador y penales de la periferia reciben a decenas de familias que llegan a los portones a buscar a sus parientes: la mayoría de ellos sostienen que sus familiares son personas inocentes.

Entre preocupación, lágrimas e incertidumbre, muchas madres, esposas, esposos, tíos, primos y abuelos, sortean alternativas para que quienes han sido detenidos reciban lo necesario: alimentación, productos de higiene personal, uniformes, etc.

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Karla Hernández* busca a su esposo, de 52 años, en las bartolinas de la Fuerza Naval de San Salvador, conocidas como El Penalito. El esposo de Karla sufre diabetes y fue capturado el martes 12 abril, a las 4:00 de la tarde, mientras descansaba en su casa.

Los policías tocaron a la puerta y le dijeron que debía irse con ellos. La pareja tiene un hijo de cinco años. El niño presenció la escena de la detención de su papá. “Él se le colgó de las piernas, diciéndole a la policía que, por favor, no se lo llevaran”, relata Karla.

Las razones que la policía le dio a Karla fueron que el arresto de su esposo se efectuaba bajo el cargo de agrupaciones ilícitas. A la denuncia de Karla se unen otras mujeres que también buscan a sus parientes: “A todos les ponen lo mismo (los cargos), aunque no tengan nada que ver”, coinciden.

Dos mujeres jóvenes pide información a un agente policial en el Penalito en San Salvador.

“Él no debe nada, ni tiene letras, ni está manchado, ni nada”, dice Karla. Para ella, no es justo todo lo que está sucediendo con su esposo. Además, hace énfasis en que no es el único que pasa por una situación arbitraria como consecuencia del régimen de excepción, impulsado por el gobierno de Nayib Bukele. “Es injusto con varias personas. Hay muchos inocentes allá adentro”, reprocha.

Karla y su esposo salen todos los días, desde temprano, a vender verduras en un pequeño carretón. Ese es el trabajo con el que mantienen a sus hijos. “Día y noche salimos y, si él sale, voy yo también con él”, describe Karla, en alusión a que, si su esposo estuviese involucrado en actividades criminales, ella estaría enterada. Karla reafirma que es un hombre dedicado al trabajo y a su familia.

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Días antes de la detención de su esposo, ambos acordaron no salir demasiado a las calles, y que solo lo hicieran para realizar la venta de verduras de la jornada, porque es de ahí que obtienen lo necesario para vivir al día. Karla y su esposo no se imaginaron que, poco tiempo después, a él se lo llevarían de su propia casa.

Una señora dice estar triste por la captura de su hijo que le ayuda en lo económico a sus padres. Foto EDH Jorge Reyes

“Me siento preocupada porque él se rebuscaba para darle a mis niños su comida, su lechita y ahorita nadie”, relata preocupada Karla. Momentos previos a la captura de su esposo, ambos conversaban que no tenían dinero para empezar la venta al siguiente día. Eso significaba que tampoco tenían recursos económicos para pagar todo lo que él necesita dentro de las bartolinas.

“Esto es un gasto para nosotros, que a veces tenemos y a veces no, ni para los pasajes. Con lo que vamos sacando de la venta para la comida, con eso vamos”, describe y narra que tuvo que pedirle prestados 30 dólares a una vecina. “Me endeudé y por gusto, sin hacer nada y sin deberle nada a nadie”, dice, para luego confesar que ha perdido el apetito.

“Los que nos quedamos sufriendo somos los familiares, nos quedamos viendo cómo hacemos para darles de comer a nuestros hijos”, expone Karla. Esta familia apenas se quedaba con una ganancia de diez dólares diarios, al finalizar con la venta de verduras. Con eso cubrían los gastos de alimentación, energía eléctrica, agua, etc. “Ahorita, solo Dios sabe cómo vamos a hacer para ir a dejarle comida a Mariona”, expresa Karla, sobre el hecho de que su esposo será trasladado a ese centro penitenciario.

Ella expresa su descontento con las decisiones del presidente, pese a haber votado por Nayib Bukele. “Él no se pone a pensar que nos hace daño, a muchas personas inocentes, porque para él, todos son terroristas y no es así”, dice con decisión y molestia. Además, agrega, que ya no volvería a darle su voto y que se arrepiente de haber votado por él.

*Karla Hernández es un nombre ficticio, utilizado para resguardar la seguridad de la fuente de esta publicación.

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