El Movimiento de los Trabajadores de la Policía (MTP) publicó hace unas horas, una solicitud de ayuda económica para que cuatro agentes policiales que están sometidos a un proceso judicial, puedan saldar una deuda de 24,000 dólares.
"Solicitud de apoyo económico. Un equipo conformado por 4 talentos humanos quienes tienen años enfrentando un proceso judicial que asciende a $24,000 hasta el día de hoy. Deuda que ha crecido por el pago de abogados y gastos generados por el mismo proceso penal. Los miembros de la Institución están enfrentando procesos penales por hacer su trabajo hasta defender sus propias vidas", reza en parte la publicación.
De acuerdo con fuentes policiales, la ayuda estaría siendo solicitada para cuatro agentes policiales que continúan siendo procesados judicialmente por quemar vivo a un joven en el cantón San Nicolás, del municipio de Apopa, el 8 de marzo de 2019.

De acuerdo con el relato de la víctima (que en el proceso judicial contra los agentes policiales le fue asignada la clave Enero), todo comenzó aproximadamente a las 3:45 de la tarde de aquel viernes 8 de marzo, cuando caminaba por la calle principal del caserío Los Renderos del cantón San Nicolás, de Apopa. Como solía hacer por las tardes, iba a visitar a su novia.
Cuando pasaba cerca del lugar conocido como la Línea Férrea se encontró con cuatro policías. Uno de ellos le dijo: “Bicho, parate ahí”. Y le pidió que se identificara. Al ver en su dui donde vivía, le preguntaron qué andaba haciendo en ese lugar, si él era de la Nueva (colonia Nueva Apopa).
VER: Joven en Apopa sobrevivió a la tortura policial, a la estrangulación y al fuego de un cañal
Enero les respondió que iba a visitar a su novia. Pero los policías no creyeron la explicación.
Luego le ordenaron que se levantara la camisa. Al ver que tenía tatuajes, aunque no eran sobre pandillas, comenzaron a golpearlo y a acusarlo de que era pandillero.
La víctima tenía tatuado en el pecho el nombre de su madre y en la espalda, los nombres de sus dos hermanos gemelos, así como el símbolo de teatro: una cara triste y una sonriente (tragedia y comedia), según explico uno de sus familiares.

Intentaron ahorcarlo y luego calcinar su cadáver
Mientras lo golpeaban, los policías le preguntaban quiénes eran los cabecillas del sector; además le exigían que les indicara dónde estaban los fusiles. Le decían que ellos estaban seguros de que en ese sector, la pandilla tenía fusiles.
El joven les explicaba una y otra vez que no sabía nada de lo que le preguntaban porque que no era pandillero y que solo iba a visitar a su novia.
Pero los policías reaccionaban dándole más golpes. Mientras estaba sometido, de rodillas le pegaron una patada en el abdomen tras la cual cayó al suelo.
Quienes lo golpeaban era el cabo Gómez Cañas y el agente Hernández Guerra. Otros dos agentes, Mendoza Hernández y Mendoza Cuéllar estaban a cierta distancia, como vigilando o dando seguridad a sus dos compañeros.
Las identidades de los policías las supo cuando el joven formalizó el proceso de denuncia en la Fiscalía de Apopa.
Minutos después, el cabo le dijo: Mirá bicho, pasá para allá. Cuando hubieron caminado cierta distancia, unos cuarenta metros, Hernández Guerra le quitó la camisa y se la puso en el rostro, pero eso no le quitó la visibilidad total.
Luego el cabo le puso unas esposas y Hernández Guerra le dijo que se tirara al suelo. “Hoy sí, bicho, ya la cagaste; en los cañales te vamos a pelar; aquí no hay nadie que vea”, le dijeron.
Siguieron caminando hacia las faldas del cerro El Sartén, un lugar de recurrentes enfrentamientos armados entre policías y pandilleros. La víctima recuerda que cruzaron un cerco de alambre de púas para lo cual tuvo que agacharse para no hacerse daño.
Luego llegaron a un cañal. Le ordenaron tirarse al suelo y ponerse boca abajo. De inmediato le quitaron los zapatos que andaba y solo le dejaron los calcetines.
Luego escuchó al cabo decir: “Vaya Sombra, ya sabés lo que tenés qué hacer con este bicho”. Sombra resultó ser el indicativo del agente Hernández Guerra, según la investigación.
Entonces, el Sombra lo agarró de la cabeza y le puso en el cuello una soga hecha con las mismas cintas de sus zapatos. Y comenzó a asfixiarlo. De ahí no recuerda más hasta que recobró el conocimiento. Se vio en medio de las llamas y sintió que se estaba quemando. Los policías habían prendido fuego al cañal.
A como pudo se levantó, salió de entre las llamas y llegó a la calle. Allí vio a un carro policial y seis uniformados, entre quienes estaban el cabo y el agente que lo había intentado ahorcar y calcinar.
El joven pasó de largo sin decirles nada. Ellos tampoco le dijeron algo. Algunos se cubrieron el rostro, pero no hicieron nada por auxiliarlo, hasta que unas personas que se encontró pidieron ayuda a los policías.
Dos de ellos condujeron la patrulla y en cuando ya estaba a bordo del vehículo, los policías le dijeron: Ey, bicho, nosotros pensamos que íbamos a ir allá arriba a traer un embolsado.
Del caserío Los Renderos a la clínica de la Cruz Roja de Apopa no se hubiesen tardado ni cinco minutos en llevar al paciente. Pero los policías llegaron 40 o 45 minutos después. Mientras tanto, le insistían en que si decía algo, lo matarían a él y a su familia.
La víctima de tortura pasó 28 días hospitalizado. Según el abuelo de Enero, los médicos del hospital Rosales le dijeron que tenía quemaduras de segundo y tercer grado en el 80 por ciento del cuerpo y que era un milagro que hubiera sobrevivido y recuperado tan pronto.
Caso sin castigo
Poco tiempo después de que se recuperó, elementos policiales continuaron acosándolo a él y a su familia.
El joven e salvó de milagro de morir a manos de quienes se suponía debían protegerlo. Y ahora continúa una vida con miedo a lo que pueda ocurrir a él o a su familia.
Mientras que los policías procesados, según familiares de la víctima, recuperaron su libertad. Andan libres, según indicó un familiar del joven torturado, quienes no entienden por qué los pusieron en libertad.
Hoy esos policías siguen siendo policías... y están pidiendo ayuda para saldar las deudas en que incurrieron para pagar abogados que los defiendan en el proceso judicial.