Lo que parecía simplemente un momento de diversión y risas con la visita del payaso Chocoyito a una escuela de Moncagua, en realidad se convirtió en una lección de vida para los alumnos, familiares y docentes que asistieron.
Se trataba del testimonio de un padre soltero a quien la violencia le arrebató a uno de sus hijos y el miedo hizo que se separara de su otro hijo.
El encuentro inició con los asistentes unidos en oración. Luego siguieron las carcajadas provocadas por las ocurrencias de Chocoyito, cuyas herramientas de trabajo incluyen un lazo y un par de esposas de policía que forman parte del mensaje que tiene la presentación.
Cuando las risas terminan, el maquillaje del rostro de Chocoyito desaparece y muestra las facciones de José Domínguez, quien se presenta ante el público como un padre de familia.
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José narró con valentía cómo fue su infancia, cómo le marcaron los abusos que sufrió y el abandono de su madre.
Relató que pese a esa herida logró formar una pareja, de la cual nacieron sus dos hijos: José Nathanael y Alexander.
Sin embargo, a los pocos meses del nacimiento de Alexander su pareja se fue y él asumió la crianza de los dos niños, lo cual transcurrió sorteando muchas dificultades, en especial las económicas.
Las deudas que enfrentaba lo tenían agobiado y le causaban depresión. La crisis de salud mental que padecía, incluso, lo llevaron a tener ideas de suicidio; sin embargo, fue la existencia de sus hijos lo que le hizo superar la crisis emocional y tener fuerzas para buscar soluciones a los problemas económicos.
Fueron las puertas del circo donde José encontró la oportunidad para enfrentar o paliar los problemas de dinero, también fue el momento donde nació el personaje de Chocoyito, un nombre que se le ocurrió en honor a sus hijos.
Apenas dos meses y medio después de entrar al mundo circense, José debió enfrentar un nuevo dolor, el más grande para cualquier madre o padre.
Una tarde, cuando José regresó a su casa, no encontró a su hijo mayor, Nathanael.
Relató que fue difícil porque como Chocoyito tenía que dar un show, hacer reír al público, y como José dedicar sus esfuerzos en buscar a su hijo de 18 años de edad y atender a su hijo menor.
Esa zozobra de no tener noticias del muchacho y tener la esperanza de que estuviera vivo duró tres meses hasta que recibió una llamada de Medicina Legal y su mundo se desmoronó.
Le informaron que tres personas habían sido enterradas en una fosa en el cementerio La Bermeja, de San Salvador, y que podía estar ahí su hijo mayor.
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El tercer cadáver que vio era el de su hijo. Estaba atado de pies y manos con un disparo en la cabeza. El cuerpo fue exhumado.
José dice que en ese instante sintió como se fueron los sueños de su hijo de salir adelante, de superarse en la vida y ayudar a su padre a salir de esa difícil situación de pobreza. Recordó cómo su hijo se estaba preparando para ser parte de “los carita pintada”.
Hace 8 años, en septiembre de 2015, José tuvo que enterrar a su hijo.
Un grupo de payasos llegó al cementerio para acompañarlo y demostrarle su solidaridad como compañeros de oficio y como amigos.
A José la violencia le arrebató a su hijo mayor y el miedo le apartó de su hijo menor.
Él relató ante los presentes de la escuela en Moncagua que envió a su hijo menor a otro país para alejarlo de la violencia que ejercían las pandillas en ese momento en el país.
José se quedó solo. Fue un tiempo amargo, pues la depresión lo volvió a invadir, pero ahora era mayor que la que padeció tiempo atrás.
Los recuerdos de Nathanael, imaginar la angustia que sintió al estar en manos de criminales, la tortura que sufrió y la terrible muerte que tuvo, invadían los pensamientos de José. Cuestionaba el hecho de sufrir tantas cosas terribles.
Un día, solo en su habitación y frente al televisor, José vio una serie de noticias que relataban casos de niñas abusadas, jóvenes en pandillas y otros hechos de violencia.
Relató que en ese momento tan duro algo removió su corazón, sintió a Dios y el deseo de poder ayudar a cambiar ese círculo. Fue ahí donde nació “Buscando Sonrisas”, el proyecto personal de José, a través del cual lleva un mensaje de esperanza a las personas y una reflexión que busca evitar que la violencia siga destruyendo familias.
José ahora cree que Dios tiene un propósito para él y se dedica de lleno a cumplirlo enfocándose en la unión familiar, la práctica de valores y sobre todas las cosas el amor a Dios.
La mañana del pasado 26 de septiembre, ese encuentro de 45 minutos entre la comunidad educativa de dos centros escolares y el payaso Chocoyito quedó marcado entre los asistentes.
El cierre del encuentro estuvo cargado de emoción; padres e hijos se fundieron en abrazos, hubo palabras de perdón entre ellos, caricias llenas de amor… esas acciones que José ya no puede dar físicamente a Nathanael, ahora las encuentra cuando quien lo escucha puede demostrarlo a sus hijos e hijas.