Antes de ser presidente de la República, Nayib Bukele parecía tener muy clara su postura ante Daniel Ortega Saavedra: lo consideraba un dictador, sin más.
En enero de 2019, el entonces candidato a la presidencia salvadoreña afirmó que “dictadores como Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua y Juan Orlando en Honduras jamás tendrán ninguna legitimidad, porque se mantienen en el poder a la fuerza y no respetan la voluntad de sus pueblos”.
Meses después, cuando ya era presidente electo, afirmó con claridad que “Juan Orlando Hernández, Daniel Ortega y Nicolás Maduro, no están invitados a la toma de posesión”.
Y en muchos mensajes manifestó su solidaridad para con el pueblo nicaragüense que desde 2018 salió a protestar contra la dictadura y se topó con represión, encarcelamiento y hasta la muerte de muchos de los que exigieron cambios.
Tres años después, ya adentrado en una presidencia que pretende ejercer sin controles, el presidente salvadoreño parece haber cambiado de opinión con respecto a su par, el dictador de Managua.
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Al abstenerse de condenar los hechos dictatoriales en la OEA y al validar la candidatura al SICA, parece quedar muy lejos y acaso silenciado el Bukele que rechazaba la represión en Nicaragua.
Peor aún, al avalar (y en ocasiones sumarse) a los ataques a voces críticas o a periodistas, al consolidar todo el poder en torno a su persona y cerrar los espacios de transparencia, el presidente salvadoreño no solo no condena a su par: parece imitarlo.