Como el incendio inició cerca de las 11 de la mañana y se avecinaba el almuerzo, doña Yesenia de Solís preparaba sopa de mariscos, una olla de sopa de patas para tres días, tenía 30 pollos, carne preparada y cinco gallinas en su puesto de ventas en el mercado San Miguelito, aquel 22 de septiembre de 2021.
Lo que parecía un miércoles más, terminó entre llamas, gritos y desesperación -en su caso- al ver que su producto se perdía en el fuego, mientras los delegados de la comuna les impedían entrar a sacar sus pertenencias.
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“No dejaron sacar nada de producto y todo se me arruinó. Si se hubieran puesto la mano en el corazón, uno no hubiera perdido tanto”, reflexiona hoy.
Yesenia, quien dice, entre orgullo y nostalgia, que ha vivido prácticamente toda su vida, de 50 años, en el mercado, pues “aquí me he criado”, hace cuentas que perdió casi 3,500 dólares en producto en el incendio, y que luego tuvo que esperar dos meses para volver a trabajar y recibir ingresos, mientras la comuna instalaba los puestos temporales.
A casi un año del incendio, la comerciante valora en frío lo que pasó y, a su juicio, el incendio fue premeditado y, prácticamente, orquestado para sacar a las vendedoras del lugar y así poder construir un edificio nuevo.
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“Teníamos conocimiento de que nos querían sacar del mercado, porque lo querían arreglar. Pero no de esta manera. Pero se dio, ni modo. Ahí estamos echándole ganas aquí en la calle”, dice Yesenia, mientras sirve arroz y prepara un plato de comida en su puesto temporal, sobre la Avenida Monseñor Romero.
Para la vendedora, el incendio ocurrió por “culpa de parte de la administración y sobre el cuido del mercado. No tuvieron cuidado. El incendio inició en bazares. Cuando los bomberos vinieron, vinieron a las cocinas. ¡Y no, tenían que llegar allá, a los bazares! En cada puesto de ahí (de bazares) había mucha recarga (de producto), no había orden”.
Como denunciaron otras vendedoras, y replicó El Diario de Hoy desde el año pasado, Yesenia remarcó que hubo un grave fallo en cuanto a los extintores, ya que había pocos en el mercado y la mayoría no funcionaron bien.
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Yesenia es una de las vendedoras que no se siente bien informada por parte de la alcaldía. Expresa que “nos han comentado que nos van a construir el mercado, parecido al Hula Hula. Nos van a mover para las otras galeras allá, porque aquí estorbamos para que empiecen a construir”, pero dice no conocer más al respecto.
Sobre el inminente cobro de servicio eléctrico que les aplicará la comuna, muy posiblemente desde septiembre, la vendedora sube los hombros y se resigna al responder: “Ni modo, nos toca pagar”; aunque aclara que $50 al mes “sería demasiado, ni en la casa gastamos eso”, y más cuando -agrega- la comuna solo les permite conectar dos aparatos eléctricos por puesto.