Captura miradas e intriga a la imaginación sea de día o de noche. Su peculiar construcción y arquitectura parece la de un castillo antiguo. Su ubicación escondida, entre la vegetación, a unos metros de un acantilado, dispara la adrenalina. En su interior, las paredes son blancas con el deterioro del paso de los años, aunque en algunas aún se percibe un sutil juego de colores: quizás su tono original. Hay una librera con libros desparramados, folletos que tratan sobre educación e incluso un anuncio de una funeraria.
La mayoría de ventanas, que no tienen ningún vidrio, dejan entrar suficiente luz para ver la casa desde todos los extremos. Hay dos sofás en una esquina, a la par de la única ventana que permanece intacta. Tiene tres habitaciones, cocina, cisterna, tina, piscina y sótano. En las habitaciones aún permanecen las puertas de madera, desde las ventanas se observa una impresionante vista del lago de Ilopango.
En algunas de esas ventanas hay retazos de tela, hace pensar que alguien vivió recientemente en el lugar. En medio de los cuartos hay un baño con una tina verde, los azulejos que adornan la pared ya se están desprendiendo. Para subir, se debe caminar por un pequeño puente de madera que se sostiene únicamente por un pedazo de tronco.
También, desde las ventanas se observa, imponente, el volcán de San Vicente y hasta un lote de vehículos decomisados por la Policía Nacional Civil. La puerta que lleva al sótano tiene una cadena y un candado, pero hay un orificio que permite ver que es un lugar perfecto para los murciélagos. De vez en cuando se cuela una brisa fría.
Los lugareños comentan que hace dos años, cuando el COVID-19 estaba en su auge, una enfermera llegó a vivir a la casa, pero nadie sabe qué fue de la mujer. “Dicen que una mujer vivía ahí, que era enfermera. Se metió y no le pidió permiso a nadie, pero está raro porque esa casa no tiene agua potable ni electricidad. De repente ya no se supo de la mujer”, comenta Rosa Pérez, habitante de la zona.
Los rumores y las historias que se cuentan de la casa son variados, como que perteneció a un ex cónsul de gran Bretaña, destacado en el país. Al propietario de un café que se vende en sobrecitos en las tiendas, a un reo que murió en prisión por cometer ilícitos en la propiedad, entre otras. El Diario de Hoy habló con su dueño actual, José Benito Escobar Barrera, quien le compró la propiedad a Gloria Escobar en 1985.
Barrera, con el afán de que fuera más vistosa y a su gusto, la mandó a restaurar con detalles parecidos a los de un castillo. “Me gustaba lo del Castillo Venturoso y la casa está en una ubicación bonita y se mira mejor. En un futuro pienso arreglarla”, comenta Barrera.
El inmueble está ubicado en un terreno privado entre la finca Colombia y la colonia Santa Magdalena del cantón Changallo, en Ilopango. Lejos de otras viviendas, en la colina de un cerro.
Barrera recuerda que en los años 90 tenía ganado, procesaba casi 15 mil botellas de leche diarias por lo que tenía que quedarse en la casa.
También aprovechaba las vacaciones de sus hijos para visitarla.
“Ya tengo más de 15 años de no ir a la propiedad. Antes íbamos con mis hijos, nos pasábamos ahí las vacaciones, es un lugar increíble con una vista espectacular”, comentó.
Idelfonso Privado, de 80 años, cuidador de la hacienda, llegó a vivir al lugar en 1985 y asegura que la casa ya existía, pero que su dueña, en ese momento, era Gloria. Recuerda que antes que Barrera comprara la propiedad, tres familias distintas llegaron a habitarla, pero se iban a los pocos meses. El propietario confirmó a El Diario de Hoy que la casa se vende junto a 36 manzanas de terreno que la rodean.