La contaminación en el Lempa es tan grande y profunda, que no habrá que esperar 25 años para ver sus efectos: en enero de 2020, miles de personas del Área Metropolitana de San Salvador recibieron en sus chorros agua color café, con mal sabor y olor fétido, debido a que hubo un brote de algas en la planta de Las Pavas.
Para octubre de 2021, el Gobierno finalizó la renovación de la planta potabilizadora Las Pavas y la renombró Torogoz. Aseguró que con ello habría servicio de agua limpia a la población.
Pero a juicio del ingeniero Héctor Aguirre, de la Mancomunidad Trinacional Fronteriza Río Lempa, esta planta es insuficiente para descontaminar el agua que proviene del Lempa de agroquímicos, pesticidas y metales pesados, y no puede garantizar que no crecerán algas, como ocurrió en enero de 2020.
“En ciertos momentos del año, ni con planta de tratamiento el agua puede ser necesariamente usada, porque tiene tales niveles de contaminación que las plantas actuales que tienen en El Salvador no le dan el tratamiento necesario para que el agua pueda servirse como agua para consumo humano”, enfatiza Aguirre.
Añade que “hay ciertos momentos del año en que la calidad del agua es tan mala, que ni tratándola en las plantas se puede hacer potable.
Generalmente sucede entre los meses de enero a mayo, donde no hay lluvias, hay una baja cantidad de agua y una alta concentración de contaminantes. Ya en invierno, de mayo a diciembre, como hay más agua y lluvias en el ambiente, las plantas pueden tratar mejor el agua”.
Maritza Erazo, licenciada en Biología y graduada de la Universidad de El Salvador, elaboró un estudio sobre esta contaminación por algas para la Fundación Friedrich-Ebert-Stiftung en El Salvador, publicado en diciembre de 2020.
Entre sus conclusiones, el estudio señala que “es importante revisar la periodicidad de los muestreos completos de calidad del agua potable establecidos en el reglamento técnico salvadoreño”, ya que dichos muestreos se hacen cada tres años e incluso es posible exonerarles durante otros tres años más.
Para la bióloga, “esta frecuencia no está ajustada a la realidad que vive el país, en donde la dinámica social, ambiental y económica es muy cambiante, y se generan factores naturales y humanos que podrían afectar, de un momento a otro, la calidad del agua para consumo humano”, sobre todo cuando la planta Las Pavas-Torogoz se alimenta de las aguas superficiales de un Lempa contaminado y moribundo.