Si tuviera la oportunidad de pedir un deseo a algún ser mágico, Delfina Gómez, desearía tener agua y energía eléctrica en la champa en la que desde hace seis años vive junto a su marido, su hija y una nieta, en la comunidad Buen Amanecer, de Tecoluca, San Vicente.
Delfina es parte de las 80 familias que viven a lo largo de lo que fue la línea férrea que pasaba por el cantón Llano Grande y El Perical donde desde principios de mayo el gobierno salvadoreño construye el centro de confinamiento del terrorismo, con capacidad para 40,000 presos, según el último anuncio que al respecto hizo el presidente Nayib Bukele.
La comunidad Buen Amanecer ha quedado justo en medio de la construcción de la mega cárcel y de una planta que producirá energía a través de paneles solares.
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Algunos vecinos aseguraron este viernes que con el proyecto de la planta generadora de energía alguna vez los reunieron para preguntarles qué beneficios desearían tener como vecinos de la planta. Los lugareños dijeron que necesitaban tener energía eléctrica, agua y letrinas en sus casas.
Han pasado ya muchos meses y jamás nadie volvió a acercarse a la comunidad.
Con el proyecto de la construcción del penal fue peor, relatan.
De repente solo vieron ir y venir a hombres en carros y tomando medidas topográficas, luego el rugir de las máquinas de construcción y camiones de volteo.
Nadie les ha dicho nada. Se enteraron por las noticias en medios de comunicación que al lado de la comunidad se construye una cárcel.
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El viernes anterior, varios vecinos de la comunidad Nuevo Amanecer, donde predominan las champas de lámina y plástico negro con pisos de tierra, miraban un torrente de agua cristalina que salía de un grueso tubo metálico directamente al suelo y luego atravesaba la calle de tierra hasta una zanja que en un tiempo lejano fue una quebrada por donde corría agua.
Ese torrente de agua comenzó a correr desde el jueves en la tarde, afirmaron algunos residentes. Según ellos, se trata de que están limpiando uno de varios pozos de reciente construcción que surtirán de agua las instalaciones carcelarias.
Para quienes viven en la comunidad Nuevo Amanecer es un desperdicio de agua que representa mucho dinero pues ellos tienen que comprar a 10 o 12 dólares lo que llaman un bidón de agua, el cual contiene cinco barriles del líquido.
Ese gasto lo deben hacer por lo menos una vez a la semana durante el invierno. En verano deben comprar más de dos bidones a la semana.
El agua para ellos es un lujo necesario, afirman, por eso ven con mucho pesar el agua que desde el jueves en la tarde están sacando de un pozo sin que sea bien aprovechada. “Estamos con esa lástima de ver cómo se está desperdiciando desde ayer como a las tres de la tarde”, se quejó una vecina.
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“¿Cuántos dólares se podrían haber ahorrado si les hubiesen dicho que podrían aprovechar esa agua? Pero muchos habitantes de Buen Amanecer temen acercarse a preguntar porque cuando han querido acercarse a algún empleado en la construcción rápidamente son interceptados e interrogados por policías o soldados que custodian los alrededores de la construcción de la cárcel.
“Técnicas de pobreza”
Miembros de la directiva de la comunidad afirman que la administración municipal anterior les ayudaba con el agua al enviarles un camión cisterna una o dos veces a la semana. Eso significaba un ahorro de por lo menos entre 40 y 50 dólares al mes.
Pero tras la llegada del nuevo alcalde, el camión cisterna dejó de llegar. Muchos fueron a querer hablarle sobre sus necesidades de agua y de luz pero a nadie recibió. Miembros de la directiva comunal afirmaron que edil les mandó a decir que “él no los había mandado a vivir en ese lugar”.
Los vecinos de Buen Amanecer ya no insistieron pero lo que no se les olvida es cuando el candidato llegaba a regalarles un par de cartones de huevos y a pedirles el voto. “Vino a repartir huevos, y nosotros, como ya ve, hambrientos, caímos en la trampa… creímos en él, le dimos el voto pero ya no nos vuelve a engañar”, sentenció una vecina del Buen Amanecer.
Varias de las 80 familias que viven en Buen Amanecer se las han ingeniado para ahorrarse unos cuantos dólares: han cavado pozos de unos cinco metros en la que acopian, a través de improvisados canales, el agua que resbala por los techos de sus champas.
Otras han hecho construir algunas pilas. En cualquiera de los casos, el gasto ha sido de entre 100 y 300 dólares, una cantidad que para esas familias empobrecidas, representa un gran esfuerzo.
Sin agua, sin energía eléctrica y sin letrinas (la mayoría de casas), las 80 familias de la comunidad Buen Amanecer llevan entre dos y seis años de estar viviendo en pequeñas parcelas donde han construido sus viviendas, la mayoría de láminas nuevas, otras con láminas usadas o combinadas: lámina y plástico negro. Están allí porque se cansaron de andar alquilando, afirman algunos vecinos.
Pero desde que se inició la construcción del megapenal, a la falta de agua y luz se les ha agregado una preocupación más: entre algunos se corre el rumor de que los van a sacar, según María Monzón, una mujer de 70 años y quien vive sola en una champa de láminas, con sus gallinas y famélicos perros.
Ante ese rumor que también ha llegado a oídos de Delfina Gómez, ella dice que si tuviera la posibilidad de mandarle un recado a Nayib Bukele, le mandaría a decir que les haga el bien de ponerles al agua y la luz.