Juan Orlando Hernández está a las puertas de sentarse en el banquillo de los acusados en Estados Unidos por su presunta participación en una violenta conspiración para traficar hasta 500 toneladas de cocaína al país norteamericano.
Y así, gracias al pedido de extradición de Estados Unidos, el exmandatario que llegó a controlar casi en su totalidad al aparato judicial hondureño está ahora guardando prisión provisional en una guarnición policial.
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A juicio del reconocido politólogo Daniel Zovatto, esto evidencia una triste realidad de la región: “a lo único que los corruptos de América con alto nivel de influencia le temen, al igual que los narcos, es a que los extraditen a los Estados Unidos”.
Zovatto manifestó esto al tiempo que colgó un vídeo de Juan Orlando Hernández encadenado y siendo conducido por decenas de policías hacia un vehículo blindado.
En este, fue transportado por las calles de un país que hace menos de un mes todavía gobernaba a sus anchas y en presunta colusión con actores del crimen organizado que, según fiscales estadounidenses, se sentían “intocables” al contar con la protección del oficialismo hondureño.
En las calles de Tegucigalpa, simpatizantes de la nueva presidenta, Xiomara Castro, y otros detractores del exmandatario mostraban carteles agradeciendo a Estados Unidos por ser pieza clave en llevar a la justicia a quien muchos consideraban un “dictador”.
En consonancia con las palabras de Zovatto, la caída de Juan Orlando Hernández revela una realidad devastadora para el continente: que las instituciones de justicia y control del poder político locales aún no han sido capaces de ganarse la independencia y el coraje para procesar a quienes han saqueado a estos países y la rendición de cuentas sigue dependiendo de la presión internacional.