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"Yo estuve ahí". Ivan Patiño, el salvadoreño que vio su bandera ondeando en documental sobre Woodstock 99

El compatriota fue uno de los 13 salvadoreños que estuvo presentes en el festival Woodstock de 1999, el cual quedó para la historia como el peor festival de la industria por su fatídico final.

Por Menly Cortez | Ago 28, 2022- 11:54

Ivan a sus 50 años, posee el recuerdo de la experiencia más alocada de su juventud, haber asistido al Woodstock de 1999. Patiño en la fachada de "Surfos". Foto EDH/ Menly Cortez

Recientemente Netflix lanzó el mini documental de “Fiasco Total: Woodstock 99”, el cual habla de, lo que es considerado hasta ahora, el peor festival en la historia de la industria musical.

Lo curioso del documental es que en las tomas hechas entre la multitud, cuando Korn interpretaba el intro de su hit "Blind", se ve ondear una bandera salvadoreña.

Ivan con la bandera salvadoreña alzada durante la presentación de Korn en el momento que iniciaban con el intro de "Blind". Foto EDH/ captura de pantalla

Como fanática de la música y de las buenas historias, me di a la tarea de investigar quién era o quiénes eran los salvadoreños que emprendieron tan valiente hazaña de cruzar medio continente para disfrutar de tan incomparable suceso y preocuparse por dejar registro de que El Salvador dijo “presente”.

El “noble” embajador fue Ivan Patiño, ex bajista de la banda La Pepa y su amigo Francisco Rodríguez, baterista de Los Rosty.

Esta es la versión de los hechos de Woodstock según Patiño:

En su escritorio, pegado a la puerta de la entrada de “Surfos” sobre la calle principal de la playa El Tunco, estaba Ivan, esperando clientes o algún turista que buscara un viaje a Guatemala o Nicaragua.

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El calor de la tarde golpea, él acaba de abrir el negocio y al fondo se escucha un rap americano -“Hola buenas tardes, soy Menly, la persona que te escribió para entrevistarte”, dije al acercarme al local. Un saludo recíproco y de buena onda salió de su parte: “hola, adelante. Bueno, contame qué querés saber”, me indicó.

— Vi tu bandera ondeando en el documental de Woodstock y quería que me contaras tu experiencia — le respondí.

Patiño se movió hacia un lado y sacó un sobre de fotos con publicidad de Fujifilm, era la prueba real de que él había estado en Woodstock, las fotos. Me las mostró y pregunté: ¿Qué estabas haciendo en 1999 antes de este concierto?

"En el 99 estaba tocando con La Pepa, me había dado por vencido en mi carrera de comunicaciones y estaba trabajando para una aerolínea, que fue lo que me ayudó en gran parte a poder llegar allá, tenía 28 años… creo, por ahí, estábamos grabando el disco 'Hasta cuando' con la banda", detalló.

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Patiño relata que Woodstock pese a todo ha sido uno de los espectáculos más grandes en los que ha estado y no solo estuvo en la edición de 1999, sino también en 1994, la segunda edición hecha desde el memorable festival de 1969, que unió a toda la generación hippie en contra de la guerra de Vietnam.

“El festival de 1994 me preparó para el Woodstock 99… en el 94 llegué con una tienda pequeña, que no era para aguantar agua, vimos también buenas bandas pero pegamos una gran valida con la persona que fui en esa ocasión pero vimos en su apogeo a Metallica, a Greenday, Aerosmith, Cypress Hill, Blind Melon, Joe Coker… Los organizadores no ganaron nada porque se les metió la gente, el terreno no era adecuado”.

“En el 99 estaba en su apogeo la generación X y el new metal, ir a un concierto como ese era una experiencia grande porque podías ver a todas tus bandas favoritas en un solo lugar, mucha gente todavía no sabe que yo estuve ahí”, agregó.

¿Cómo eran las expectativas de la realización de ese festival?

No se sabía si se iba a lograr hacer, pero desde el 98 se hablaba que lo iban a rehacer y que iban a poner las bandas del momento. Unos amigos que vivían en Nueva York me compraron la entrada, me costó $120 por los 3 días, esa era la más barata, la más cara andaba por los $500, te incluía todo, tienda, comida, todo.

(Los amigos que ayudaron a Patiño y a Rodríguez a cumplir su hazaña fueron integrantes de Los Reyes del Bajo Mundo, una agrupación de rap, hijos de salvadoreños nacidos en Estados Unidos que años anteriores habían visitado El Salvador)

¿Y cómo fue llegar a la Base de la Fuerza Aérea Griffiss donde se realizó el festival?

Bueno, al llegar a Nueva York nos quedamos como un día con ellos (Los Reyes del Bajo Mundo) y nos llevaron a una terminal de trenes en Nueva York, el tren nos dejó cerca del lugar y de ahí llegamos a puro 'rai'.

Foto Cortesía

Llegamos jueves y ya había montón de gente, habían unas grandes filas y cabal le quitaban todo lo que era comida y bebida a la gente. Ese día fuimos a instalar la tienda al área de campamento y al día siguiente temprano nos dedicamos a investigar dónde estaba todo para no perdernos. El lugar era inmenso, habían dos escenarios y quizás la distancia del escenario principal al secundario eran como de 5 km, teníamos que empezar a caminar como a las 10 a.m. para llegar al escenario como a la 1 p.m., cabal cuando empezaban a tocar las bandas, luego había que pelear por llegar hasta el frente.

¿Qué te quitaron en la entrada? ¿Qué podía llevar un salvadoreño en su mochila que le hubiera ayudado a resistir esos tres días?

Yo no llevaba nada, veníamos de El Salvador, solo una botella de agua que compramos en el camino, pero íbamos mentalizados —por la experiencia del 94— que adentro íbamos a gastar, solo nos preparamos económicamente para subsistir con lo básico, no darnos la gran vida. Al final era una onda “ranger” de ver a las bandas y de no pasar hambre…

Ya estabas en Woodstock, pero ¿cuándo te estabas preparando para este momento, le dijiste a otros amigos que ibas a ir?

El “Gordo” Francisco me dijo: “yo me voy con vos”. Pero los cheros no creían que lo íbamos a hacer, no hicimos mucha bulla, no como ahora que en redes sociales contás que vas a un lugar y todos se enteran, en aquella época prácticamente nos desaparecimos una semana y reaparecimos con las fotos para probarlo.

Ivan coincide con el documental que los altos precios de los productos fue lo que provocó que la violencia estallara entre los asistentes. “… eso era lo principal de todo el relajo, el ultimo día incluso los negocios doblaron los precios, más de la comida, porque no estaban vendiendo lo que esperaban y la gente se estaba yendo”, recordó.

Estando todo tan caro, ¿qué fue lo más accesible que podían comer?

Nada exagerado ni exuberante, pedazos de pizzas o sándwiches, porque eso con una agua o soda costaba $8, y eso que era un sándwich ruin, el pan con ripio de aquí lleva más comida. Nosotros, pechitos, lo que hicimos fue que hacíamos un tiempo de comida fuerte, después un snack y el resto del día no comíamos nada. Cerveza, quizás tomábamos una antes del concierto o después, porque costaba $4 o $5 cada una y el calor era tan fuerte que si tomabas mucha cerveza te deshidratabas y tenías que tomar agua, no era una opción. La distancia de los baños y que estuvieran habilitados —porque podías encontrarlos con una gran cola o sucios— era otra cosa que no convenía, ahí habían fuentes de aguas que tiraban un gran chorro y ahí nos bañamos, pero solo el primer día, porque, desde el segundo día y el resto del festival, el agua se contaminó con las heces.

A pesar de la cantidad exorbitante de gente, Ivan afirma que el lugar era relativamente seguro. En el campamento no tuvieron problema en dejar su tienda de campaña sola, pero admite que él junto a Francisco sí fueron un poquito vándalos, pues fue así que sacaron el recurso para poder poner en alto la bandera de El Salvador entre la multitud. “No nos robaron nada, aunque no llevábamos más que ropa en las maletas, pero nosotros si robamos unas varas de aluminio de otras tiendas de campaña para ponerle a la bandera, a los que les robamos eran unos grandes 'red necks' (sinónimo para norteamericano poco educado y vulgar). 'Ponete para que nadie nos vea', le dije al Gordo y yo desarme la tienda y pude levantar la bandera”, recordó entre risas.

¿No había más salvadoreños?

Si, en total quizás habíamos 13, pero los demás vivían ya en Estados Unidos o eran hijos de salvadoreños nacidos allá, unos eran de California y otros de DC. Ellos llevaban bandera también y la levantaron en el set de Rage Against the Machine, yo durante el set de Korn y luego en Limp Bizkit, ese fue el único momento en el que pude levantarla.

Ambiente en Woodstock 99, en donde un músico salvadoreño estuvo presente. Foto EDH / Menly Cortez

¿Cómo fue la experiencia de levantar la bandera?, ¿qué significó para vos?

Levantar la bandera era casi un castigo, tener una bandera en medio de tanta gente. Cada vez que uno la levantaba nos golpeaban, no por racismo, sino porque era una bandera grande y se tapaba la vista de la gente de atrás, entonces cuando la alzábamos entre el mosh, nos caían codazos y trompones. Aunque también nos ayudó a conocer a estos cheros, al vernos nos ayudaron también en ese momento, se ponían a la par y así subía la bandera, era un estrés por estar en medio de ese mar de gente que nunca había estado en algo así; eran como 300,000 sujetos brincando y moviéndose, uno se desestabilizaba, por eso la subía y la guardaba, y hubo un momento en que la perdimos, pero la idea era que saliera la bandera y que quedara grabado en algo, porque ese evento se transmitió por medio de MTV y Paperview, tenía que quedar registrado que ahí andábamos.

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Hay varias historias de esa enorme marea de gente, ¿pero cuál es la tuya?

Pasábamos en ese mar de gente desde la 1:00 p.m. hasta la medianoche; cuando caminábamos en medio, por donde pasábamos se rolaba el purito, te ofrecían y si no te ofrecían igual fumabas, porque la gran mayoría estaba fumando y se sentía el humo por todos lados. Los que nos veían con la bandera nos invitaban a estar con ellos porque nos veían quizás como animalitos raros. Cuando el mosh se ponía violento, sí tenías que ver para todos lados, porque de cualquier lado te podía volar un pedazo de playwood en la cabeza, cuando querían desarmar la torre de sonido; pero en el relajo vi a Fred Durst como de aquí a la bocina (haciendo referencia del escritorio hacia otra esquina del local, probablemente unos 3 metros), lo vi bien cerca, que por cierto es un enano, aunque en el video se ve alto…

También el abuso a las mujeres fue real y la gente desnuda también. Las cheras con las chiches de fuera, muchos se aprovecharon de ellas, las manoseaban y ellas se sentían invadidas. Para las fotos que yo me tomé les pedí permiso… (comenta mientras muestra una foto en la que salen don jóvenes enseñando los pechos y posando para la foto junto a él).

En medio de la gente tenías que cuidarte de no caerte, pararte bien porque ahí si te caías tu única salvación era que alguien te levantara y te pusiera sobre la gente para que te empujaran hacia la seguridad al frente, o tenías que salir a los lados, o le hacías huevos… era difícil hacer foto, yo llevé 4 rollos de 36 fotos, pero las que hice entre la gente costaba que no salieran movidas, tomaba varias y con suerte una me quedó buena, con el tiempo se me han arruinado varias.

Iván durante el festival Woodstock. Foto Cortesía

¿Creés que sí llegó gente que llegó solo a molestar al evento?

No, no creo. Los gringos de por sí cuando se emborrachan bastante tienen esa tendencia de ser bien extremistas, muchos de ellos son violentos; eso, más las malas condiciones extremas y los precios exuberantes fue lo que realmente hizo que la gente dijera: 'bueno, vamos a hacernos mier** esto'. Las bandas hicieron su show y no tuvieron la culpa de nada.

¿Qué recuerdos tenés de las bandas?

El set de Rage Agaisnt the Machine me dejó decepcionado, esperaba más; Zac de la Rocha no dio esa energía que tenía, ya no gritaba, a los meses supimos que se estaban separando, quizás desde ahí ya no se llevaban bien. En ese festival conocí a Seven Dust, una banda que hasta la fecha aún me gusta mucho; The Offspring no me gustaba y a partir de esa presentación me gustó más. Sugar Ray iba a tocar, eran los primeros, pero lo sustituyeron por James Brown. Cuando mencionaron eso, grité porque soy amante de la música funk; la mara se me quedó viendo raro y como que no le gustaba, pero cuando Brown empezó lo apoyaron mucho, fue una gran cosa y no me lo esperaba. Bush fue muy valiente, porque supo manejar al público después de Korn, a pesar de que salieron con cara de miedo. Cuando Jonathan Davis dijo: “Are you ready”, lo primero que dije fue “¡pu**!”, porque la marea te llevaba para aquí, para allá y me tenía que dejar llevar. Todo ese set fue violento, hasta me perdí con aquel (con Francisco), pero ya teníamos un plan para ese caso de encontrarnos al salir del concierto en un punto de referencia. Kid Rock fue mi primer moshpit del evento, ¡fue increíble!, el man ensatanó a la gente, hasta compré el disco. Flea (de Red Hot Chilli Peppers) salió haciendo el helicóptero con su miembro y el bajo en la mano.

¿Cómo sobrellevabas el cansancio de las jornadas?

Nunca, jamás, no hubo cansancio. Siempre andábamos prendidos, siempre había algo que hacer, al final de la jornada estábamos tan cansados que caíamos doblados, no sentíamos nada, solo dormíamos cuatro horas y a levantarnos de nuevo. Creo que lo que ayudó, al menos a nosotros, fue que no fuimos al rave, porque éramos más rockeros y no nos interesaba la música electrónica, aunque ya conocíamos a Fat Boy Slim y la otra gente que tocó ahí.

Del espectáculo, Ivan aún conserva también unos pines que usaba en sus chaquetas y otros recuerdos. Foto EDH / Menly Cortez

El evento terminó y comenzó lo más pelado del desorden. ¿Qué recuerdas de ese momento?

Los Chili Peppers terminaron y las fogatas se extendían en todo el lugar por las candelas que habían repartido, que eran para el momento en que se proyectaron las imágenes de Jimmy Hendrix y los Peppers salieron corriendo a tocar “Fire” y eso fue como que le pusieran el tema a la situación. La mara se empezó a pelar y empezaron a quemar todo, a botar todas las torres, en dos minutos y medio que duró la canción hubo un gran relajo… y se fueron, empezó el caos, apagaron las luces y el staff le pedía a la gente que se calmara y la gente comenzó a subirse a las barreras del escenario… estaban tirando todo, la batería, los instrumentos, yo le dije al Gordo que nos fuéramos al campamento…

Cuando pasamos por el área de comida, la mara le estaba dando vuelta a todo, los tambos de gas explotaron, nosotros incluso nos “hueviamos” una caja de agua y la repartimos, nos fuimos para la tienda, una mier** de miedo. Pero nosotros veníamos de guerra, venimos de todo, no íbamos a ser “pende*” de quedarnos ahí, ¡vámonos!… la parte de las tiendas estaba tranquila, llegamos a las 3:00 a.m. y tipo 6:00 a.m. que salí de la tienda porque quería orinar… enfrente tenía un chota y me dijo: “deberían irse”. Solo agarramos la mochila, la tienda ahí quedó. Al salir, había ver de policías, era la guardia nacional, neblina como humo, parecía que sí era zona de guerra de película, la mara que seguía ahí sí tenía cara que ya no podía más, ya saliendo, nosotros nos fuimos como llegamos, a puro “rai”.

Ivan, lo que contás es de película en realidad. Quedaste registrado para la historia, pero de toda esa experiencia, ¿qué es lo que te quedó?

Pues como dicen los entrevistados en el documental, pues yo también lo haría de nuevo, regresamos bien “verdos” y perdimos algunas cosas, como la bandera, yo no me acuerdo dónde quedó en ese “desver”, ahí si lo siento mi país jajajaja.

Pero, ¿ya cumpliste tu misión?

Eso sí. Pero, sí, el evento como sea fue súper trascendental. Era un momento de cambio de generación musical, era el fin del milenio, lo disfruté, la pasamos bien, no tuvimos problemas porque fuimos mucho más vivos, ser de El Salvador y todo lo que hemos pasado y que fui Scout, fue una gran escuela para que no nos pasara nada y disfrutáramos tranquilos.

¿Fuiste a otros festivales después?

Yo quedé curado, fueron 3 días y vi a las bandas más grandes del momento, yo dije: “ya vi lo que quería ver”. Vi a estas bandas en su mejor momento, con sonido y escenario de primer mundo, taché varias bandas de mi lista.

Iván durante la mañana del tercer día del festival en 1999. Foto EDH/ Menly Cortez

Cómo músico, ¿esta experiencia aportó algo en tu desempeño?

Vine encendido, con ganas de hacer música, me sirvió de escuela musicalmente para ver cómo una banda profesional actuaba en vivo y cómo teníamos que sonar y cómo interactuar con el público, cómo uno se prepara… cuando fuimos con la Pepa a México todo lo que vi y lo compartí con los demás funcionó, nos sirvió de mucho.


Para Ivan Patiño, Woodstock 99 es un ejemplo de lo que ocurre cuando los organizadores solo buscan ganar dinero y no se invierte de manera adecuada en el evento y recalca que los hechos violentos fueron causados por ese enojo hacia los organizadores y la industria, que las bandas solo hicieron su show según el género que representaban.

El festival Woodstock no volvió a hacerse nunca más, los organizadores tuvieron problemas legales y las personas dañadas no recibieron reparación.

Iván Patiño actualmente tiene 50 años y aún guarda los recuerdos del festival. Foto EDH / Menly Cortez

Las fotos que Ivan ha logrado rescatar con el paso del tiempo no solo reflejan los buenos momentos que pasó junto a su amigo, sino también parte de los abusos y violencia que se vivió durante el evento.

Del espectáculo aún conserva también unos pines que usaba en sus chaquetas, tuvo una camiseta del evento que con el tiempo se perdió y también pósteres, aún conserva el póster de la edición del año 94. En la edición de 1999, se presentaron cerca de 30 bandas populares y emergentes que actualmente son representativas en la historia de la música.

Patiño actualmente tiene 50 años, pasa la mayor parte de su tiempo en la playa El Tunco trabajando en su negocio “Surfos”, una agencia de turismo y bar, el cual es pionero en servicio de viajes, pues hace 13 años fue de los primeros en la zona que ofreció este servicio que traslada a turistas a Guatemala y Nicaragua.

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