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La volátil e impredecible cualidad de vida y de gobierno. Giovanna, reina de Nápoles, Jerusalén, Sicilia y Provenza

La Corte Papal en Aviñón, 15 de marzo, 1348. “Durante la Peste Negra, el número de cadáveres era enorme y, desesperado, el Papa compró un campo para enterrarlos, pero esta medida era aún insuficiente; el pontífice fue obligado a santificar el río Rhone para esta función (...) La reina Giovanna, montada en una yegua blanca de raza pura, encabezó su séquito por los pasajes torcidos de la ciudad (...) Siguiendo el protocolo de la corte eclesial, la reina se arrodilló en una almohadilla ante el Papa y besó la cruz de oro bordada en su zapatilla. Después, él la elevó, la besó en la boca e hizo una indicación para que ella se sentara en el trono vacío a su lado (...) El juicio comenzó (...) Giovanna fue acusada de conspirar el asesinato su esposo, el príncipe Andrew de Hungría (...) El único idioma reconocido por la corte papal era el latín y Giovanna había pedido la aprobación de dirigirse a la corte y defenderse a sí misma. Ella se levantó de su trono y comenzó a responder a los cargos. Tenía 22 años”. Nancy Goldstone. “The lady queen. The notorious reign of Joanna I, queen of Naples, Jerusalem and Sicily (New York, Boston and London, 2009).

Por Katherine Miller | May 13, 2023- 16:10

Fresco de Niccolò di Tommaso (1360) en el monasterio de San Giacomo, Capri. A la izquierda de la Virgen está la reina Giovanna I de Nápoles, con corona y manos en oración. / Foto Por archivo

Dicho episodio ocurrió casi al principio de su reinado. Fue una de las monarcas más sobresalientes de Europa unos 200 años antes del reinado de Elizabeth I de Inglaterra. Su primer matrimonio fue arreglado por su abuelo, el rey de Sicilia —Roberto “El sabio”—, para cimentar alianzas políticas con Hungría; y fue con el príncipe Andrew de Hungría. Ella tenía siete años el día de la boda y él tenía seis, el matrimonio no fue consumado por sus jóvenes edades (prerrequisito para la validez del matrimonio). Y como Andrew era considerado un extranjero, él y su séquito eran el objeto de intrigas y disgustos por parte la corte en Nápoles. Como era un matrimonio sin consumación, los húngaros estaban al punto de la espada, ansiosos por reclamar el poder sobre Nápoles. Sin embargo, el Papa emitió una bula papal en la que declaró que Giovanna “iba a reinar sola, como que fuera un hombre”, proclamación por la que enfurecieron los húngaros. Eventualmente, el príncipe Andrew fue asesinado y Hungría le echó la culpa a ella para poder remplazarla en el poder en Nápoles. Esa era la razón del juicio detallado arriba de este texto. Pero ella salió inocente y exonerada por la corte papal de los cargos y demandas impuestas, falsamente, por los de Hungría.

Así comenzó el trajín; en todo su reinado ella estuvo inmersa de su alrededor, por conspiraciones e intrigas de poder hechas por las castas reales de su propio país y por casi toda Europa; el juego de poder entre los gobiernos (léanse, monarquías) implicaba que nadie buscaba asesinarla sino contratar matrimonio con ella para quitarla del trono. Estuvo rodeada de asesinatos, traiciones, revueltas e insurgencias cívicas, el exilio de su persona, la Peste Negra, La guerra de los 100 años, el conflicto de la investidura entre los güelfos y los gibelinos, el cismo del papado entre Aviñón y Roma. Por fin, por fin, sufrió incluso la muerte de sus tres hijos.

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Nacida en 1326 y fallecida en 1382, la reina Giovanna sintió una enorme entrega y compromiso con sus responsabilidades en el gobierno, el cual había sido entregado por su abuelo. Era astuta al máximo y manejaba las riendas del poder con arreglos, concesiones, imposiciones y contemporización, pero, sobre todo, con una entrega personal completa.

El asesinato de Andrés, duque de Calabria; pintura de la imaginación victoriana, Karl Briulov (1832).

Ella apoyaba al Papa durante las revueltas nacionalistas entre los franceses (y su compromiso galicano con el gobierno de la iglesia) y los italianos (específicamente los florentinos y romanos) en los movimientos de la corte Papal entre Aviñón y Roma; dichos favores fueron devueltos por el Papado durante el Gran cismo en la iglesia (1378-1417). Los apoyos principalmente logísticos ofrecidos por Giovanna tomaron la forma de tropas, flotas de barcos; hasta prestó a su cuarto esposo, el condotiero militar Otto de Brunswick, para defender al Papa y la curia cuando se movieron hacia Roma y Aviñón, ya que Nápoles era casi un feudo del Papado. Giovanna jugaba con las reglas políticas del día, de Maquiavelo a Maquiavelo, sin escatimar recursos suyos; endulzó sus propias peticiones haciendo hasta concesiones y arreglos irregulares para cumplir con las necesidades del Papa, el papado y su curia, inmersas en las amarguras del Gran cismo del siglo XIV.

Después de que Giovanna como reina había sido exonerada del asesinato de su esposo, Andrew, el ejército húngaro invadió Nápoles y Giovanna se exilió en otro de sus reinos: Provenza, donde fue establecido el Papado en Aviñón. Allí, manejando su reino de Nápoles, ahora ocupado por el ejército de Hungría encabezado por el hermano de su esposo muerto, necesitaba el permiso del Papa para un matrimonio que ella propuso entre su hermana y el hijo del rey de Francia (esto en medio de los pleitos entre italianos y franceses por el Papado). Atendiendo las necesidades del Papa mientras se posicionaba para ganar un decreto autorizando el matrimonio de su hermana, Giovanna presentó su petición y, a la misma vez, ofreció, para endulzar la petición, vender Aviñón (ubicado en el territorio del dominio de Giovanna en Provenza) al Papa. Y así se dio: Aviñón se posicionó como ciudad autónoma de los Estados Papales ubicada en Provenza y Giovanna ganó la aprobación de su petición.

Castillo de Muro Lucano, Italia, y el antiguo pueblo de la región de Basilicata.
Castillo de Muro Lucano, Italia, y el antiguo pueblo de la región de Basilicata.

Qué conclusiones se pueden presentar sobre una mujer culta, fuerte, sin piedad y fiel hasta la muerte a su reino y al Papado. Ella representa la fuerza de una mujer sobre la que —hasta unas investigaciones recientes— no sabíamos nada, ni de su existencia, ya que no se vislumbra en las historias del período.

La biografía más autoritativa de Giovanna es la de Nancy Goldstone, publicada en 2009. No es una biografía suave y sentimental, si no un escrito legalista, documentado con citaciones de bulas papales, decretos, crónicas (como de Villani, Froissart y otros), extractos de correspondencias en latín entre reinos y el Vaticano y las cartas de los poetas Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio. Su muerte, al final del recuento de su vida en forma acética, es presentada en forma de un documental o reportaje, sin sentimientos.

Tal vez la tesis que se presenta como representativa de su vida es la de sus metodologías, éxitos y fracasos. ¿En qué consiste la manipulación de los nervios y tendones, los soportes y el movimiento de placas tectónicas del poder político en el siglo XIV, en medio del mar Mediterráneo y el mar Adriático, o en Nápoles, Sicilia, Provenza, Aviñón y Roma? Estas metodologías evidencian una creatividad astuta, así como idiosincrática. El entorno histórico de toda Europa occidental incluye los contextos en los que tenía que, primeramente, sobrevivir como reina.

Giovanna, una monarca desde la edad de siete años, fue casada con un príncipe húngaro y creció en la exquisita y lujosa corte de su abuelo, el rey de Nápoles, Sicilia, Provenza y Jerusalén, Roberto el Sabio; él mismo la nombraría como sucesora. Incluso le heredó el derecho al trono de Jerusalén, que se refiere a un estado cruzado establecido en el Levante, después de la Primera Cruzada por los franceses, ubicada entre el Emirato de Damasco y el Califato Shiita Fatimid (en la península de Sinaí).
El resto de su vida pública consistió en empujar hacia dentro y hacia afuera, manteniendo, —por fuerza mayor, por sutileza, sagacidad, artimañas y cualquier juego para sobrevivir— la herencia de su abuelo.

Llegando al año 1365, Giovanna obtuvo permiso del Papa para contraer matrimonio por tercera vez, debido a su deseo de procrear un hijo heredero. Su tercer esposo era Jaime, rey de Mallorca y príncipe de Achaea ( una parte territorial de Grecia), quien fue fuertemente traumatizado mentalmente al haber sido encarcelado por su tío en una jaula durante 14 años. De milagro, Giovanna produjo una hija, pero, como todos sus hijos, murió en su primer año.

Tras la muerte de Jaime, Giovanna se casó por cuarta vez con un condotiero alemán, Otto de Brunswick, a quien ella escogió no por su rango en la jerarquía en la realeza, sino porque él tenía experiencia militar y un ejército disponible para defenderla a ella, su reino y el Papado. Ella siempre necesitaba un heredero.

Territorio del Reino de Nápoles en 1454.

Simultáneamente, la reina tuvo que tratar con el laureado poeta de Roma, Francesco Petrarca, con quien ella mantuvo una amistad, pero quien llegó a Nápoles como parte del séquito diplomático del Cardenal Giovanni Colonna y abogó públicamente por la liberación de unos presos encarcelados por crímenes horrendos y repugnantes. Dichos presos, un grupo de hermanos de apellido Pippini, eran parientes del Cardenal. Petrarca logró su libertad tras organizar sectores de la población que presionaron a Giovanna hasta que se doblegó y los dejaron en libertad. Ya liberados, los Pippini comenzaron a operar en Nápoles como una banda de crimen organizado.

Petrarca también presionó al Papa para eliminar a Giovanna del trono de Nápoles porque, según argumentó, Giovanna, como mujer, no podía reinar como monarca. El Papa, para aplacar la situación y mantener buenas relaciones con el poeta laureado, envió un legado con poderes administrativos para tomar control del gobierno de Nápoles y complacer al famoso poeta. Enseguida, la reina Giovanna presentó una petición al Papa para quitarle el poder y restaurarla a ella como reina. Y así hizo el Papa. Y ambos satisfechos.

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A estos y muchos otros episodios, a nosotros los del siglo XXI, se nos escapa la lógica. Pero ese tumulto del mundo político de Europa en el siglo XIV, tan volátil e impredecible, pensándolo bien, se parece mucho a las noticias de televisión de cada noche ahora.

Giovanna también mantenía amistad con el famoso poeta Boccaccio, quien incluyó la biografía de la reina en la obra De mulieribus claris (sobre mujeres famosas); de ella dijo: “Giovanna, reina de Sicilia y Jerusalén, es más renombrada que cualquier otra mujer de su tiempo por linaje, poder y carácter”. Boccaccio también trazó el linaje de Giovanna como reina desde Troya.

Otras crónicas del siglo XIV la describen como “Giovanna, por la gracia de Dios, reina de Jerusalén y Sicilia, duquesa de Apulia, princesa de Capua, condesa de Provenza, Forcalquier y Piedmont”. Históricamente sus padres eran Carlos duque de Calabria y Marie de Valois (italiana y francesa), quienes murieron antes de que ella cumpliera siete años; fue criada en la corte de su abuelo, el rey de Nápoles, Roberto “El sabio” (1309-1343). Nápoles era el estado más centralizado de Europa y el centro de mayor comercio internacional, además de ser un punto de difusión de la sabiduría griega y árabe. Giovanna, desde niña, hablaba francés, latín, provenzal, el dialecto napolitano de la península italiana y también latín.

Moneda utilizada durante el reinado de Luis y Giovanna en la que se lee “L. REX E I REG” (rey Luis y reina Giovanna).

Como la caracteriza Goldstone en su biografía: “Sola y única en Europa, ella representaba una mujer ejerciendo poder absoluto”. Utilizó también su dominio para obligar a los practicantes de medicina a tratar a los pobres sin cobrar. En la renombrada facultad de medicina de la universidad de Salerno y en la universidad de Nápoles, Giovanna la reina obligó la admisión de mujeres para el estudio de medicina. Durante su reinado, 35 años, el número de mujeres licenciadas como médicos por las universidades creció. Otra crónica que documentó los acontecimientos de esos tiempos describe la corte de Giovanna. Además de tener una biblioteca fabulosa, presentó al mundo una corte rica y graciosa: “Su corte fue notable por su extravagancia, con una colección de animales exóticos y sirvientes sarracenos y africanos”.

Giovanna, al final de su vida de 56 años —35 de ellos en el trono—, murió secuestrada por Carlos de Durazzo (de Hungría) y asesinada en el castillo de Muro.

Las complejidades del poder político de los tiempos de la reina Giovanna y sus metodologías de cómo gobernar, si examinamos los documentos de su tiempo minuciosamente, no difieren en una manera significativa de las tremendas irrupciones internacionales de nuestros días; salvo que la reina Giovanna era más astuta, ingeniosa y culta como jefa de su gobierno. Y en todo eso estamos ante la gloria y la pesadilla justo antes del Renacimiento europeo que se presentó enseguida.

FIN

Lectura recomendada

BOCCACCIO, Giovanni.  De mulieribus
Claris (Sobre mujeres famosas).
BRION, Marcel.  La reine Jeanne.  
(Société de Bibliophiles de Provence, 1936).
DUMAS pere, Alexandre.  Joan of Naples (1839-1840).
GOLDSTONE, Nancy.  The Lady Queen:  The Notorious Reign of Joanna I,
Queen of Naples, Jerusalem and Sicilia (New York, Boston and London , (2009).
JARRY, EUGENE.  La morte de Jeanne I, reine de Jerusalem et de Sicile, en 1382.
(Bibliotheque de l’école des Chartes. 1894).
PALADILE, Dominique.  La reine Jeanne, comtesse de Provence
(Librairie Académique Perrin. 1997). 

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