El poder es el motor central del movimiento de la historia. Es el motor fascinante que impulsa el movimiento de civilizaciones y sociedades. Siempre, entonces, hay que identificar las fuentes del poder en la examinación de ejemplos históricos. Concentrándose en un solo caso, sería necesario identificar las fuentes de poder que mueven, por ejemplo, un continente pequeño como Europa Occidental en la Edad Media, después de la disolución del Imperio Romano. Era un continente subdesarrollado, su economía basada enteramente en la agricultura lograba desarrollarse principalmente por sus propios esfuerzos domésticos. ¿Cuáles eran las fuentes y palancas domésticas del poder que las poblaciones europeas utilizaron para alcanzar sus primeros éxitos en el desarrollo?
Los libros de historia hablan sobre el poder presentando listas con fechas, sucesiones de guerras, armamentos, dinastías de reyes y reinas, personalidades e individuos como fuentes de poder militar. O señalan el poder político de una serie de filosofías e ideas manejadas en las altas esferas de gobiernos. Otra potestad posible emana de la Iglesia con los Papas, príncipes aquí en la tierra ejerciendo su influencia determinante en las mentes y las almas de todas las clases en las poblaciones.
Propongo examinar las fuentes de poder en el caso de Europa medieval, un continente subdesarrollado, con una economía basada exclusivamente en la agricultura, que por sus propios esfuerzos en el terreno doméstico de su continente creó una sociedad floreciente por medio del dominio y motor del comercio, comenzando en los siglos XII-XIV. Las grandes exploraciones, la abundancia de especias y otras riquezas no se dieron hasta el siglo XV. Pero Europa se despegó gracias a su esfuerzo interno alrededor del siglo XII. Consideremos cómo lo hizo, iniciando una esfera dentro del continente: en los monasterios —entidades autosuficientes en medio de la desintegración de poder político después de Roma—, que se enclaustraban pero que también viajaban por toda Europa. Los monasterios de monjes y monjas de muchas órdenes monásticas de Inglaterra e Italia con sus tierras, sus campos de cosechas y--sus ovejas.
Un capítulo en la historia de las industrias de textiles se centra en los logros obtenidos por la orden de laicos denominada los Humilitati (Umiliati en italiano), que fueron fundados en 1015 en Italia y se afiliaron en 1140 con la orden de los Benedictinos y así asumieron un carácter eclesial. El gobierno de Florencia pidió a los Humiliatis que se trasladaran a Florencia por sus habilidades de procesamiento y venta de telas de lana. Fueron dados a cargo de la Iglesia de San Donato, fuera de las murallas de Florencia. Y en 1256 tomaron control de la Iglesia de Ognissanti en la misma ciudad. También recibieron del gobierno una gran cantidad de tierra baldía entre esta iglesia y el río Arno, el agua siendo sumamente necesaria para el trabajo de textilería en sus talleres. Allí los monjes se ocuparon exclusivamente del procesamiento y venta de lana y alquilaron la tierra a los mercaderes florentinos quienes construyeron talleres de tinta, blanqueo y limpieza de lana importada desde Inglaterra a la península itálica.
La lana de las ovejas inglesas que sobraba, después que los monjes y monjas confeccionaban sus hábitos, era la que vendían a los mercaderes de Inglaterra, Flandes, Alemania y otros. Pero, sus ventas principales eran los enormes bultos que compraban los mercaderes-cum-banqueros italianos y sus agentes. Los monasterios Cistercienses, para tomar un solo ejemplo entre muchos, contrataron laicos para procesar y vender la lana que cortaban de las ovejas, para salvar a los religiosos del pecado de la usura, condenado por los siglos de los siglos por la Iglesia. Las fuentes del poder aquí, sin duda, son las ovejas y los mercaderes, quienes combinados producían riqueza con la exportación de enormes cantidades de bultos de lana inglesa. Las ganancias provenían del superávit de la lana. Hay dibujos de telares en las celdas de los claustros monásticos que datan del siglo XII. Y los mercaderes llevaban los bultos comprados en Inglaterra, aguantando muchos peligros y pesadillas en el viaje a través del continente, por tierra, ríos y los Alpes a los gremios, principalmente en Florencia, pero también en Milano, Boloña, Pisa, Prato y otras ciudades. En estas ciudades, las 25 a 30 etapas que requería el procesamiento para confeccionar la lana fina (el trabajo forzoso de la mano de obra barata), contribuyeron al crecimiento del poder político y económico.
La lana inglesa fue procesada en los gremios florentinos, comenzando en el siglo XII. Produjeron la tela de lana más fina de Europa en los gremios estrictos, con la lana de las ovejas de los monasterios ingleses. Las muchas etapas de trabajo intensivo que hacían los trabajadores iban desde la limpieza de la grasa de la lana de alta categoría de la espalda de las ovejas hasta la limpieza de la defecación pegada en la categoría de lana más barata, de la grupa del animal. En fin, era una labor agotadora la que iba de la mano de la obra humana, barata y controlada por los gremios, la que produjo las ganancias en el procesamiento y producción de la tela de lana más fina del continente. Y las ganancias de esta producción hicieron de los mercaderes italianos una suerte de mercaderes-cum-banqueros.
Había muchos banqueros y mercaderes que surgieron y fallaron durante los siglos XII hasta XIV. Entre ellos se encuentra la familia de los Médicis, que estaba involucrada en los negocios de textiles desde un inicio, principalmente con la lana fina que produjeron los gremios que ellos controlaban en Florencia. Eso desde “los tiempos del rey Henry II” (es decir, el siglo XII en Inglaterra), según declara la documentación. Eventualmente, los Médicis (y otros mercaderes-banqueros) proveyeron préstamos al Vaticano y a la corona inglesa condicionados con recibir de forma colateral ingresos de impuestos sobre la lana y hasta el control sobre la aduana de lana de Inglaterra (the Wool Staple). Aunque otros banqueros-mercaderes (los Bardi, Peruzzi, Frescobaldi, et al.) fracasaron en el intento, los Médicis lograron construir la banca más grande y poderosa de la Edad Media. A sus centros mercantiles llegaron mercaderes-banqueros de toda Europa. Tenían centros con representantes financieros en Aviñón, Brujas, Florencia, Londres, Milano, Roma (con la Curia Papal) y Venecia. Y los Médicis diversificaron sus riesgos, agregando a la lana los tapices bordados, seda, especias, aceite de olivo y frutas cítricas a sus mercados. (Shakespeare no se equivocó en la cuestión de la diversificación mercantil de la que habla el mercader Antonio al principio de su obra).
Hay que tomar nota, las ciudades de Pisa y Palermo eran más internacionales que Florencia en el hecho de que mercaderes de los países de Islam (Turcos, Persas y Moros) llegaban a vender y comprar con los mercaderes franceses, ingleses y alemanes, quienes habían cruzado por los pases montañosos de los Alpes, exponiéndose a grandes riesgos. Palermo, en Sicilia, isla al sur de la península itálica, era una ciudad oriental durante la Edad Media y viajeros musulmanes atestaron que habían unas 200 mezquitas en la ciudad. El gremio de los tinteros fue formado en Pisa en el año 1255, mientras que Giovanni di Bicci de’ Médici, Cosimo de’ Médici y Lorenzo de’ Medici estaban sentando sus bases de poder en Florencia, aproximadamente entre los años 1282-1471.
Los billetes de cambio (bills of exchange, una especie de cheque) sirvieron en las ferias de Champagne, en lo que es ahora Francia, y también en las ferias de Frankfurt-am-Mein, en lo que es ahora Alemania. El uso de estos instrumentos financieros sofisticados (inventados por los banqueros italianos) redujo los tremendos gastos y peligros de los movimientos de mercadería por mar (a los que el mercader Antonio alude en la obra de Shakespeare). Con el uso de estos billetes de cambio, los Médicis formaron un vínculo efectivo, en tierra, con su franquicia con el Vaticano para la recolección de los impuestos y diezmos que pedían los Papas para la Iglesia en la Europa del Norte. Los Médicis dejaron a la historia fuentes de documentación de su acumulación de poder en sus libros de contaduría (incluyendo los libri segreti, los libros secretos de sus cuentas), en los textos de tratados, en la correspondencia de negocios y en los contenidos de los textos escritos de casos legales. Existen también, como documentación, tratados y manuales para mercaderes, como la más famosa de Francesco Balducci Pegoletti (1290-1247): La pratica de la mercatura (La Práctica del comercio).
Además, los Médicis lograron dominar los mercados de tintas para telas con acaparamientos internacionales, que fueron controlados por sus agentes (factores) para la venta del monopolio de alumbre del Vaticano —el consejo que Cosimo de’ Médici dio a sus agentes (factores) era de “vestirse bien y hablar muy poco”—. Llegaron a participar junto al Vaticano en el control del alumbre, que era imprescindible para fijar los colores en la industria de los textiles. (Antes del descubrimiento de las minas de alumbre en los Estados Papales cerca de la Civitavecchia, el alumbre, que estaba disponible solamente por medio del mercado internacional de la cuenca del Mediterráneo —proveniente de Bagdad y Trebizonda en el Mar Negro—, fue ofrecido en venta por los mercaderes musulmanes en Constantinopla y Venecia. Después del descubrimiento del alumbre en los Estados Papales, los Papas establecieron un monopolio para Europa de este producto y delegaron su venta y control a los Médicis. Y el Vaticano amenazó a los mercaderes cristianos con la excomulgación si compraban a los mercaderes del Islam).
Tan poderosos eran los Médicis que produjeron cinco Papas de su familia: el Papa Leo X, el Papa Clemente VI, el Papa Pio IV y el Papa Leo XI. Desde su poder económico y político, participaron como protagonistas de la Contrarreforma y el Concilio de Trento, igual como en las Guerras de Religión en Francia con la reina-regente, Catarina de’ Médici.
Así que la riqueza e influencia de los Médicis formaron las palancas y fuentes del poder del desarrollo, provenientes de la trata de venta de lana y de los monopolios de alumbre. Desde esta base, adquirieron el poder político, inicialmente en Florencia y más tarde en toda la península y en Europa. El poder provenía inicialmente de la lana de las ovejas inglesas y se transformó en instituciones financieras de prestamistas y, eventualmente, de la banca más poderosa de Europa que acuñaba y fomentaba la circulación en el comercio del continente, la moneda de oro más fuerte de Europa, el Florín, por su base de poder en Florencia.
Contemporáneos a los Médicis había muchos otros mercaderes-banqueros de lana y textiles. Consideramos, por ejemplo, el mercader Francesco di Marco Datini, mercader de Prato, quien encabezó sus libros de contaduría con el título “En el nombre de Dios y de la ganancia”, ¡obviando así el problema de usura! Los Médicis y otros trataron el problema de la usura agregando una columna adicional en sus libros de contaduría para un socio sin nombre quien ganaba el 10 % de sus ganancias: la cantidad que exige la Iglesia en sus diezmos. El socio era Dios mismo. Así, también, los Médicis obviaron el problema de la usura.
Durante la Edad Media temprana y media, el negocio grande era al inicio el despegue económico de Europa, solo y únicamente del comercio de telas y la banca. Decayó primero el mercado con la Peste Negra (1348 y después), cuando los estimados de pérdidas demográficas en términos de mano de obra eran de dos tercios de la población. También afectaron inquietudes sociales como la insurrección de los Ciompi (textileros) en 1378, la Conspiración de los Pazzi y las Guerras de las Rosas en el norte.
Al final, se puede alegar que, la lana proveniente de la humilde espalda de la oveja era esencialmente la fuente del poder de donde creció el comercio de la lana y los textiles que proveyeron las ganancias domésticas de Europa como continente subdesarrollado y desembocó en la formación del banco y el poder de los Médicis.
Este es un análisis un poco distinto de la pintura de elegancia y lujo de cultura con que los Médicis están usualmente presentados. Al examinar los procesos de la acumulación de poder con la compra, la venta, el transporte, la correspondencia, el mantenimiento y revisión de los libros de cuenta de docenas de ciudades, la confección de alianzas para el poder y los casos legales, parece que era un trabajo arduo y peligroso con una fachada de gloria y lujo.
Quedamos claros que la primera fuente del poder de la Edad Media para el despegue económico y político de Europa comenzó con la oveja. Un mercader de lana del siglo XV construyó, con sus ganancias en el mercado de lana, una casa nueva y grande, en cuyo portal aparecía tallado el lema siguiente:
“I praise God and ever shall,
It is the sheep who paid for all”.
(Elogio a Dios y siempre lo haré, son las ovejas las que han pagado todo).
FIN