Vivi Quezada aún recuerda cuando en 1968 vio la película “La fiesta inolvidable” de Peter Sellers en el cine Apolo, ubicado sobre la avenida Cuscatlán, en el centro de San Salvador.
Esa anécdota aún la tiene, ya que fue la única vez que asistió a esa sala como parte de un viaje escolar. Ella cuenta que la película le pareció graciosa de principio a fin.
“Fue una actividad del colegio y había llegado otro colegio; la pasamos súper alegres”, rememoró. Hoy en día, las salas del Apolo ya no emiten películas y se han adaptado como escenario para una iglesia evangélica y un negocio de ropa de segunda mano. Otros espacios son bodegas y venta de vitrales.
Así como el Apolo, otros cines, con el paso del tiempo, quedaron en el abandono o pasaron a ser utilizados como almacenes.
La mayoría se encontraban en el centro capitalino y quienes vivieron aquella época cuentan a las nuevas generaciones sus anécdotas.
Por varios años, el precio de la entrada a estas salas variaba de tal manera que los caballeros pagaban más que las damas.
Así lo dejan ver los anuncios de la época. Por ejemplo, en la cartelera de cine que publicó El Diario de Hoy el 17 de abril de 1957 se detalla que la entrada para ver “La pequeña enemiga” era de 60 centavos para los hombres y 40 para las damas, en el cine Iberia, que fue reconocido por esta práctica.
En otros, los precios variaban por la hora de la función o si el asiento estaba en “butaca o balcón”, tal como lo ofrecía el extinto cine América del barrio San Esteban, según consta en la fecha del periódico antes mencionado.
El tiempo fue el peor enemigo para la variedad de cines que existían ya que la mayoría desapareció con el paso de los años.
Sin embargo, para algunas exsalas pareciera que el tiempo se detuvo, pues aún conservan su fachada original. Estos son: Iberia, Darío, Central, Libertad, México, Metro, Apolo, Avenida y Majestic.
Guardianes del cine México
David Pérez vive junto a su padre e hijo en lo que algún día fue el mítico cine México, situado en el barrio Santa Anita de San Salvador. Aunque habló con este medio, prefirió que no se le tomaran fotografías.
El joven relató que en dicha sala solo se emitían películas mexicanas haciéndolo diferente al resto, sin embargo, los clientes fueron disminuyendo y en sus últimos años, allá por el 2002, cerró ya que no era un negocio rentable.
Peréz comentó que los pocos clientes que llegaban no lo hacían por ver la función sino que “aprovechaban la oscuridad” para besarse, abrazarse o realizar actos de índole sexual. Luego de su cierre, el espacio quedó solo, lo que permitió que delincuentes hurtaran el equipo tecnológico y hasta las butacas.
Es por ello que los propietarios del inmueble decidieron contratar al papá de David para que cuidara el excine y así lo ha hecho hasta la fecha en compañía de su hijo y pequeño nieto.
Lo que un día fue una sala de proyección de películas hoy es un espacio vacío que en su entrada tiene un comedor y su segundo piso es utilizado como tendedero.
El que “surgió” entre las ventas
Con el desalojo de los vendedores informales, a inicios de este año, que se encontraban sobre la 4a avenida Sur y calle Delgado, volvió a ser visible el imponente rótulo: Cine Metro.
Fue en el año 1979 que abrió sus puertas a los salvadoreños y para finales de los años 80 dejó a un lado la proyección de películas para todo público para enfocarse en las cintas pornográficas por temas de rentabilidad.
Finalmente cerró sus salas en el 2018, pero en el 2019 se firmó un convenio entre la Asociación Cultural Azoro y los dueños del excine para convertirlo en un espacio cultural, pero siempre manteniendo su característico cartel.
En la página de Facebook e Instagram: Nave Cine Metro publican las actividades que se desarrollan como talleres o presentaciones teatrales.
El Libertad volverá a brillar
En junio del 2022, como parte del Plan de Revitalización del Centro Histórico de la alcaldía de San Salvador, fueron renovadas las letras del excine Libertad, y en febrero de este año el alcalde capitalino, Mario Durán, anunció que este será “la nueva casa de una cadena internacional de cines”.
El edificio que está frente al parque que lleva el mismo nombre fue construido en 1970 y por más de 15 años funcionó como una de las salas más importantes del país y fue espacio de recreación popular.
“Antes fue el Cine Popular y también funcionaba como arena metropolitana donde había luchas libres. Recuerdo peleas de luchadores como el Bucanero, The Tempes y más, que cuando se enojaban de verdad se pegaban con las sillas de lámina”, mencionó Jorge Peña.
Otros lo recuerdan como el cine de las “tuzadas” o permanencia voluntaria que consistía en pagar cinco centavos por quedarse a ver tres películas.
El Iberia , una bodega
Ubicado en el barrio Santa Anita, lo que un día fue el cine Iberia hoy es una bodega y los residentes ya se acostumbraron a verlo como tal ya que poco recuerdan cuando se encontraba en funcionamiento.
Sin embargo, en páginas de Facebook aún rememoran las anécdotas: “era un lugar donde exhibían muchas películas mexicanas y americanas muy buenas, pero también se llegó a exhibir películas italianas con subtítulos en español”, manifestó Ricardo Figueroa.
Quienes a diario pasan por ahí, poco o nada de interés muestran al ver las imponentes letras “Iberia”, ya que por años ha permanecido cerrado y solo hay colocados carteles en los que se advierte que es una propiedad privada y que por favor no dejen basura acumulada.
Por otra parte, el cine Darío, ubicado sobre la calle Darío, al poniente de la capital luce en el abandono y sus paredes están llenas de grafitis. Los indigentes aprovechar a dormir bajo lo que era la entrada.
Mientras que el cine Avenida es usado para guardar mercadería y solo se tiene acceso a los baños para quien desee ocuparlos. Con esa misma suerte ha corrido el cine Central que además de pagar $0.25 para el uso de sanitarios en la planta baja hay un comedor de antojitos.