El poeta se marchó al exilio por su propio pie. Sus desavenencias con el régimen presidencial del intransigente general salvadoreño Fernando Figueroa lo obligaron a marcharse a la república de Honduras, a cuya capital arribó en los meses iniciales de 1908. Establecido en la ciudad de Tegucigalpa, llegó a ser el subdirector del Instituto Central de Varones, colaboró con el vespertino La prensa y con La regeneración, a la vez que redactó la letra de un Himno a Lempira, el héroe autóctono de ese país centroamericano.
Aquejado por una enfermedad que no fue considerada grave en un primer momento, Vicente Acosta Iraheta falleció en una de las salas del Hospital General de la capital hondureña, a las 07:00 horas del viernes 24 de julio de 1908. Ese día cumplía 41 años.
En medio de las muestras de dolor de los sectores intelectual y escolar de Tegucigalpa, su cadáver fue conducido, en andas, hasta el salón de honor del Instituto Central de Varones, donde fue velado. A las 16:30 horas de ese mismo viernes inició el cortejo fúnebre, con rumbo a la tumba abierta en el camposanto tegucigalpense. Sus restos mortales fueron cargados en hombros por el Lic. Manuel F. Rodríguez, Adán Canales, Everardo y José Toledo, Juan y Guadalupe Sánchez, David Pineda, Lorenzo A. Iglesias y Rafael Serrano Delgado, seguidos de amplias comitivas estudiantiles del Instituto Central de Varones, Escuela de Comercio, Escuela Normal de Varones y Escuela Politécnica. Fue sepultado en medio de discursos de prominentes intelectuales como Luis Andrés Zúñiga, Alonso A. Brito, Dr. Rómulo E. Durón, Adolfo Barillas González, Rafael Valenzuela Fonseca y Dr. Esteban Guardiola. Algunos de sus poemas fueron leídos por Rafael Serrano Delgado y Lorenzo Iglesias. Al momento de su muerte, dejó mucha obra inédita o dispersa, ahora perdida en su totalidad.
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Gracias a las disposiciones contenidas en los decretos legislativos salvadoreños emitidos el 15 de julio de 1921 y el 16 de abril de 1923, sus despojos mortales fueron exhumados, cremados, puestos dentro de una urna y repatriados por vía marítima, en una operación logística conducida por el doctor Salvador Escalón. El envase mortuorio fue desembarcado en el puerto de La Libertad y recibido por su primo, el escritor Arturo Ambrogi Acosta, acompañado por los escritores y periodistas Jorge Zepeda, Manuel Renderos Aguilar y los hermanos Raúl y Manuel Andino. Luego, fue transportado a la ciudad de San Salvador, a la que arribó en la tarde del miércoles 19 de abril de 1923 y fue depositado en un local anexo al Cementerio General, donde continente y contenido permanecieron en capilla ardiente. Homenajeado por muchas instituciones culturales y educativas en el local de la Confederación de Obreros de El Salvador, fue inhumado el domingo 6 de mayo, en la Sección de Hombres Ilustres del camposanto capitalino, en el lote número 36, calle O, del Cuadro Araujo, una propiedad del general Ciro Mora contigua al sepulcro familiar de la familia Ambrogi. Después, la historia de la literatura nacional puso una lápida de silencio y olvido sobre aquella tumba.
Vicente Acosta Iraheta fue vástago del militar salvadoreño Lisandro Iraheta y Cecilia Acosta. Nació en el barrio El Tránsito de la localidad de Apopa, en el departamento de San Salvador, el 24 de julio de 1867. Con el madrinazgo de la señora Reyes Burgos, el 18 de agosto fue registrado como “hijo natural” (nacido sin que sus padres tuvieran una unión matrimonial legal y religiosa) en la página 12 del libro municipal de nacimientos. Tuvo otras dos hermanas, Silveria y Mortila (de Granados).
El 18 de enero de 1881 ingresó como becario al Instituto de Varones que dirigía el pedagogo, historiador, abogado y masón Dr. Rafael Reyes (1847-1908). Allí, su buen aprovechamiento académico rivalizaba con su mala conducta, aumentada por su notable fuerza física y su estatura. El Dr. Reyes era un “hombre suave, insinuante, con habilidad indígena, culto y malicioso”, como lo definió Rubén Darío en su Autobiografía (1915), al evocar esos días juveniles de 1883 en que el escritor nicaragüense vivió como catedrático de claustro en ese establecimiento escolar, donde trabó amistad entrañable con el interno Acosta. Ese colegio secundario y escuela normal fue abierto al público el 1 de febrero de 1878 y estaba situado en la casa alta de esquina del Lic. Manuel Guevara, en la calle de Candelaria (ahora avenida Cuscatlán), frente al antiguo local de la Imprenta Nacional.
Conocida como Le petit Trianon (El pequeño Trianón), la biblioteca de ese centro educativo estaba compuesta por las ricas colecciones del Dr. Reyes y las de su suegro, el abogado, ingeniero, matemático, astrónomo y humanista Dr. Irineo Chacón Peña (Tejutepeque, 6.abril.1825-San Salvador, 2.agosto.1883), el salvadoreño que midió la velocidad de la luz en 1878.
Desde los años de su internado estudiantil hasta fines del siglo XIX, Acosta Iraheta dio a conocer sus textos en prosa y verso a través de los principales diarios y revistas de la época: Diario del Salvador, Repertorio del Diario del Salvador, La juventud salvadoreña, La república de Centro América, Centro América intelectual, El fígaro, El recreo y otros.
El 20 de mayo de 1888 fue una de las personas que se reunieron en el salón general de la Universidad de El Salvador para fundar la Academia de Ciencias y Bellas Artes de San Salvador, primera institución cultural nacional que admitió mujeres como socias. Siete años después, fue uno de los redactores de su revista Repertorio salvadoreño.
Trabajó durante algunos meses en la plana de redacción del periódico semioficial La unión -dirigido en San Salvador (1889-1890) por el poeta nicaragüense Rubén Darío (1867-1916)-, donde firmaba sus colaboraciones bajo el alias Flirt. Debido a esta vinculación estrecha con los intelectuales modernistas, Acosta Iraheta tuvo que huir hacia Guatemala y Costa Rica tras el golpe de Estado protagonizado por los generales hermanos Carlos y Antonio Ezeta (1890-1894).
En la capital guatemalteca, algunos poemas suyos fueron difundidos por el periódico dominical, ilustrado y unionista La república de Centro América, fundado el 17 de noviembre de 1889. Por eso, su nombre no era del todo desconocido cuando arribó a esa ciudad, el 24 de diciembre de 1890. Dos días más tarde, su llegada fue saludada por el intelectual salvadoreño Joaquín Méndez Bonet (1865-1943) desde la tercera página del número 12 de su periódico La opinión nacional.
Una vez establecido, Acosta Iraheta compartió cuarto de hotel con Rubén Darío, bajo cuyas órdenes se desempeñó como corredactor del diario El correo de la tarde, cargo que desempeñó desde el 24 de diciembre de 1890 hasta el 23 de marzo de 1891. El local administrativo y de redacción de este medio impreso funcionaba a escasos cien metros del Parque Central de la capital guatemalteca, en el actual edificio no. 3-73 de la tercera avenida y séptima calle, zona uno, cuya fachada está señalada por una placa metálica conmemorativa. A Darío le agradeció su apoyo y amistad al servirle como padrino de bodas durante su enlace religioso con la escritora costarricense Rafaela Salvadora Contreras Cañas (conocida por su seudónimo “Stella”), desarrollado en la capilla del Sagrario de la Catedral Metropolitana guatemalteca, en la noche del 11 de febrero de 1891.
Tras cesar en sus funciones dentro de El correo de la tarde, ingresó a la plana de redactores del Diario de Centro América -propiedad del millonario intelectual guatemalteco Dr. Francisco Lainfiesta (1837-1901)-, donde dirigió la sección literaria y compartió funciones con sus compatriotas Alberto Masferrer, Luis Lagos y Lagos, Baltasar Estupinián y Francisco Castañeda, al igual que con el colombiano Demetrio Viana.
Laboraba como primer redactor del Diario de Centro América para los momentos en que estalló el movimiento armado en contra de los Ezeta, encabezado por el movimiento cívico-militar de “los 44”. Por ello, se trasladó a Honduras, de donde retornó a El Salvador en octubre de 1894.
Nombrado secretario de la legación diplomática salvadoreña en la Ciudad de México (febrero de 1896-abril de 1898), a los pocos días de su ingreso a esa urbe norteamericana fue informado del deceso de su progenitora, ocurrido en Apopa, en la noche del 6 de febrero de 1896.
A su retorno al país se desempeñó también como redactor del Diario del Salvador, fundado en julio de 1895 y dirigido en San Salvador por el intelectual nicaragüense Román Mayorga Rivas (1862-1925). Por uno de sus escritos en contra del régimen del general Rafael Antonio Gutiérrez, fue apresado a las 15:00 horas del sábado 28 de mayo de 1898 y no fue liberado sino hasta varios días más tarde.
Debido a sus méritos literarios, fue considerado como uno de los cuatro centroamericanos que merecieron ser antologados por Fernando Santander y Gómez en su Historia del progreso científico, artístico y literario en el siglo XIX (Barcelona, Ramón Molinas-Biblioteca de la Ilustración ibérica, 1894, 407 págs.).
Fue fundador y director de revista cultural La quincena, importante hebdomadario cuyo número inicial fue publicado el primer día de abril de 1903. A lo largo de sus cinco años de existencia, en su redacción tomaron parte Calixto Velado, Román Mayorga Rivas, Francisco Gavidia, Santiago I. Barberena y el colombiano Francisco A. Gamboa. En las páginas de esa publicación -al igual que en las del Diario del Salvador (julio de 1895-febrero de 1934)- se recogió lo mejor de la literatura, el arte y la ciencia de El Salvador de principios del siglo XX.
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Fue el creador de la letra del Himno de la Exposición Nacional desarrollada en 1904 en la capitalina Finca Modelo (hoy Zoológico Nacional). Once años más tarde, el 15 de septiembre de 1915, fue estrenado su poema Himno de la bandera, musicalizado por el director holandés Jo Kessels.
Fue miembro honorario de la Academia Literaria de El Salvador (nombrado, por aclamación, en sesión del 10 de julio de 1904, San Salvador) y redactor del Diario oficial salvadoreño (1906).
Sus libros publicados son La lira joven (1890, poemario prologado por Rubén Darío y Francisco Gavidia), Poesías (San Salvador, Biblioteca Económica, 1899) y Poesías selectas (antología, San Salvador, Centro Editorial Salvadoreño, 1924). Su obra literaria en verso fue reunida por el investigador salvadoreño Joaquín Meza en el tomo Poesía de Vicente Acosta (San Salvador, DPI-Concultura, 2013).
A las 16:00 horas del jueves 25 de noviembre de 1926, el presidente Dr. Alfonso Quiñónez Molina presidió la ceremonia de inauguración de la escuela urbana mixta unificada del barrio El Calvario, en su natal Apopa, bautizada con su nombre. En dicho acto, los discursos de estilo estuvieron a cargo de su primo Arturo Ambrogi Acosta y del dramaturgo santaneco J. Emilio Aragón.