Para nadie es un dato desconocido el hecho de que El Salvador es una potencia mundial en el fútbol playa. Tampoco es ajeno que muchos de quienes han practicado el deporte rey en dicha modalidad tienen orígenes donde la supervivencia es una máxima diaria.
Aquella mala costumbre de hacer sinónimos la humildad con la pobreza material debe ir desapareciendo, ni una cosa tiene que ver con la otra y es necesario hacerlo presente para evitar reproducir eternamente estereotipos, etiquetas...
CANCHA fue con representantes de la Asociación Pro-fútbol playa a una aventura por el litoral de nuestro país, esa franja de territorio que resguarda históricamente a los mejores jugadores sobre arena no solo de El Salvador sino también de aquellos quienes pelean el podio de forma usual en Concacaf.
Jaime Vilanova, de TCS, es uno de esos colaboradores de una asociación que tiene ya varios años trabajando por ayudar a que el fútbol playa se mantenga en constante crecimiento. Rudis Gallo, Elías Ramírez y Agustín Ruiz se suman a la labor de la entidad para canalizar la ayuda, informar, motivar y lo que haga falta para todos quienes se acercan a formarse en el deporte.
El “Tío Juan” nos asiste para poder zarpar de un muy sereno Puerto Parada para surcar manglares en un día con un cielo harto despejado, un sol que todo lo ilumina y una brisa que nos alivia cada poro de la piel durante la entera jornada.
El ruido del motor nos indica que no es tiempo para conversar (a menos de que se grite algo muy necesario) llegó el instante en el que la mirada es exigida para contemplar con asombro las maravillas naturales del país. Al avanzar el agua va perdiendo su matiz verde para dar paso al azul más bello.
No hay criaturas marinas que emerjan para vislumbrar nuestro paso, pero sí otras lanchas con gente que no puede evitar ignorarnos estirando sus brazos y agitando sus manos para desearnos un buen viaje.
Manglares por donde se vea con ese verde que siempre resta el aliento y relaja al margen de donde uno se sitúe. Alguna serranía asoma a lo lejos para completar cuadros que ya quisiera otro país poder presumir.
Con una maestría sin igual el “Tío Juan” nos conduce primero hacia Isla Rancho Viejo, la más pequeña de todas las que visitamos junto a la Asociación Pro-fútbol playa. El conductor de la lancha incluso hace una breve exhibición de fuerza al cargar a varios de sus pasajeros para tocar arena firme. Abundan las sonrisas en todos quienes nos reciben, en su mayoría niños y algunos jóvenes.
La entidad lleva varios implementos deportivos, entre ellos hasta porterías, para poder ser entregados según necesidades ya detalladas previamente por monitores de fútbol playa, esos entusiastas encargados de varias actividades para la promoción y desarrollo de la modalidad.
Tal y como Jaime Vilanova lo anticipó, los niños aguardan de forma ordenada para uno de los momentos más esperados, la entrega de los uniformes que llegan a ser su tercera o cuarta mudada.
La alegría sobreabunda en los rostros de los más chicos y muchas madres de familia jóvenes llegan para, incluso, recibir sus respectivas prendas; es que también practican el deporte no solo para ser ejemplo para sus hijos, sino también para sacarse el estrés que significa luchar día a día por sobrevivir, pero con otros ritmos que en las humeantes, agresivas y ruidosas ciudades desconocemos.
Sin afán de ser concluyente, hay que decir que se respira mucha honestidad y bondad en los corazones de quienes nos reciben. Claro, al ser un lugar tan pequeño, lo más lógico es tener esos valores muy afinados, la convivencia es una regla, no una alternativa como suele ocurrir en los grandes espacios urbanos del país.
Nelson Bladimir González es el responsable de la asociación para esta isla, un hombre con gran disponibilidad de ayudar y promover el deporte:
“Desde 2017 ayudo de manera grupal, y desde 2018 como monitor a cargo. Mantengo la actividad de fútbol playa, dirijo a los niños y controlo entrenos. De a poco ordenar a los niños en los conceptos para que puedan desarrollar sus habilidades para poder llegar a la Selección. Esperamos que socialicen, tengan sano esparcimiento y se alejen de la violencia”. También detalla: “Hay unos 400 adultos y 150 niños, de estos últimos hay casi 80 practicando fútbol playa. Tenemos agua potable y energía. Falta la construcción de un muro en la isla para protección cuando la marea crece”.
Nelson dice que quiere realizar dicha labor hasta que Dios le regale vida.
Nos retiramos con el corazón hinchado de amor de Isla Rancho Viejo para ir a la mítica y legendaria La Pirraya, hogar del mismísimo Agustín Ruiz y varios antiguos seleccionados de fútbol playa.
“Tín” nos recibe sonriente en compañía de decenas de niños al pie de la playa, que ostenta los típicos ranchos de paja para vender agua de coco, pescado y algún que otro casero souvenir. Elías Ramírez y Rudis Gallo vuelven a ser recibidos como auténticos próceres, entre abrazos y muestras de afecto. Da gusto escucharles hablando de forma coloquial, haciéndose entender y querer por todos los niños de la isla más famosa si de fútbol playa hablamos en El Salvador, y quizás hasta fuera del país.
Nos acercamos a una cancha un tanto más grande que la de Rancho Viejo, hasta con algunos graderíos techados. Asoman más viviendas hechas con ladrillos, presumiblemente edificadas con apoyo de remesas, ya que llevar los materiales resulta muy costoso para cualquiera de estos territorios.
Los niños se abalanzan sobre “Tín” Ruiz para ver los colores de sus nuevos uniformes y otros implementos. Rápidamente el goleador de la Selecta Playera les pide que se calmen y los pequeños atienden entre saltos mientras se avanza hasta la sombra de un enorme árbol para hacer la respectiva repartición. Uno de ellos es tan grande para su edad que le recuerda al prócer de las arenas: “Acúerdese que yo soy XXL, Tín”.
La escuela de la isla está a solo unos pasos, la arena brilla y varios vecinos de la cancha saludan entre sonrisas sin dejar de realizar sus respectivos quehaceres como echar tortillas, cortar cocos, preparar pescado o algún otro menester. La paz y quietud sigue siendo algo que se disfruta entre cada paso y charla.
“Tengo entre ocho y nueve años de trabajar con los niños. Hay que darles un buen ejemplo. Los niños se entretienen más en la cancha, están motivados todo el tiempo. Seguiremos trabajando con ellos, por su futuro”, manifiesta “Tín”.
“500 familias y muchos niños menores de 12 años. Desde hace mucho Café Riko regala material deportivo y le estamos muy agradecidos a la familia Quirós. La cancha en invierno se nos inunda. Necesitamos más alumbrado para la cancha, la luz es cara. Tenemos un programa para los niños porque son varios equipos, por niveles. No descansamos ningún día, nos cuesta con los niños más pequeños, nos armamos de paciencia”.
Cuando a Ruiz se le pregunta por su famoso video cuando lo buscó la mismísima FIFA evita entrar en detalles porque para él no es un motivo de orgullo propio y egoísta, sino uno que involucra a toda su comunidad y a Dios. Porque gracias a ellos, él es quien es hoy en día.
Agustín Ruiz es una persona sencilla quien no olvida sus raíces, su gente, sus necesidades, y quien siempre está pendiente de cómo poder ayudar sin presumir, ni fanfarronear. No se cree nada, se limita a reconocerse como un colaborador más dispuesto a la lucha y sin descansos, una leyenda que encarna las carencias ajenas para hacerlas suyas y que jamás se queda quieto ante la adversidad.
Finalmente debemos partir hacia el destino de mayor masa territorial de todos los visitados: Isla San Sebastián. Partimos de La Pirraya, la rodeamos un poco para continuar el andar. Se pierde la noción del tiempo que se va como agua entre las manos.
Llegamos a San Sebastián donde lo primero que ubicamos tras una rampa que alivia el acceso es el letrero de un puesto policial. Un vehículo de los años setenta, sesenta quizás, nos espera junto a su conductor y una persona más para adentrarnos hasta nuestro destino definitivo en la isla.
“Cuidado con las ramas de los árboles”, nos advierte Jaime Vilanova en lo que empezamos a recorrer las distintas calles polvorientas del sitio. Ya las casas no están muy juntas, se pueden ver vacas, caballos y otros animales de granja en distintos terrenos. Algunas edificaciones abandonadas, otras muy sencillas sin portones, ni cercos, apenas con arbustos o otras plantas para delimitar las parcelas.
Tras cerca de unos 20 minutos arriba del vetusto fierro nos bajamos para llegar a un claro donde varias motocicletas y algunas cuadrimotos estaban estacionadas. Una cancha con arena, algunos pequeños ranchitos de paja públicos para pasarla, los graderíos, una tienda en la entrada de una casa exhibía todo a la intemperie ya que el respeto a lo ajeno también abunda ahí.
De nuevo, decenas de niños salen desde varias veredas para concentrarse en la cancha y alrededores y llegar por sus uniformes, en nada se diferencian con los de las anteriores islas, salvo por las edades; en San Sebastián parecen haber más jóvenes que niños, aunque no pude confirmarlo con data en mano.
Rudis Gallo volvió a tomar la palabra, tal y como lo hizo en Rancho Viejo y La Pirraya, para agradecer a la familia Quirós y también a todos los presentes por darse cita para recibir los implementos. El sol no es excusa para nadie, el ambiente es de curiosidad y alegría total.
“Ya lo traigo en la sangre. Me gusta el deporte y apoyar a la juventud. Tanto en fútbol once como fútbol playa. Soy monitor de fútbol playa y fútbol once, hay que actualizarnos con reglas y metodología. Primero Dios me preste vida para que esto sea de mayor magnitud, que se mejoren las escuelas de fútbol y otros deportes. Hay niños quienes tienen vocación por otras disciplinas. Me gustaría apoyo para capacitar más monitores. Soy el único monitor aquí, manifiesta Fermín Flores Guillén.
Y añade también: “Aquí hay muchas necesidades, como el traslado dentro de la isla. Hay niños de muchos sectores, mejorar calles e infraestructuras. Se necesita mucha agua potable y luz en algunas zonas. Algunos pozos se pueden usar pero no todos. Falta mucho esfuerzo en educación para los niños, que son más de 200 en esta zona”.
Partimos de San Sebastián al filo de las cuatro de la tarde para volver a Puerto Parada. Inicia el viaje más demorado en lancha para contemplar por vez última esos infinitos manglares.
El trabajo de la Asociación Pro-fútbol playa ha terminado en dicha jornada, su accionar constante y bien planificado hace que los frutos a largo plazo puedan verse, la labor es fundamental para proveer de materiales necesarios para la correcta y estructurada práctica del deporte sobre la arena.
Varios talentos han emergido de estos lares visitados, y con la tarea permanente, no se duda que en el futuro el recurso humano para la Selecta Playera siga aflorando entre plantaciones de coco, manglares y gente que desde su sencillez y silencio aporta para la causa.
Los secretos del fútbol playa finalmente no son tales, sino la suma de muchos esfuerzos, la perseverancia tanto de quienes proveen como quienes aprovechan los materiales de trabajo, y las notables ganas de “salir adelante”; premisa de cualquier salvadoreño en busca de superación personal desde los caminos de la honradez y el colosal esfuerzo cotidiano.