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Carta a los disidentes: No entren en pánico

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Por Paolo Luers
Periodista
Escuche la carta en voz de su autor.

Estimados amigos:

El otro día un tuitero que estimo, aunque no lo conozco personalmente, escribió algo que yo ya sabía que alguien iba a decir: Ya que Bukele se convirtió en candidato a la reelección, a pesar de la prohibición explícita en nuestra Constitución, la oposición debe negarse a participar en las elecciones del 2024. El tuitero argumentó así: “Si la oposición pretende correr en las próximas elecciones no le hace el favor al país, le hace el favor al Régimen porque le da apariencia de legalidad a una elección que es inconstitucional”.

Mal consejo. Negarse a participar en una elección donde participa el actual presidente, rompiendo la Constitución, puede a primera vista parecer lógico y justificado. Pero es una lógica falsa, detrás de la cual está la frustración que lleva a la rendición. Dejar la cancha electoral a Bukele es equivalente a rendirse y entregar una de las armas que tenemos: la lucha electoral.

Es cierto lo que el amigo afirma: Si Bukele está dispuesto a romper la Constitución, no va a tener empacho en cometer fraude. Su mera candidatura ya es fraude, y controlando todas las instituciones, le saldrá fácil hacer también fraude en las urnas y en el conteo de votos.

Pero esto no es razón de llamar a la abstención. Participar, a pesar de todo esto, no legitima el régimen y la reelección. Por lo contrario: abstenerse y abandonar la lucha electoral dará legitimidad a la reelección, porque se consumaría con 95 % de los votos.

La tarea de la oposición es usar la cancha electoral para movilizar al conjunto plural y disperso de todos los sectores, organizaciones y personas opuestas a la instauración de la dictadura. Uniéndose todos, tal vez no tendrán capacidad de impedir el fraude pero sí a hacerlo evidente.

Hay situaciones que permiten usar la lucha electoral para cambiar el gobierno y el rumbo de un país. Y hay otras situaciones -como la que vivimos- en las cuales esto no será posible. En estos casos se participa en las elecciones para organizar, para movilizar, para unir esfuerzos y para no permitir que el régimen asuma el control total, ni de la Asamblea, ni de los gobiernos municipales.

Porque en el 2024 no está en juego sólo la presidencia, sino también el poder legislativo. En esta cancha, no hay ninguna razón de abstenerse y rendirse, en vez de hacer la lucha para arrebatarle a Bukele la mayoría calificada, que hoy le permite dominar al 100 % la Asamblea. ¿Acaso hay que aceptar la tesis de la propaganda gubernamental que dice que la oposición sólo representa una minoría insignificante de la ciudadanía? Será insignificante sólo cuando no se una para luchar.

Puede ser que la oposición sea minoría, ¿pero quién dice que no puede ganar un 30, 35 o 40 % del voto? Hace una gran diferencia que un presidente usurpe un segundo mandato con 90 % del voto, debido a que los opositores se abstuvieron, o con 70 contra 30, o con 60 contra 40 %. Y hace una gran diferencia que en la Asamblea exista una bancada opositora que puede vetar inconstitucionalidades.

Sería una locura abandonar la lucha electoral cuando es evidente que los alcaldes de Nuevas Ideas han fracasado y pueden ser retados por candidatos respaldados por todos los colores y sabores de la oposición.

La oposición venezolana, con el mismo argumento de no querer legitimar unas elecciones que de antemano no eran justas, decidió hace 10 años abstenerse y se condenó a la insignificancia, perdió la capacidad que antes tenía de convocar movilizaciones de millones de personas en contra de la dictadura.

No cometan el mismo error. Hace falta unirse, organizarse y concertar una plataforma conjunta de defensa de la democracia y de rechazo a la reelección. Y también hará falta que en algún momento se designe a alguien a enfrentarse directamente a Bukele en la elección presidencial. Con una plataforma clara y con caras capaces de defenderla, tal vez se perdería las elecciones, pero se ganaría una batalla política y moral.

No hay que entrar en pánico, y mucho menos rendirse.

Saludos, Paolo Luers

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