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Salud Cognitiva

El cuido de la salud cardiovascular y la actividad cognitiva son factores protectores y muy probablemente preventivos. La frase conocida “Use it or lose it”(úsalo o piérdelo) resultó muy cierta.

Por José María Sifontes
Médico siquiatra

Conforme avanzan los conocimientos médicos y se sabe más acerca de estilos de vida saludables la expectativa de vida también aumenta. Hace dos siglos el promedio de vida que una persona podía alcanzar eran 45 años. Actualmente ese promedio alcanza los 80 años en países desarrollados como los europeos, Canadá y Japón. En los países subdesarrollados este índice es mucho menor, pero muestra también un progreso. El aumento de la esperanza de vida es definitivamente algo bueno, aunque no está exento de problemas. Uno de ellos es el aumento de las enfermedades crónicas, que son más prevalentes en las personas de edad avanzada. Después de los sesenta años la probabilidad de padecer de diabetes e hipertensión arterial aumenta de forma significativa. Las enfermedades degenerativas son asimismo más probables.


Para muchas enfermedades crónicas la ciencia médica ha desarrollado tratamientos eficaces que logran no sólo aliviar sino también curar, pero hay algunas que aun se resisten a ser modificables con los tratamientos farmacológicos u otras intervenciones médicas. Entre estas se encuentran las demencias, en especial la Enfermedad de Alzheimer.
La Enfermedad de Alzheimer, llamada así por su descubridor, el psiquiatra e histopatólogo alemán Alois Alzheimer, es la más común de las demencias, seguida por la demencia vascular. Los trastornos demenciales tienen como común denominador un deterioro progresivo de las habilidades cognitivas, como la abstracción, la memoria y el juicio. Provoca paulatinamente alteraciones graves de la identidad y de la conducta, y produce notable afectación en la calidad de vida del que los padece y de su familia.

La Enfermedad de Alzheimer tiene un curso lento y progresivo. No hay un tratamiento curativo y los medicamentos que ahora existen sólo tienen efecto en las fases iniciales y lo que pueden lograr es retrasar hasta cierto grado su evolución. Dado que la edad es un factor de riesgo ‒y el tiempo obviamente no se puede detener‒, las intervenciones farmacológicas actuales no ofrecen mucho optimismo. En los últimos treinta años se han probado unos 200 fármacos que han fallado en producir efectos que hagan cantar victoria.


Pero no todas son malas noticias. De acuerdo con varios estudios llevados a cabo en la última década hay cosas que se pueden hacer para retrasar el inicio de los síntomas, disminuir la gravedad y hacer que la enfermedad tenga un curso más benigno. Se sabe que la fase subclínica de la Enfermedad de Alzheimer, esto es cambios histológicos que comienzan antes de que se detecte algún síntoma, es bastante larga, de 10 a 15 años. Esto permite que haya tiempo para intervenir. Las investigaciones mencionadas, entre ellas el estudio FINGER (Finnish Geriatric Intervention Study to Prevent Cognitive Impairment and Disability), descrito por los doctores Miia Kivipelto y Krister Hakansson del Instituto Karolinska en Scientific American de abril de 2017, indican que factores relacionados con hábitos y estilos de vida pueden modificar significativamente la evolución del Alzheimer y otras demencias, incluso en personas que tengan predisposición genética para padecerlas. Utilizando el tipo de estudio clínico más confiable como es el aleatorio controlado los investigadore concluyeron que una dieta saludable, como la Mediterránea (vegetales, frutas, pescado y aceite de oliva o canola), ejercicio físico regular (combinación de pesas y aeróbico) y suficiente interacción social, producen estos beneficios. El cuido de la salud cardiovascular y la actividad cognitiva son factores protectores y muy probablemente preventivos. La frase conocida “Use it or lose it”(úsalo o piérdelo) resultó muy cierta.

Médico Psiquiatra.

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